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Una herencia vigente

De la jerarquía católica al proceso a Garzón, la asunción del pasado sigue atragantándose

B. G. J.

La nostalgia franquista colea en algunas instituciones españolas. Esa es una de las conclusiones que la publicación del Diccionario Biográfico Español ha puesto en evidencia. La obra, realizada bajo el paraguas de la Real Academia de la Historia, se ha revelado como una empresa parcial y atrincherada, destinada a dar esplendor a figuras que difícilmente saldrían absueltas del juicio de la Historia. La entrada de Francisco Franco, por lo que tiene de simbólica y aglutinante, es ejemplar.

Pero no es el único caso. Antes de que Luis Suárez Fernández, hagiógrafo del caudillo, se pusiera manos a la obra, la Iglesia se ha negado reiteradamente a pedir perdón por su colaboracionismo. El Valle de los Caídos, cuya Hermandad preside el propio Suárez, construido para glorificación del bando nacional, espera a que una comisión nombrada por el Gobierno decida sobre su papel en el futuro. Baltasar Garzón, el juez que asumió investigar las denuncias de los familiares de los desaparecidos del franquismo, será el que se siente en el banquillo. Y el Museo del Ejército del Alcázar de Toledo, que durante años, según el historiador Francisco Espinosa, 'fue lugar de peregrinación para los nostálgicos del régimen', seguía sin reservar, tras su reapertura el año pasado, un lugar para las víctimas de la dictadura.

El Valle de los Caídos espera a que una comisión decida su futuro

El último gran proceso de beatificación de 'mártires' de la Guerra Civil, en octubre de 2007, tuvo una particularidad poco sorprendente: ninguno de los 498 beatificados había muerto por orden del bando nacional. No faltan ejemplos de asesinados por ese bando: 16 curas vascos fueron ejecutados por los franquistas tras la entrada del general Mola en San Sebastián, el 3 de septiembre de 1936. 'La Iglesia misma los considera una excepción', explica el historiador Julián Casanova, autor de La Iglesia de Franco. 'Porque si los habían matado los franquistas, de alguna manera, se lo merecían por no estar donde tenían que estar', añade Casanova glosando la mentalidad de la jerarquía católica. El historiador Francisco Espinosa, autor de Contra el olvido. Historia y memoria de la Guerra Civil, no cree 'que tenga sentido esperar a que pida perdón'. 'La Iglesia asume su martirologio, pero no que participó del genocidio'.

Quizá el símbolo que mejor resume, tanto la colaboración entre régimen e Iglesia, como su vigencia en el imaginario de los nostálgicos, sea El Valle de los Caídos. Construido por orden de Franco, pero con las manos de presos republicanos, cada 20 de noviembre celebra una misa para conmemorar la muerte del dictador.

El Museo del Alcázar de Toledo no incluye a las víctimas del franquismo

'Es vergonzoso que todavía no se haya sacado de allí al fundador del fascismo español, José Antonio [Primo de Rivera], y al propio Franco', afirma el historiador Ian Gibson. 'Si se hace, yo creo que se podría llegar a convertir en un lugar de memoria, de reconciliación'. Julián Casanova, en cambio, sostiene lo contrario: 'Yo no sacaría de allí a Franco, porque no puede ser un lugar de reconciliación. Nunca fue un lugar de los vencidos'. En cambio, la profesora de Ciencias Políticas de la UNED, Paloma Aguilar, opina que una de las medidas pedagógicas que ayudarían a la sociedad a superar la dictadura pasa por 'la desacralización de la capilla del Valle de los Caídos y su conversión en un museo sobre la represión franquista' .

Según Casanova, para lo único que debe servir es para la pedagogía histórica. 'Igual que en Auschwitz se enseña que allí se exterminaba a los judíos, en el Valle de los Caídos debe enseñarse para lo que sirvió y lo que fue el régimen', afirma. Casanova, al que algunas asociaciones de víctimas pidieron que las representaran en esa comisión de expertos, ha sido apartado. 'Al parecer, no se aceptó que las víctimas tuvieran representante', explica.

Que la mayoría de la magistratura se ha incorporado al proceso democrático está fuera de duda, incluso para quien, como Carlos Jiménez Villarejo, señala que sigue habiendo 'huellas de ese pasado, por muy minoritarias que sean'. En el caso del Tribunal Supremo, añade el ex fiscal Anticorrupción, esas huellas son más graves. 'No sólo por el proceso al juez Garzón, que carece de cualquier fundamento jurídico: la Sala Militar, por ejemplo, se ha opuesto sistemáticamente a la revisión de los consejos de guerra franquistas', explica. La exhumación de fosas sigue siendo otra asignatura pendiente. 'En el último informe de la Fiscalía todavía hay 1.197 fosas comunes esperando una actuación judicial', señala Villarejo.

El Museo del Ejército del Alcázar de Toledo, refugio de un grupo de sublevados al comienzo de la Guerra Civil y nacionalizado como símbolo de los vencedores, reabrió hace casi un año con la idea de 'cambiar el discurso' sobre la historia. Asesorado por la misma institución que ha supervisado el Diccionario, quizá no deba de extrañar que no haya cabido un lugar en su recorrido para nombrar y cuantificar las víctimas de la represión.

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