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Guillermo del Toro patenta el antídoto contra el cinismo

‘La forma del agua’, máxima favorita en los Oscar con trece nominaciones, es una hermosísima fábula -mezcla de fantástico, romántico, cine de monstruos, musical y espías-, protagonizada por dos señoras de la limpieza, un artista gay y un villano víctima del sistema

'La forma del agua'

“Si os hablara de ella, de la princesa sin voz, ¿qué os diría?...” que es una empleada de la limpieza muda, que trabaja con su amiga, una mujer negra casada con un vago machista y cobarde; que adora a su vecino, un viejo artista gay medio arruinado; que se enamora locamente de una criatura anfibia, y que es una de las más poderosas y hermosas heroínas del cine moderno. Y si os hablara “del monstruo que trató de destruirlo todo” os diría que es un villano terrorífico y genial, un ogro que busca el amor. Y si os hablara del creador de estos personajes de fábula, os diría que es un cineasta único, visual y narrativamente tan audaz y tan auténtico que es simplemente estúpido intentar resistirse a su talento.

Guillermo del Toro, ante el veneno del cinismo de estos tiempos que todo lo intoxica, ha creado una fábula maravillosa, una historia de amor romántica, formidable, con la que una vez más declara su amor por el cine. La forma del agua, una mezcla única de fantástico, romántico, cine de monstruos y espías en la Guerra Fría, es una película prodigiosa con la que el mexicano ha creado su propio antídoto contra la indiferencia. Audaz, política, auténtica, bellísima, se merece todos los premios que ha ganado y todos los que ganará.

"Cuento de hadas adulto"

León de Oro en el Festival de Venecia, Mejor Dirección y Banda Sonora (Alexander Desplat) en los Globos de Oro, la película es la máxima favorita en la carrera por el Oscar, con trece nominaciones: Mejor Película, Dirección, Guion Original (Guillermo del Toro y Vanessa Taylor), Actriz Principal (Sally Hawkins), Actriz de Reparto (Octavia Spencer), Actor de Reparto (Richard Jenkins), Fotografía, Montaje, Banda Sonora, Diseño de Producción, Sonido, Efectos Sonoros y Vestuario.

“Cuento de hadas adulto”, según su propio creador, La forma del agua es la historia de Elisa, una mujer muda, trabajadora de la limpieza en un laboratorio gubernamental de alta seguridad en EE.UU. a principio de los años sesenta. Allí descubre a un ser anfibio, una criatura que vive atrapada y con la que establece una fuerte conexión. En esta historia de la Guerra Fría y de la carrera espacial hay héroes y villanos, hay historia de amor, escenas musicales, hay sexo —honesto y feliz, apresurado y dominante—, hay denuncia —del rechazo social a homosexuales, del racismo, del machismo— y hay reivindicación —de la diferencia, del poder de las mujeres y del amor—.

Guillermo del Toro en el rodaje de la película.

Guillermo del Toro en el rodaje de la película.

"Marginales e invisibles"

“El laboratorio cree que está luchando contra poderosos espías soviéticos, pero me encanta que en realidad con quienes está lidiando sea con dos señoras de la limpieza y un artista gay”, dice Guillermo del Toro en las notas de producción de su película, en las que añade: “Conjuntamente, los tres constituyen un solo personaje para mí, como si fueran partes diferentes del mismo cerebro. Los tres son seres marginales e invisibles por diferentes razones —una por su raza, otro por su orientación sexual y otra por su minusvalía—, y entonces se unen y se enfrentan a la sociedad como un solo hombre”.

Sally Hawkins, Octavia Spencer y Richard Jenkins conforman este trío, los valientes enfrentados al cruel Richard Strickland —sobrecogedor Michael Shannon—. Michael Stuhlbarg interpreta al doctor Robert Hoffstetler y Doug Jones, inseparable de Del Toro, es el hermoso ser anfibio. Intérpretes de esta fábula en la que el cineasta enfrenta el amor “a algo tan banal y nocivo como el odio entre naciones, que eso es la Guerra Fría, y el odio entre personas por razones de raza, color, capacidad y género”.

"La decencia no la usamos"

Una película de azules y verdes, con destellos de ámbar y con el rojo de la sangre y del amor, donde asalariados y trabajadores que llegan con problemas a final de mes plantan cara nada menos que al Gobierno de EE.UU. —La decencia la vendemos y la explotamos porque no la usamos”—, y en la que hasta el infame y brutal Strickland es una víctima del sistema. “No quería que Strickland fuera simplemente el chico malo. Quería que fuera un tipo por el que casi puedes sentir lástima porque también él mismo es una víctima del tiempo que le ha tocado vivir. Es un tipo que al principio creía firmemente en su país y en hacer lo correcto. Y después se da cuenta de lo poco que hace falta para desagradar a la gente y que te abandone. Yo creo que esta parte es autobiográfica porque en la industria cinematográfica pasa exactamente lo mismo”.

Con La forma del agua, Guillermo del Toro invita al espectador a sumergirse en ese mundo en el que flotan Elisa y la criatura. Un universo donde lo más importante, “lo más grandioso y trascendental”, es, sin ninguna duda, el amor.

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