MADRID.- “Bertolt Brecht (1898, Augsburgo-1956, Berlín) decía que sus obras no tendrán ninguna vigencia años después de su muerte, ya que en el siglo XXI no ocurrirá lo que en su época pasaba. Se equivocaba”, asegura Ricardo Iniesta, fundador y director del Centro Internacional de Investigación Teatral de Sevilla y director de esta versión coral de Madre Coraje que se representa hasta el 4 de octubre en las naves de Matadero (Madrid). El texto lo escribió el dramaturgo alemán durante su estancia en la isla de Lindingo (Suecia), durante su huida del régimen nazi, en 1939.
Por desgracia, la historia se repite. Aunque en esta ocasión el horror de la guerra queda fuera de Europa. Desde aquí somos espectadores que se estremecen cuando ven imágenes de las duras e inhumanas condiciones en las que llegan los inmigrantes desde Siria (y de cualquier lugar) a Europa; o que se regocijan cuando vemos la calurosa bienvenida que algunos alemanes y austriacos ofrecen a las familias que llegan destrozadas, con miles de kilómetros en su haber y las plantas de los pies en carne viva, a veces tirando de personas mayores que pese a estar exhaustas dibujan una sonrisa en su cara porque creen haber llegado a la tierra prometida. Esas familias que ahora habitan en algún país de Europa ahora se sienten a salvo de una guerra injusta, cruel y orquestada por Gobiernos y grupos extremistas que bien harían en bombardearse a si mismos y dejar en paz a los demás.
Madre coraje es un alegato contra toda esta barbarie. Ambientada en la guerra de los treinta años, entre 1618 y 1648, Anna Fierling, la protagonista, es una astuta vendedora ambulante que junto a sus hijos transita los caminos del frente de batalla mientras se lucra con el sufrimiento humano. El argumento recuerda a las mafias que hoy controlan el paso entre algunos países traficando con los sueños de muchos que tienen muy poco. Su forma codiciosa de ver la vida, y de amar la guerra, la lleva a un irremediable y trágico final: la soledad.
Para Iniesta, los dos temas principales de la obra son: la guerra y la corrupción. “En nuestra versión hemos querido profundizar en la obsesión por el dinero, los mercados y en acumular ganancias, motivo por el cual la protagonista pierde a sus hijos.”, explica el director. El montaje original dura cerca de dos horas y media, en esta versión se ha eliminado texto para acortarla, dejando en segundo plano relatos como el del capellán. “No podemos sentar al público y contarle historietas cotidianas. Tienes que contar la médula para entretenerlo porque si no se cansa, hemos eliminado la paja. Desde que se estrenó la obra hace dos años hasta hoy solo hemos recibido felicitaciones por esa decisión”.
Pese a que la guerra suele dejar un reguero de historias que son para encoger el alma, Brecht trató en sus obras de distanciarse de estos relatos. Su intención fue que el espectador tuviese una visión global de la función. “Quería que público empalizase con la situación y no con el individuo”, explica el director. Es por eso que la obra de Iniesta es coral, sin dar más importancia a un personaje que a otro, la intención es que el público cuando salga de la función reflexione sobre los grandes temas de Madre coraje.
Lo colectivo frente al individualismo atroz. Ese es el mal de las sociedades occidentales. asegura el director sevillano. “Otras culturas nos están enseñando que el grupo es lo que puede salvar el planeta. Ocurre que por querer salvar nuestra propia individualidad estamos enterrando este mundo”. Para hacer más realista la obra, la compañía sitúa en gradas dentro del escenario a parte del público para que puedan ver pasar, a pocos centímetros suya, las balas o sentir el fío acero de los cuchillos, o que una actriz se siente entre sus piernas… El resto de asistentes lo ve desde fuera, como hacemos nosotros desde nuestras casas. “Una metáfora de lo que ocurre, unos están en el frente y otros son espectadores, y lo ven desde los telediarios”.
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