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En un mercado inmobiliario como el actual (en Reino Unido no está mucho mejor que en España), que a una pareja joven con problemas de solvencia y metros cuadrados les caiga de rebote una herencia en forma de casa de campo de enormes dimensiones puede ser una bendición. O, en el caso de que esta venga con inquilinos de larga tradición incluidos, un impedimento a sus planes de negocio. Sobre todo si estos son almas que no cruzaron al otro lado como les ocurre a los protagonistas de 'Fantasmas', comedia británica que se estrena este viernes en Movistar+.
El guion de esta disparatada serie con mucho de humor absurdo lo firman Matthew Baynton, Simon Farnaby, Martha Howe-Douglas, Jim Howick, Laurence Rickard y Ben Willbond, quienes colocan a Alison (Charlotte Ritchie) y Mike (Kiell Smith-Bynoe) en una mansión llamada Button House a la que llegan después de que una pariente lejana de ella con el título de 'lady' delante muera sin herederos. Alguien tiene que quedarse con la casona y el notario, en un trabajo cuanto menos pulcro y concienzudo, da con Alison. El matrimonio, en búsqueda activa de casa, decide quedarse con la propiedad con vistas a convertirla en un hotel que les sirva de hogar y, a la vez, de sustento.
Su plan sería perfecto de no ser porque el edificio se cae a cachos, necesitan un dineral para reformarlo y, lo peor de todo (aunque tarden en darse cuenta), en él habita una serie de fantasmas que van desde un cavernícola a una señora georgiana pasando por un poeta del Romanticismo con tendencia al enamoramiento, un tipo vestido de boy scout, una mujer quemada en la hoguera por bruja y un político sorprendido por un escándalo sexual que le hace recorrer las estancias sin pantalones. Cada uno, por la razón que sea, murió por allí y su espíritu quedó anclado al lugar. No pueden irse y están condenados a entenderse.
Con una fauna tan estrafalaria como esta cabe esperar que los problemas de convivencia estén a la orden del día. Unos son más tolerantes que otros con las manías y costumbres de sus compañeros de ‘piso’, pero lo normal es que sus reuniones acaben con gritos, reproches y situaciones tan rocambolescas como absurdas. Encima, son tan torpes que ni siquiera son capaces de encantar la casa para echar a los nuevos propietarios. De no ser porque ella sufre un accidente que la deja en coma y al despertar tiene la habilidad de ver a esos fantasmas, el matrimonio probablemente ni se habría dado cuenta de la existencia de los espíritus.
¿Qué hará la pareja de propietarios al percatarse de que no están solos?
Con seis capítulos de alrededor de media hora cada uno, 'Fantasmas' gira en torno a los problemas que genera vivir bajo el mismo techo y el choque de culturas y épocas de las que proceden sus protagonistas. El absurdo y el disparate como herramientas para el humor son sus mejores armas como se aprecia en un primer episodio muy bien engrasado. Algo que no es sencillo en tan poco tiempo y con tantos personajes a los que presentar. Sin embargo, los guionistas logran con solo unas frases de diálogo dotar a cada uno de la personalidad suficiente para ofrecer una idea de cuál es su mundo, lo que les llevó a estar en la situación en la que se encuentran y su papel en la historia a contar.
Si en el primer capítulo la comedia funciona, cabe esperar que en los siguientes, al introducir en la ecuación a una persona viva capaz de verles y comunicarse con ellos, la apuesta de Fantasmas suba. Porque, ¿qué hará la pareja de propietarios al percatarse de que no están solos? ¿Lograrán negociar una tregua con los fantasmas para poder abrir el hotel que creen les sacará de pobres? ¿Cuáles serán las peticiones de esos espíritus ahora que pueden hablar con los vivos más allá de hacer caer tazas de té o encender y apagar luces a duras penas? Si la convivencia entre los fantasmas ya era un rosario de problemas, con vivos de por medio solo puede ir a peor o a mejor si se mira desde el punto de vista del interés que la trama puede despertar.
Los creadores de Fantasmas, responsables también de otras series bien consideradas por la crítica británica como Yonderland y Horrible Histories, se reservan algunos de los papeles de esta troupe fatasmagórica. Así, Matthew Baynto es el poeta fallecido en duelo. Simon Farnaby, el parlamentario británico de los noventa sin pantalones. Martha Howe-Douglas, la aristócrata obsesionada con su muerte que la recrea cada noche para disgusto de sus colegas espectrales, a los que no deja dormir. Jim Howick, el monitor scout con una flecha atravesándole el cuello. Laurence Rickard, cavernícola y decapitado. Ben Willbond, el capitán de la Segunda Guerra Mundial. A todos ellos y al resto del reparto les dirige con mano firme Tom Kingsley.
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