madrid
"La sociedad machista enseña a los hombres una forma de amar que hace mucho daño". El cineasta Aly Muritiba lleva más de siete años y tres películas explorando la fragilidad de la masculinidad, la forma de amar de los hombres, el afecto masculino... en medio de la sociedad "machista, homófoba y conservadora" de Brasil, que en los últimos años ha votado y apoyado a Bolsonaro. Desierto particular, elegida para representar al país en los Oscar, es el cierre de esta trilogía.
Un policía acusado de violencia y suspendido de servicio, viaja por todo el país buscando a Sara, una mujer a la que conoció en Internet y de la que se ha enamorado. Cuando, finalmente, la encuentra, topa con lo inesperado, Sara no es una mujer, y descubre una parte inconfesable de su propia intimidad.
Protagonizada por Antonio Saboia y Pedro Fasanaro, la película de Muritiba es luminosa y esperanzadora, un canto a la posibilidad de transformación del ser humano, a pesar de casi todo. Tal vez, el premio que concedió el público a la película en la Giornati Degli Autori en Venecia y, sobre todo, la ventaja de 15 puntos que Lula da Silva saca a Bolsonaro para las elecciones que se celebrarán el próximo 2 de octubre permitan creer de verdad en esa esperanza.
Ha hecho tres películas explorando la fragilidad de la masculinidad, pero, ¿no está esa fragilidad en la misma esencia de la masculinidad tal y como nos la presentan?
Sí. Nosotros, los hombres, hemos sido criados y formados para ser fuertes todo el tiempo, para no fallar nunca. Es una presión muy grande que tenemos los hombres, una presión incluso en la forma de sentir, de relacionarnos con otras personas. Siempre nos han dicho que somos mejores, más fuertes que las mujeres, por ejemplo. Esto genera una generación de hombres muy angustiados, porque no somos tan fuertes ni tan perfectos. Estamos todo el tiempo en el límite entre mostrar nuestra sensibilidad y el miedo a hacerlo. Me pregunto, ¿qué es ser un hombre hoy en un país tan machista como Brasil? Las mujeres están peleando por sus derechos, por su derecho a amar, a existir… y los hombres las atacan movidos por esta masculinidad.
¿Cómo se siente usted haciendo este tipo de películas en ese entorno tan hostil?
Ser un hombre blanco heterosexual hoy en Brasil es como ser el león, ocupamos un lugar de privilegio, incluso cuando hacemos este tipo de cine. Estamos en una posición que está muy lejos de lo que la sociedad exige hoy, que es un mundo más inclusivo y participativo. En Brasil, el Gobierno está peleando contra la cultura. Por eso es muy importante que tengamos conciencia de que ocupamos un lugar de privilegio y contemos ciertas historias. Por otro lado, los que ven películas de autor en mi país no son conservadores y éstos no van al cine.
Hay mucha luz en su película, a pesar de todo, ¿de dónde nace esa esperanza?
Sí, hay luz pero debo decir que cuando decidí hacer esta película estaba muy cansado del pesimismo y del odio que consume mi país. También estaba enamorado y ese estado me volvía mucho más positivo y tranquilo. Me preguntaba ¿si todos los que discuten conmigo por política estuvieran enamorados, tendrían tanta rabia? Estoy seguro de que no. Cuando hacemos cosas más simpáticas y amorosas, contagiamos con positividad a los demás. Hasta 2008 sentí mucha rabia y odio, pero luego he escrito esta carta de amor para la gente.
El personaje principal es un policía acusado de violencia y malos tratos, ¿no se lo puso usted especialmente difícil?
Sí, sobre todo porque en Brasil los policías son agentes de la violencia. Son extremadamente violentos, están formados para poner orden desde la violencia. Pero yo quería hablar de la posibilidad de transformación del amor, entonces tenía mucho sentido que el personaje fuera tan radical. Para que a una persona tan dura y tan cerrada, le abriera puertas el amor.
En el Brasil de Bolsonaro, con el auge de los fascismos, tanta intransigencia... ¿De verdad cree usted en la capacidad de transformación del ser humano?
Sí, a diferencia de Sartre, yo no creo que las personas sean esencialmente malas, sino buenas. Creo que es el contexto histórico y social lo que les va transformando y convirtiendo en seres más duros.
¿En el mundo de hoy, cómo aman los hombres?
Los hombres aprendemos que amar es tener, poseer y, por tanto, controlar. Eso está generando mucho dolor y no solo a las mujeres, también a nosotros mismos. Desde luego, el control no es la forma adecuada de expresar amor, nadie en el mundo quiere ser controlado.
¿Cuál es la situación de los homosexuales hoy en Brasil?
En Brasil tenemos leyes muy avanzadas sobre ello, pero la realidad es todo lo contrario. Brasil es el país del mundo donde se mata a más homosexuales. Por eso yo no quería mostrar que el personaje de Robson pasara por ningún episodio de violencia, me era imposible reproducir lo que pasa en la realidad. Mucha gente me ha dicho: "Pero la vida no es así". Y yo siempre contesto que lo sé, pero que esto es cine, esa es la magia del cine. En algunas proyecciones, al final, se me han acercado algunas personas homosexuales para agradecérmelo y para decirme que era la primera vez que no les mataban en el cine y les permitían vivir.
Explorar la masculinidad desde el arte, ¿le ha ayudado a usted personalmente?
Si yo no estuviera en crisis con mi masculinidad, no haría estas películas. Este es un asunto del que nadie habla aquí en Brasil. Vi un documental sobre hombres en crisis con su masculinidad y me interesó mucho el tema. Y creo que es un tema que interesa mucho a todas las personas. A mí me ha hecho reflexionar sobre mis relaciones de pareja, como padre... Por ser quien soy tengo muchos privilegios y tener conciencia de eso es lo que permite el cambio.
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