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Actualizado:En el otoño de 2013 un reportero de un programa de la televisión italiana se acercó al lugar donde Patrizia Reggiani trabajaba en Milán. Acababa de salir de la cárcel después de dieciséis años, condenada por organizar el asesinato, en 1995, de su ex marido Maurizio Gucci, último de la dinastía de la marca de lujo. El periodista preguntó directamente: "Patrizia, ¿por qué contrataste a un sicario para que matara a Maurizio Gucci? ¿Por qué no le disparaste tú misma?" A lo que ella respondió: "Mi vista no es tan buena. No quería perder".
Suficiente para intuir el carácter de esta mujer, a la que ahora el cineasta Ridley Scott dedica su nueva película, La casa Gucci, una tragedia familiar de dos horas y media, inspirada en el libro The House of Gucci, de Sara Gay Forden, y en la que brilla especialmente Lady Gaga, que construye un personaje fuerte, decidido, descarado y rabioso. Una italiana, una donna potente, al lado de Adam Driver, en el papel de Maurizio Gucci, que interpreta a un hombre reposado, inteligente y amable.
Poder, lujo y traición
La ambientación –de finales de los años setenta hasta mediados de los noventa- en Italia y Nueva York y un reparto espectacular son los mayores atractivos de una película demasiado larga, aunque precisa en su narración. Jeremy Irons y Al Pacino son los hermanos Rodolfo y Aldo Gucci, herederos del fundador de la marca, Guccio Gucci. El último de la familia en discordia es Paolo Gucci, hijo de Aldo, un fantasioso y muy mediocre diseñador encarnado en esta ficción por Jared Leto, irreconocible físicamente y en un tono, inexplicablemente, ajeno al resto de la película. Salma Hayek remata el cartel dando vida a la pitonisa Pina Auriemma, cómplice en el asesinato.
Poder, seducción, riqueza, estilo, lujo, orgullo, glamour, codicia, sexo, guerra, traición y muerte. Una historia real que, años después, y en la ficción se transforma en un drama familiar, en un relato sobre el poder, la familia y la ambición, pero que también reflexiona acerca de la felicidad, la pasión, la creatividad y, por supuesto, los negocios y la moda.
El fin de un imperio
La casa Gucci es la historia del fin de un imperio, el de la legendaria marca italiana Gucci, que la familia terminó perdiendo, según la película de Ridley Scott, gracias a la extremada ambición de Patrizia Reggiani y a sus maniobras para conseguir la totalidad del emporio para su marido Maurizio. Este, uno de los herederos de algo que realmente no había deseado nunca, "no tenía facultades para reclamar el trono", pero ella sí. Aquella mujer en un mundo de hombres se abrió camino con intrigas y determinación y aspiró a conseguir lo que habían puesto a su alcance.
Tras el asesinato, la prensa italiana -que se refería a ella como la Vedova nera (Viuda Negra), la Liz Taylor de las marcas de lujo o Lady Gucci- fantaseó y apeló a todos los estereotipos de la mujer malvada. Los periódicos publicaron teorías de todos los colores, Patrizia Reggiani había organizado el crimen por celos o, más fácil, aquella mujer solo quería el dinero de los Gucci. Sin embargo, Ridley Scott en la película se afana por revelar algo más profundo en aquella acción. Como señaló hace unos años en The Guardian el escritor de moda y crítico cultural Giusi Ferrè, "todo lo de Reggiani surgió de ser una Gucci. Era toda su identidad, incluso como ex esposa. Estaba furiosa con Maurizio por venderse".
Una boda por amor
La casa Gucci arranca con el momento en que Patrizia Reggiani y Maurizio Gucci se conocieron, en una fiesta de la alta sociedad de Milán. Ella no pertenecía a aquel mundo, era hija de una camarera y un hombre que se hizo rico con una flota de camiones, pero vio su oportunidad en ese encuentro. Ridley Scott, de hecho, hace especial hincapié en sus primeros tiempos juntos, en las semanas de seducción y en la boda, en 1972, cuando los dos tenían 25 años.
Cuando se casaron, Maurizio rompió con su padre y comenzó a trabajar con los camioneros de la empresa de su suegro. Fueron momentos que el cineasta retrata como realmente felices y llenos de energía y complicidad. "Antes de ver la película, mucha gente pensará que Patrizia iba a por el dinero. Pero cuando la pareja se casó, la familia le había vuelto la espalda a Maurizio. Por tanto, no se casó por dinero, sino por amor", asegura Lady Gaga en las notas de producción de la película.
"Maurizio –añade Adam Driver- reniega de todo lo que haría cómoda su vida, pero, al final, Patrizia y él caen en las redes de lo inalcanzable. No es por mero designio. Lo hereda. No tiene facultades para reclamar el trono. Pero Patrizia sí, porque es más ambiciosa de lo que corresponde a su posición".
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