MADRID
José Rodríguez Losada (Iruela, León) no tuvo una vida fácil. Las inclemencias del destino y sus ideales le obligaron a reinventarse a sí mismo en varias ocasiones, pero siempre con la misma esencia y el mismo afán: medir el tiempo y atraparlo en bellos relojes. Y con todo ello, se convirtió en el relojero más famoso de Europa.
Su historia es una lucha contra el destino y la adversidad. Rodríguez Losada, hijo de un hidalgo empobrecido, tuvo que abandonar su hogar cuando era adolescente tras ser amenazado de muerte por su propio padre. "Una tarde llegó a casa sin una de las vacas del rebaño que cuidaba. Su padre le obligó a buscarla y le juró que 'si volvía sin ella, lo mataría'. José encontró a la ternera devorada por los lobos y, aterrado, decidió huir", señala a Público Emilio Lara, autor de El relojero de la Puerta del Sol (Edhasa), la obra que gira en torno a José Rodríguez Losada.
Durante el Trienio Liberal, entre 1820-1823, fue oficial liberal y luchó contra los Cien Mil Hijos de San Luis. Cuando se restableció el absolutismo de Fernando VII, Rodríguez Losada no renunció jamás a sus ideas, de corte progresista, pero en España -en Madrid en concreto- se encontraba asfixiado y perseguido por el comisario de Policía de Madrid, José Zorrilla, el padre del dramaturgo. "Lo perseguían de forma inmisericorde, por lo que no le quedó más remedio que huir", añade Lara.
Se exilió a Francia, donde estuvo dos años. Y de ahí, emigró a Inglaterra, en 1830, con 33 años, sin saber ni una palabra de inglés y sin un céntimo en el bolsillo. El Comité de Ayuda a los Exiliados le pagó el viaje a Inglaterra y una vez allí, consiguió un puesto de trabajo en una relojería como limpiador.
"A los seis meses [el jefe] se da cuenta de que José, en realidad, cogía las piezas del suelo para reparar los relojes. El dueño se asombró de esta habilidad innata. Así, lo contrató como ayudante", relata a este medio el autor de la novela histórica.
Cinco años después, hizo sonar el Big Ben -uno de los relojes más famosos del mundo-, fue nombrado relojero de cámara de la reina Isabel II y cronometrista de la Marina Militar española, entre otros logros. Así, se convirtió en el relojero más importante de Inglaterra y de Europa. "Era conocido en todo el mundo por sus obras: el reloj de la catedral de Caracas, el de la catedral de Málaga, el del Arsenal de Cartagena...", explica Lara.
Abrió una tienda y un taller en la céntrica calle londinense de Regents Street. Además, fundó la Tertulia del habla española, donde acudían españoles exiliados. "Hablaban de todos los temas, salvo de política, para no discutir". De hecho y a pesar de sus ideas, apunta Emilio Lara, el relojero fue amigo del general carlista Ramón Cabrera y del duque de Montpensier. "Era liberal y progresista. Jamás renunció a sus ideales. Fue condecorado por la España de Isabel II, y aún así, no quiso regresar, añade.
El reloj de la puerta del Sol, una obra "única en el mundo"
No obstante, en 1860 llegó a Madrid para vender sus productos. Se alojó en uno de los hoteles que albergaba la Puerta del Sol. En ese momento, la famosa plaza de la capital estaba siendo remodelada y empezó a cobrar el aspecto moderno actual. La Real Casa de Correos de Carlos III -actual sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid- tenía el reloj de una antigua iglesia desamortizada (iglesia del Buen Suceso de Madrid). "José contempla el reloj y lo ve atrasado. Así, decide construir un reloj revolucionario y regalarlo al pueblo de Madrid", señala Emilio Lara.
Seis años después, José Rodríguez Losada culmina su obra, "única en el mundo": el reloj de la Puerta del Sol. Actualmente, este símbolo de la capital conserva el 95% de sus piezas. "Siempre llevaba a España en el corazón o, al menos, la España que había soñado, un país de oportunidades. Entonces, él regaló el reloj para devolver al pueblo de Madrid -y por extensión a toda España- lo que su país no le dio ni le quiso dar en su momento", describe.
El relojero de la Puerta del Sol (Edhasa) cuenta la historia de José Rodríguez Losada, "la historia de un hombre corriente sometido a situaciones extraordinarias, como muchos españoles", comenta el autor de la obra. Consiguió el éxito fuera de la España que le obligó a exiliarse. Incluso, su muerte desató el inicio de la relojería en Suiza. "Demostró la generosidad que su país no le dio", zanja Lara.
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