MADRID
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Guillermo Bárcenas (27 años) y Antón Carreño (seis menos) capitanean Taburete, el penúltimo fenómeno de la música española. En menos de dos años, sin pegar ningún cartel ni apenas sonar en las radiofórmulas, los autores de Dr. Charas han logrado llenar el Palacio de Deportes de Madrid —cuyo aforo roza los 17.000 espectadores— y las salas que jalonan su gira —hoy tocan en el Playa Club de A Coruña después de agotar el papel para el concierto de mañana—.
Guillermo es el hijo menor del extesorero del PP Luis Bárcenas. En El pato hace una alusión velada a su padre, que estuvo preso en Soto del Real: “Y con esta canción yo les pido un deseo / que suelten al pato”. Antón es nieto del expresidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, quien coincidió con el propio Bárcenas en el penal madrileño, donde sigue encarcelado. A través de su responsable de prensa, ambos pusieron como condición para realizar esta entrevista que no se hiciesen preguntas relacionadas con su familia.
“La prensa siempre tira hacia son unos pijos, son hijos de, etcétera”, se queja Antón, guitarra de Taburete. “Llenamos el Palacio de Deportes [rebautizado como WiZink Center] y al día siguiente no había una sola crónica en ningún periódico de España, aunque uno publicó cómo llevaban el jersey nuestros fans... Entiendo que haya haters, pero no que los medios sea tan haters con un grupo que, en realidad, no es polémico. El origen de la banda puede serlo, vale, pero nosotros no nos metemos con nadie. Y, pese a ello, nos catalogan como el grupo de los pijos, de los fachas, de los no sé qué”, insiste el cantante.
En su día, no dudaron en hablar del tema. “¡Claro que respondíamos a las preguntas de los periodistas!”, tercia Antón. "Precisamente por eso, yo me decía: ¡Coño, pórtate bien! Si te contesto a todo, no seas… Al principio, lo entiendes, pero cuando el grupo tiene recorrido y la prensa sigue con lo mismo después de dos Rivieras y un Palacio de Deportes… ¡Joder, qué coñazo! ¡Eso sí que aburre!”, añade Guillermo. “A ver, cuando Leiva llenó el WiZink Center, al día siguiente se publicó una crónica de su concierto: Leiva lo revienta. Del nuestro, en cambio, nada”, sentencia el guitarrista de un grupo de pop melódico que se sirve acompañado de pico de gallo y pescaíto frito.
Ese sur, ¿de dónde viene?
Guillermo: ¿Ese deje…? ¿El flamenquillo? Pues no lo sé. Mi abuela era de Málaga y cantaba flamenco muy bien. Si no viene de ahí, no sé de dónde puede venir. Siempre me ha encantado el flamenco y lo canto como puedo. Me gusta mezclar lo rumbero con lo mexicano.
¿Y ese toque picante?
De la música que he escuchado. Me encantan las rancheras, los boleros, los corridos, los mariachis… Al final, Taburete conjuga esa mezcla y las canciones son como salen.
Guillermo había formado parte de los grupos Noviembre y Los Jardineros. ¿Antón...?
Antón: Yo tocaba algo la guitarra y el cajón. Cosas de amigos, aunque durante una estancia en Estados Unidos llegué a tener una banda con la que dimos cinco conciertos. Luego llegó Taburete, en la que empecé muy joven. Nos pusimos a tocar sin plantearnos nada. No pensabas ni en tener un grupo: simplemente, Guillermo me caía bien, iba a verlo a su casa, nos fumábamos un canutillo y tocábamos la guitarra.
Guillermo: Con Noviembre sólo cantaba. A los dieciocho años me compro una guitarra y empiezo a componer. Entonces me doy cuenta de que hago canciones pegadizas, con un ritmo que gusta a la gente. Temas muy personales, propios de la época, que hablan de los amigos y esas cosas. Con Los Jardineros hacía canciones de broma y sobre futbolistas. Y, ya después, con Taburete vino todo…La primera vez tocamos en un bar durante un concierto benéfico y hasta aquí.
¿Cómo sabe que una canción es pegadiza?
Guillermo: Tengo buen ojo para eso. Cuando la compongo, sé si va a ser un hit, aunque entonces no pensaba en eso, sólo en que le gustase a mis colegas. Pero ahora, desde el principio, ya veo si algo está bien o va a ser un pepino.
Lo suyo ha sido un fenómeno en apenas dos años.
Y no sólo musical… Se ha convertido en una especie de movimiento taburetero. Somos una banda que ha ocupado un espacio que ya existía y que ha hecho que niños y padres asistan juntos a un concierto. Un grupo para todos.
¿Quién ocupaba ese espacio?
Guillermo: Estopa, La Oreja de Van Gogh, El Canto del Loco…
Antón: En su primera época, también Melendi.
Guillermo: Música de llevar en el coche, que puede escuchar el hijo o el padre. Porque los grupos que han salido en los últimos años tiran hacia lo que se llama indie. Bueno, en realidad nosotros también somos indies… Me refiero a Vetusta Morla y a sus primos.
¿Tuvieron buena acogida en el Sonorama?
Antón: El concierto en Aranda de Duero fue increíble, con todo el mundo botando en la plaza del Trigo. Nuestros conciertos son muy verbeneros.
Guillermo: De hecho, en los grandes bolos contratamos al DJ Sandro Ávila para que dé zapatilla y caliente a la gente, porque consisten precisamente en eso: son una fiesta.
¿Debería dirigirme a ustedes en singular o en plural?
Antón: Taburete es una familia, de la que también forma parte la gente que está detrás [en una mesa vecina, se sienta el equipo que lleva la prensa y la redes, así como sus dos mánagers].
Guillermo: Antón y yo somos la imagen del grupo, si bien las composiciones de los dos primeros discos son mías, aunque él ya ha empezado a componer [la banda ha ido creciendo y actualmente está formada por siete músicos, si bien sólo ellos dos dan la cara en las entrevistas].
¿Cómo asimilaron el éxito?
Antón: Pues muy bien. Seguimos haciendo la misma vida de antes. Todo tiene más repercusión, pero el trabajo es igual.
Guillermo: No sé nos ha subido a la cabeza, porque no hemos cambiado de ambiente y nuestra vida es la misma. Eso sí, en mi caso hubo un cambio acojonante respecto a hace tres años, porque no tenía un puto duro y mis amigos me tenían que dejar dinero hasta para comprar tabaco. He pasado de tocar fondo a tocar el cielo, porque el Palacio de Deportes estaba a reventar, con todo lo que ello supone, incluso económicamente. Me ha cambiado la vida.
¿Se ven toda la vida viviendo como músicos?
Guillermo: No sé si toda la vida, pero me encantaría seguir relacionado con el mundo de la música, el cine o el arte en general.
Antón: A este ritmo, no...
Guillermo: Disco, gira, disco, gira… ¡Uf! Ahora estamos felices, pero llegará un punto en el que todo cogerá otra velocidad y nos plantearemos otras cosas. El cine es lo que más me gusta y, de hecho, me involucro en los videoclips, ejerciendo de guionista y aprendiendo junto al director. En el futuro me encantaría hacer algo relacionado con el cine, ya sea actuando, escribiendo o, sobre todo, dirigiendo.
¿Cómo compatibiliza la carrera con los conciertos?
Antón: Este año mal, porque con la gira es complicado. Tendría que estar en cuarto de Arquitectura, pero curso tercero porque me fui un año a Estados Unidos. Hasta ahora lo he llevado bien, si bien este cuatrimestre ha sido complicado.
No reclutaron a músicos profesionales, sino que han buscado entre colegas…
Guillermo: Colegas o conocidos. A Antón me lo presentó Joaquín, con quien había montado el grupo. A Manolo, que trabajaba como urólogo en el hospital de La Paz, lo conocí en una despedida de soltero. Luego fueron entrando otros miembros, incluido Urchegui, que toca la trompeta y nos dirige en los ensayos. Nosotros no éramos músicos y necesitábamos a alguien que nos dijese qué estábamos haciendo mal. Nos ha dado un empujón brutal.
Todo empezó en un colegio mayor en Barcelona, ¿no?
Guillermo: Ahí nace Taburete. Recién llegado de Chile, le enseñé las canciones a Joaquín y a los colegiales, y les encantaron.
Segundo paso.
Guillermo: Ya con Antón, decidimos que había que grabar un disco. Pedimos dos mil euros prestados y entramos en el estudio. Es un álbum muy básico y maquetero. En mayo de 2015 subimos el disco a SoundCloud, damos algún concierto pequeño y luego comienza a difundirse a través de Spotify. Es cuando termina de explotar y, a la vuelta del verano, ya llenamos Pachá [Teatro Barceló].
Antón: Fue la primera vez que dijimos: “¡Hostia!”.
Guillermo: Ahí entra Pucho Súarez [su mánager] y se crea la estructura de Taburete y Voltereta, nuestra discográfica.
¿Cuál es el secreto de su éxito?
Guillermo: Las canciones. También gusta nuestra forma de ser y la naturalidad de nuestros conciertos. La gente ve que somos tipos normales y cercanos. Podrán decir lo que quieran, pero esto es lo más auténtico que pueda haber. Y ha salido solo…
¿Procuran reservarse para las salas?
Antón: Este verano vamos a tocar poco.
Guillermo: Sí. En septiembre tenemos cosas gordas y hay que descansar. Por una parte, debemos dosificarnos y, por otra, tampoco hay que fundir al público. Hay que dar lo justo para que se quede con ganas de un poco más.
Después de llenar el Palacio de Deportes, ¿cuál es su meta?
Guillermo: Latinoamérica.
Antón: Latinoamérica es un sueño, pero en septiembre queremos llenar cuatro grandes conciertos de fin de gira. Luego nos encerraremos para grabar el tercer disco.
¿Hay muchas canciones en el cajón?
Guillermo: Muchas... Y estoy seguro de que funcionarán, entre ellas la primera canción de Antón al completo, que es muy buena.
¿Qué le inspira?
Guillermo: Cualquier evento importante de tu vida, desde que te deje tu novia hasta conocer a una chica, pasando por un tema familiar. Cualquiera cosa que me pase puede dar lugar a una canción.
¿Son un grupo de tribu urbana?
Guillermo: No, para nada.
Antón: Nuestra música es muy global y le puede gustar a todo el mundo.
Guillermo: Aunque se nos intenta siempre etiquetar como el grupo de los pijos, para nada es pop pijo. Musicalmente, Taburete no tiene nada que ver con Modestia Aparte y todo eso. Volvemos a lo de siempre: si no fuésemos “hijo y nieto de”, no se hablaría de grupo pijo.
Todavía les queda mucha cantera por explotar.
Antón: Sí, aún hay mucha gente que no nos conoce.
Guillermo: Casi no hemos salido en la radio ni hemos seguido el recorrido convencional para ser un grupo superconocido. Para haber llenado el WiZink Center, no somos tan famosos.
No dudaron en fichar a Francisco Nicolás para anunciar en un vídeo el concierto que dieron en la discoteca Kapital en la Nochebuena de 2015.
Guillermo: Teníamos ganas de hacer algo gracioso y viral. Queríamos hacer ruido con el vídeo y lo conseguimos.
Ustedes se lo guisan y se lo comen: autoeditan los discos, gestionan los conciertos… ¿Las condiciones de las multinacionales eran malas?
Antón: Nosotros no recurrimos a las discográficas, nos llamaron ellas. Al ver las ofertas, decidimos no firmar, y es lo mejor que hemos podido hacer.
Guillermo: Como ya no se venden discos, las discográficas tienen que trincar de todos los lados. Nosotros nos sentimos más seguros decidiendo los plazos y controlándolo todo. Siempre hemos sabido decir que no a las tentaciones que se han presentado.
Antón: Además de hacerte el tres sesenta, no te proponen nada nuevo. Ni nada que no podamos hacer nosotros.
De Punto Pelota en 2012 al Chiringuito de Jugones en 2016. ¿Son futboleros?
Guillermo: Somos del Real Madrid.
¿Pero usted también fue socio del Rayo?
Guillermo: Siempre había sido socio del Madrid, pero como no tenía dinero alquilé el abono. Como soy muy futbolero y quería seguir yendo al fútbol, me hice socio del Rayo por menos dinero. Empecé a ir a todos los partidos y me hice muy rayista. Ahora es mi segundo equipo.
¿Cuáles son sus grupos de cabecera?
Antón: No te puedo decir un grupo que sea el que más me guste de todos…
Guillermo es muy fan de Extremoduro, una banda musicalmente en el polo opuesto…
Guillermo: Es mi grupo de siempre, pero me he abierto a todo. Resulta muy difícil decir un par de grupos.
¿Pero de dónde bebe?
Guillermo: De la canción de toda la vida. Y también del flamenquito y de la rumba, claro.
¿Surgirán bandas que los imiten? ¿Andarán las discográficas detrás de otro Taburete?
Guillermo: Pueden intentar montar un grupo, pero lo importante son las canciones. Esto no es Auryn: no coges a tres guaperillas, les das unas canciones que vienen de Suecia y a cantar... Nosotros no somos un producto.
Antón: Es algo natural y hacemos lo que nos apetece.
¿Hay algo que se les escape a los fans?
Guillermo: Va a haber un fin de gira acojonante. Y en un mes saldrá el primer tema en inglés.
Antón: También iremos sacando videoclips y canciones: una reedición, una versión…
En fin, que las redes sociales han sido determinantes, ¿no?
Antón: Aparte de las entrevistas, la única promoción que hicimos para el concierto del Palacio de Deportes fue a través de Facebook e Instagram.
[El pasado 17 de marzo, un día después de llenar el WiZink Center, el periodista Fernando Navarro abordó en El País la estrategia online del grupo. En el reportaje, titulado Taburete: al éxito musical por el big data, su autor explica que la banda ha contratado a la empresa The Good Click para insertar publicidad en las redes sociales y en las webs que visita su público potencial, seleccionado previamente a través de bases de datos de plataformas como Spotify o YouTube.
“Nunca hemos invertido dinero en publicidad tradicional, ni en cartelería o cuñas de radio”, explica a Público la responsable de prensa del grupo, Vanesa García. “La microsegmentación [del público objetivo] también significa no tirar un póster a la basura. Es más efectiva, porque si imprimes carteles para anunciar una actuación y los pegas en las calles, de las quinientas personas que los ven, a lo mejor sólo una va al concierto”, añade la directora de la agencia I Pop You.
“Esa estrategia ha sido muy importante, pero también el boca a boca y la comunicación, así como el equipo humano que hay detrás: Pucho Suárez, Pablo Casas, Álvaro Aguiar… Es cierto que el fenómeno de Taburete obedece a las redes sociales, aunque nosotros hemos aumentado la potencia que ya tenía la banda”, concluye Vanesa García. “Eso sí, siempre hemos rechazado las invitaciones a programas de televisión que no incluyen actuaciones musicales o que buscan el morbo: si llenas el WiZink Center, ciertos aspectos del grupo ya no son relevantes y quedan en un segundo plano. Y tampoco nos hace falta”.
Más allá de la influencia que haya podido haber tenido la estrategia desarrollada por Mauro Canut desde The Good Click, Pucho Suárez cree que al principio las redes sociales fueron decisivas para que la banda despegase. “Tras el verano de 2015, me pidieron que organizase un concierto y pensé en Pachá. Sin hacer una campaña de promoción convencional, de repente vendimos 1.400 entradas. Fue sorprendente, pero el primer disco se había viralizado a través de plataformas musicales y llegado a muchísima gente”, recuerda el mánager, amigo de Guillermo desde que coincidieron en los jesuitas.
La banda también mide los tiempos y, sobre todo, los espacios. Sólo da conciertos con taquilla —o sea, no toca en eventos gratuitos organizados por ayuntamientos o instituciones— y, fuera de Madrid, procura escoger salas de un tamaño determinado que garantice el lleno. Si bien ha colgado el no hay billetes en plazas importantes, prefiere añadir una segunda fecha en la misma ciudad —como ha sucedido con los conciertos de este fin de semana en A Coruña— que ver calvas desde el escenario.
Aunque cuentan con fans adolescentes, la horquilla de edad del público es amplia. Cuanto termina la entrevista, que ha tenido lugar en la terraza de un restaurante de Puerta de Hierro, una mujer saluda a Guillermo y Antón: “Si creíais que todas vuestras admiradoras son de quince, yo tengo 48 años y me conozco todas vuestras canciones”, presume. “Hemos venido durante todo el viaje escuchándoos”, tercia su compañero]
Guillermo: Total, que nunca hemos pegado un cartel, ni sonado en radiofórmulas.
Antón: Nos han puesto en Cadena 100, pero muy poco. A ver, ha ganado el reguetón… Fíjate en el top 50 de Spotify y verás lo que se escucha en España.
Guillermo: Treinta y cinco canciones, reguetón. Y el resto, Ed Sheeran, Justin Bieber, David Guetta, Calvin Harris…
O sea, que ustedes son el último fenómeno indie...
Guillermo: Sí, bueno… Indies somos porque somos independientes, aunque…
¿Y cómo digieren el peso de la fama?
Guillermo: Cada día somos más famosos y nos piden más fotos, aunque sin problema. Si vamos a una discoteca, la cosa se complica, pero todo tiene sus cosas buenas, regulares y peores.
Antón: La gente se te acerca más después de tomarse tres copas. No en plan mal, pero se atreven a hacerlo.
Guillermo: Hay que asumirlo: la vida que tenemos sería un sueño para cualquier persona.
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