Madrid
Actualizado:Los dibujos ya no son para niños. Hace tiempo que las series de animación dejaron de ser un producto exclusivo para el público infantil y, en parte, se lo debemos a Matt Groening, el creador de Los Simpson y Futurama, que ha contribuido a construir un género de animación descarado, políticamente incorrecto y, sobre todo, adulto. Tras más de veinte años dibujando y creando historias sagaces e irreverentes, Groening destapa, de la mano de Netflix, su tercera y nueva serie de dibujos: (Des)encanto.
Bajo una ambientación medieval, edulcorada y con matices de fantasía donde caben trolls, gigantes, cerdos parlantes y elfos, (Des)encanto nace con el principal escollo de ser comparada en todo momento con sus series hermanas. La premisa de que la obra depende del creador parece aquí volverse en contra de la serie, pues la crítica y los fans de las historias de Groening esperaban toparse con algo nuevo, pero sobre todo algo que continúe con la tendencia humorística de Futurama y Los Simpson.
Aunque existen conexiones puntuales como la estética o las ambiciones y problemáticas personales de los personajes, la serie tiene un ritmo lento y unas dinámicas totalmente diferentes. Mientras que en Futurama y Los Simpson, los capítulos son independientes y se pueden ver 'salteados', en '(Des)encanto' -al menos en esta primera temporada- la narración de cada episodio está interconectada, en tanto que el final queda abierto a especulaciones.
Sin embargo, esa misma trama lineal, se presenta un poco repetitiva si tenemos en cuenta que en los diez episodios que componen esta primera entrega aparece recalcado el conflicto padre-hija entre el monarca de Utopía, ciudad creada por Groening, y la princesa Bean, una de las protagonistas.
Una princesa, un elfo y un demonio
Es en la creación de los personajes donde Groening ha marcado mayores similitudes con sus otras dos narraciones seriéfilas. Así, encontramos tres protagonistas principales: una princesa rebelde y contrapuesta a todos los cánones de las representaciones del mundo medieval, un pequeño demonio negro que le incita a hacer el mal en todo momento y un elfo que busca experimentar la tristeza y el dolor para escapar de la monotonía idílica que desborda su mundo natal.
Al igual que ocurre en Los Simpson y en Futurama, los tres personajes se verán empujados a la bebida y, de una forma menos explícita, al consumo de otras sustancias psicotrópicas. Pero, además de la mala vida que los personajes llevan, se reproducen otras dinámicas sentimentales entre ellos. Tanto es así, que las similitudes entre la maldad descarada de Bender en Futurama y la mente retorcida del diablo diminuto, Luci, son estrechas. Lo mismo ocurre con las motivaciones vitales de Elfo y Fry. Si en la serie futurista el joven pelirrojo estaba marcado por una fuerte sensación de desarraigo por estar anclado a una época que no era la suya, en '(Des)encanto' el elfo se verá acongojado por una sensación similar tras huir de su mundo natal.
Groening establece evidentes similitudes entre los personajes de '(Des)encanto' y sus otras dos series
En cualquier caso, el trío que protagoniza la serie posee todas las cualidades requeridas para una serie de animación para adultos. El problema viene de la mano del conglomerado de personajes secundarios que decoran el hilo narrativo de (Des)encanto. No hay rastro de historias secundarias que den aire al relato y permitan dosificar los chascarrillos, como ocurría con personajes históricos concebidos por Groening como como Krusty, Milhouse, Zap Brannigan, Kif Kroker o Mamá.
Pero, la sequedad discursiva de los secundarios se debe, tal vez, a la falta de un historial narrativo que les respalde. Es el transcurso de los episodios el que genera vínculos humorísticos entre los personajes esporádicos y el espectador, y el que permite la aparición de coletillas y frases que terminan en un cliché bastante útil para dinamizar los sucesos de la serie. La audiencia debe, por ende, mirar con cautela y darse un tiempo de adaptación a los nuevos escenarios y nuevos elementos elaborados por Groening para poder disfrutar de la serie.
Humor (des)cafeinado
Que Utopía, la ciudad donde sucede la mayor parte de la trama, guarde relaciones estéticas con Desembarco del Rey (escenario de Juego de Tronos) no es un hecho fortuíto. Tanto es así, que la sería se presenta de manera sutil como una sátira amable del repentino apogeo de las narraciones medievales. Sin embargo, la ambientación genera ciertos limites a la hora de encontrar elementos de comicidad que rasguen temáticas sociales y políticas de la actualidad.
La comedia es mucho más ligera en cuanto a crítica, pero mucho más descarada y políticamente incorrecta
Si en Futurama y en Los Simpson se podían ver cameos de presidentes del Gobierno estadounidense como Nixon o Bush —hechos con muy mala idea—, en la primera temporada de la nueva serie de Netflix no se recogen demasiados chistes políticos, más allá de algún comentario contra las religiones y la propia esencia feminista de Bean, que nada más arrancar la serie se enfrenta a su padre por un matrimonio de conveniencia.
Esto propicia que la comedia sea mucho más ligera en cuanto a crítica, pero mucho más descarada y políticamente incorrecta. Tanto es así, que encontraremos episodios enteros destinados al fervor sexual de Bean, truncado por el miedo de los hombres a acostarse con ella ante cualquier represalia de su padre, el rey Zøg. Lo mismo ocurre con las drogas que, sin dar nombres de sustancias concretas, sirven de recreo experimental constante a los protagonistas. Las escenas de psicodelia también fueron habituales en las primeras temporadas de Los Simpson, donde Groening dio una importancia crucial a las representaciones culturales del mundo Hippie.
En cualquier caso, el ritmo humorístico es mucho más pausado de lo que cabría esperar. Sin embargo, es algo natural por el carácter narrativo de la serie mencionado anteriormente. Los tiempos de la comedia se ven afectados, en este caso, por el peso de la historia, en tanto que al ser episodios enlazados y dependientes, las bromas y chascarrillos se ven mucho más limitados y breves para no frenar el devenir de la historia.
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