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MADRID.- Al mundo de la mojigatería universal, abominablemente hipócrita, afincado dentro de este universo de la violencia extrema, no le gusta la representación artística del sexo, mucho menos cuando este se muestra de forma explícita en el cine. Así, mientras la violencia se ha llegado a considerar ‘bella’, las relaciones sexuales en una pantalla siguen provocando broncas histéricas. Ahora ha vuelto a ocurrir con Las plantas, ópera prima del chileno Roberto Doveris, que triunfaba en Berlín, mientras el público y ciertos grupos siempre al acecho organizaban alborotos delirantes en las salas.
La polémica en esta ocasión es, además, una manifestación vergonzosa del machismo que domina el planeta. Protagonizada por la joven cantante argentina Violeta Castillo, la película es la historia de Florencia, una chica de diecisiete años que tiene que cuidar a su hermano, en estado vegetativo, mientras su madre está en el hospital. Muy sola, intenta atenuar el desamparo que siente explorando su sexualidad con desconocidos que conoce en internet. Las escenas del escándalo han sido las de los penes erectos de los jóvenes que se masturban mientras Florencia les observa vestida.
Y los hijos viendo porno
La demencia se apoderó de los espectadores en el Festival de Sakhalin en Rusia. La proyección de Las plantas levantó la furia de un grupo de personas que se levantó y salió de la sala. Al finalizar la película, el público airado arrinconó a la directora del certamen, Alexandra Zhukova, que horas después dimitió. “En verdad es súper feminista el tratamiento de la escena. Ella no se desnuda, ella tiene el control de la situación, pero obviamente no estamos acostumbrados a ver desnudos masculinos en las películas. Hay mucho machismo en la mirada cinematográfica”, explicó Doveris en una entrevista en Chile. El director, en medio del altercado, dijo a los espectadores que mientras estaban todos discutiendo, “sus hijos estaban en su casa viendo porno, a un click de distancia. Bueno, sí, me dijo una, pero no quiero verlo en una misma sala con él”.
Las plantas es una película sobre la iniciación sexual de una mujer desde una mirada casi femenina. ¡Imperdonable! Como intolerables han sido antes, para el puritanismo social, tantos filmes en los que los creadores han querido romper los límites de lo que se puede decir en el cine. Y, curiosamente, las mujeres que han participado en algunos de ellos han salido perdiendo mucho.
Represalias, censuras y venta de huevos
Margot Stilley, protagonista de 9 Songs, la historia de una relación amorosa contada con abundantes escenas de sexo explícito, no salió bien parada de la experiencia. El filme de Michael Winterbottom se estrenó en 2004, desde entonces, la actriz solo ha rodado seis películas, dos de ellas con el mismo Winterbottom. La carrera del actor principal, Kieran O’Brian, tampoco ha sido brillante en el cine, pero en televisión, de donde procedía, ha seguido un recorrido muy aceptable. El cineasta británico mostraba en su película relaciones sexuales explícitas, con masturbaciones, sexo oral, eyaculaciones… No es la mejor película del cineasta (24 Hours Party People), pero era una apuesta interesante que se mereció el Premio a la Mejor Fotografía en San Sebastián.
A William Friedkin (El exorcista) le censuraron nada menos que 40 minutos de su película A la caza (1980), en la que Al Pacino interpretaba a un policía que se infiltraba en el ambiente gay de Nueva York para atrapar a un asesino de homosexuales. Posteriormente, James Franco y Travis Matthews rodaron el filme Interior. Leather Bar, donde recreaban esas escenas de la película de Friedkin que fueron prohibidas por ser demasiado explícitas.
35 minutos de sexo, incluidas la escena de una una felación, aparecían en Intimidad (2001), de Patrice Chéreau, donde dos desconocidos mantenían relaciones sexuales los miércoles por la tarde. Oso de Oro en Berlín, donde Kerry Fox ganó el Oso de Plata a la Mejor Actriz, la película estaba inspirada en la novela Intimidad y el relato Nightlife, de Hanif Kureish. “No tardé en advertir —confesó Fox entonces— que Mark Rylance tenía bastantes más problemas que yo para aceptar su desnudez, quizá porque los actores no están tan acostumbrados como nosotras a lidiar con este tipo de escenas”.
Nagisa Oshima escandalizó al mundo entero con El imperio de los sentidos (1976), la relación de dos amantes entre los que lo más importante es el sexo y en la que a ella le domina el deseo de posesión de ese hombre. La película se emitió en TVE y provocó una ola de insultos para Calviño. Al mismo tiempo muchos teatros cerraron porque el país entero se quedó en casa para ver la película. Tatsuya Fuji y Eiko Matsuda eran los protagonistas del filme, que sigue censurado en Japón, donde solo se permite sin las escenas de sexo, y en algunos países más. Tardó catorce años en editarse en vídeo. Cuando por fin se estrenó en EE.UU. se produjo un aumento inesperado en la venta de huevos (una escena mostraba como él se comía un huevo duro que ella había introducido previamente en su vagina).
De Calígula a Shortbus
Unos cuantos accionistas de Penthouse, con el propietario Bob Guccione a la cabeza, produjeron Calígula, de Tinto Brass. No solo pusieron la pasta, también incluyeron material de sexo explícito grabado sin el conocimiento del cineasta. Fue un colosal escándalo que salpicó a algunos de los intérpretes más prestigiosos del mundo, como Helen Mirren, Peter O´Toole o John Gielgud, y a los protagonistas Malcom McDowell y Teresa Ann Savoy.
Lars von Trier alborotó bastante, aunque seguramente menos de lo que él hubiera querido, con la reciente Nymphomaniac, donde había sexo explícito pero no interpretado por las estrellas de la película —Uma Thurman, Shia LaBeouf, Christian Slater, Charlotte Gainsbourg o Stellan Skarsgard—, a los que grabó de cintura para arriba, sino por profesionales del cine porno. El danés ha había rodado sexo real en 1998 en Los idiotas y en 2009 en Anticristo, por la que Charlotte Gainsbourg ganó el Premio a Mejor Actriz en Cannes. La película, con una monumental carga de violencia y sexo explícito, se encontró con una prohibición en Francia que posteriormente se anuló.
Muchos otros han sufrido la indignación del público más timorato. Abel Ferrara tuvo problemas con su película Pasolini, donde mostraba sexo real gay. No se salvaron tampoco las películas de Catherine Breillat Anatomía del infierno (2004) o Romance (1990), en las que junto a las protagonistas trabajó el actor porno Rocco Siffredi. Virginie Despentes y Coraline Trinh Thi organizaron una bronca monumental, también en España, con su película Fóllame (2000). El gran John Waters engordó su fama de trasgresor y provocador con Pink Flamingos (1972), en la que Divine comía excrementos de perro y tenía relaciones sexuales con el personaje que interpretaba a su hijo. No pareció demasiado bien que Gaspar Noé utilizara la técnica 3D en su película Love (2015).
Un tipo, en una contorsión increíble, intenta eyacular en su propia boca en la primera escena de Shortbus (2006), de John Cameron Mitchell. La pirueta del comienzo la mejoró el propio director que consiguió recoger algunas de las mejores críticas y comentarios de la prensa ante una película con sexo explícito. Y aquí hay de todos los colores, gay, hetero, colectivo, solitario…
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