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MADRID.- “Esta es una película popular, canalla, donde el que gana es el espectador”. Daniel Calparsoro ha decidido sacar partido desde el cine a los vergonzosos, inagotables y cada vez más exasperantes casos de corrupción política que cada día salen a la luz en este país y darse un gusto a sí mismo y a los espectadores. Cien años de perdón, thriller del atraco a un banco, funciona como regalo perfecto para ciudadanos cabreados, estafados y hastiados ya de tanta fechoría en la política.
Protagonizada por Luis Tosar y el argentino Rodrigo de la Serna, la película presenta a una banda de atracadores que entra en la sede central de un banco de Valencia. La lluvia echa a perder el plan de huida, las cosas se complican y al abrir las cajas de seguridad se descubre un secreto que pone muy nervioso al partido en el Gobierno. “Es política-ficción, pero ahora parece casi un documental”. Con guion de Jorge Guerricaechevarría, la película es una coproducción con Francia y Argentina, rodada en el país americano.
Con todo lo que está pasando, además en Valencia…
Ya. Esta es una historia de atracos, de personajes, con el trasfondo de la corrupción política en España. Es política ficción, pero con los recientes escándalos en España, que no son tan recientes porque llevan años, la película parece casi un documental. Ese extra le da más peso. La vocación era hacer una película que sirviera de reflejo de la sociedad española actual.
Parece una película hecha para dar satisfacción al espectador, ¿es así?
Sí. Es una película popular, canalla, donde el que gana es el espectador. La mayor referencia es Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975), porque es el mismo discurso. En aquella el pueblo apoyaba a los atracadores. Yo me beneficio de lo que está pasando aquí. Porque, en estas circunstancias ¿quién no quiere robar un banco hoy? En la película aparecen los políticos controlando a la policía y me he beneficiado de eso también. En este país todos meten mano en la hucha.
¿Cuándo dice todos, quiere decir todos?
De alguna forma, todos somos cómplices de la corrupción. Durante años hemos vivido en una sociedad en la que se entendía que engañar al de al lado era normal y no nos sorprendía. Eso ha ido generando una excusa gigantesca a los grandes depredadores. Así, la gestión de lo público en España ha sido más bien ‘¿cómo me quedo con lo público?’. Y eso está en la película.
Aunque usted dice que es cine de entretenimiento, ¿no tiene la película también en ese sentido una vertiente política?
No es una película política en el sentido estricto, es una película de entretenimiento que tiene ese trasfondo político. En la película todos se traicionan y engañan, todos tienen su agenda propia. Sorprendentemente ahora puedo sacar punta a frases del guion que cuando rodamos no parecían tener tanta importancia, por ejemplo, cuando el personaje de Marián Álvarez dice: “A veces es mejor mirar para otro lado”. La realidad de España está sacando brillo a la película.
¿Qué aportan los actores argentinos a la historia?
Los actores argentinos son un plus porque son grandes actores y tienen un talento descomunal. Le dan una frescura y un punto de sorpresa a la película, que hace que tenga nervio y ayudan mucho a que la película vaya a esa celebración popular, a la victoria sobre el poderoso. La película tiene ese punto anarco, cuando parece que al poderoso nunca le pasa nada, hay personajes que les vencen. Y es que, igual el mundo es una mierda, pero de vez en cuando, uno se sale con la suya. Y en este caso es el espectador el que se sale con la suya, el que lo consigue, porque se identifica con los atracadores.
Hace un tiempo nadie hubiera apostado porque pudiera hacerse una película de atracos de estas características en España. ¿Ha sido especialmente difícil el rodaje?
En el rodaje hay unas escenas con agua que han sido lo más complicado y de gran esfuerzo físico para los actores y para el equipo técnico. Pero el resto del rodaje lo hemos hecho en un interior amplio, donde todo estaba controlado, era muy cómodo. El rodaje ha sido placentero, entretenido, ha habido un rollo muy bueno, los actores se han llevado bien…
Cumple usted veinte años en el cine, ¿cómo ha cambiado desde su debut en 1995 con Salto al vacío?
Al principio hacía un cine más personalista, donde tenía más peso la autoría, pero lo hacía también porque tenía que existir para poder seguir existiendo. Empecé en el cine súper independiente, en el límite económico. Luego hice dos o tres películas de un cine más industrial y luego cada historia que hacía era de algo que me atraía. Esta es un proyecto especial que ha necesitado más tiempo, más de tres años. También ha sido la del proceso más industrial de todas las que he hecho, más de lo que yo estoy habituado, pero también muy libre en el aspecto creativo.
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