Público
Público

Crónica de una vida anunciada

ANDRÉS CALAMARO

Antonio Vega no fue una víctima, fue un sobreviviente y lo fue durante los 30 años que separan el tiempo de 'la Movida' de estos días tristes. Por aquel entonces la 'actitud' era una auténtica suma de deseos, ilusiones, inspiración y aspiraciones. Todo era 'oscuro' pero luminoso, todo fue 'negro' pero colorido, los peinados estaban más cerca de la noche estrellada y los zapatos pisaban un terreno que se cotizaba por la imaginación más que por los vaivenes inmobiliarios.

Antonio no fue el único talento, probablemente tampoco fue el más genial de su generación (¿quién lo es?), pero fue un guitarrista elegante y notable, un letrista melancólico y genuino, un cantante susurrante y un artista carismático incluso en la sombra. Sobrevivió a los ochenta y estrenó otra década con su recordado disco solista, que grabó en el proyecto indie de Paco Martín: Pasión, con Extremoduro, El Pele & Vicente Amigo y Los Rodríguez como compañeros de viaje. Así fue que compartimos sinceras giras conjuntas.

Las espadas de Tequila y el alma de Nacha Pop no tenían privilegios en un tiempo corporativo y había que volver a sembrar para cosechar. Pues plantamos juntos las semillas de una nueva década para no vivir de la nostalgia porque la nostalgia cuando no muere, mata.

Si otros contemporáneos traspasaron las épocas con paso firme, Antonio sobrevivió a los obstáculos pendiente de un vínculo hipotecario, aquel maldito día a día. Y supervivió cantando desde el susurro, acompañado por su público fiel y por una leyenda que hoy ya descansa entre nubes de algodón.

La historia lo invito a quedarse recordando La Chica de ayer, pero Antonio no fue un chico de ayer hasta ayer. Y recuerdo al entrañable Antonio con una frase que tomaré prestada a Ray Loriga: si esta noche veo pasar mil ángeles, ya sé que es Antonio Vega que está llegando a un lugar en donde posiblemente encuentre la paz que tanto cuesta encontrar en la tierra.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?