Miremos hacia atrás: los hermanos Coen son los directores de Fargo. De Muerte entre las flores. De Arizona Baby. Y de El hombre que nunca estuvo allí. Si pusiéramos todas estas películas una tras otra, hasta llegar a No es país para viejos, encontraríamos una larga carretera que las une a todas. Y en esa carretera está Javier Bardem, con ese papel del perturbado psicópata que de tan humano ha atemorizado y emocionado hasta convertirse en el primer español en ganar un Globo de Oro (eso sí, con un papel tan americano como el de Anton Chigurh). Pero volvamos a la carretera.
La carretera donde abandonan al bebé de Arizona Baby, la del accidente de El hombre que nunca estuvo allí. Los tramos nevados de Fargo . Y los paisajes secos y adustos de No es país para viejos. Y podríamos ver su filmografía como una larga road-movie que atraviesa el país y la historia del cine norteamericano: el thriller, la comedia, el cine negro. Bardem, con su reinterpretación de un lugar común en el cine norteamericano, el psico-killer, se une al trabajo que los Coen llevan desarrollando años: reinventar la historia del cine, revisitando sus lugares comunes, dándoles la vuelta y convirtiéndolos en algo nuevo, pasado por un filtro que aúna humor, sorna y una extraña forma de violencia y crueldad.
Un nuevo tramo
No es país para viejos, el último tramo, por el momento, de ese largo viaje, no sólo es una etapa más, sino una etapa nueva. Para los Coen y para Bardem. No será casual que el español haya conseguido el galardón no cuando hizo del cubano Reinaldo Arenas, tampoco cuando se metió en la piel de Ramón Sampedro, sino sólo cuando no es ni un hispano en Hollywood ni un gallego.
Cansados de arrastrar pesados equipajes, los hermanos Coen han soltado lastre y enfilan la ruta hacia terrenos sin explorar: los silencios, el cine de tiempos muertos, los decalages temporales, el paisaje que gana peso en el encuadre, las figuras viscosas del cine de la modernidad.
El personaje que a Bardem le ha valido el Globo encaja con esa nueva mirada: el reverso visible del asesino invisible de Zodiac , un criminal imbatible, siempre fugitivo, sin razones ni motivos para el mal, y al que es imposible dar caza. De la misma manera que resulta imposible completar el relato clásico, contar una historia con principio y final. Como fugitivos de ese sheriff que siempre llega tarde al lugar de los hechos (Tommy Lee Jones), Bardem y los Coen se escapan de lo previsible y marchan delante del relato tradicional por los caminos del fascinante nuevo cine americano.
¿Por qué es el intérprete del año?
LOS GESTOS
El cine sonoro nos hizo olvidar que el gesto, la mirada, los pasos fueron antes del diálogo. En una película casi muda, como ésta, Bardem despliega una lección de interpretación silente, a base de pequeños movimientos, medidos y simples: una sonrisa, una leve cojera, el cuidado al sacar una moneda del bolsillo.
LOS OJOS
Habría que ver la película a cámara lenta, una, dos, tres veces, y contar los parpadeos de Javier Bardem. Habría que certificar una sospecha: Javier “Chigurh” Bardem no parpadea. Los ojos fijos, grandes, enmarcados por las ojeras, apenas desaparecen del plano, nunca dejan de mirar, intimidantes, al espectador.
EL PEINADO
Quizás porque parece el pelo de un niño de seis años. Quizás porque desprende ternura, el peinado de Bardem multiplica la perversidad de su figura, la inquietante sensación de alguien vulnerable y capaz, como los niños, de causar dolor sin percatarse de ello. El pelo a tazón nunca volverá a estar de moda.
LA CARA OCULTA
Bardem lo sabía y lo trasmite. Anton no es un robot, no es sólo un psicópata ni una máquina de matar. Somos todos nosotros. Anton Chigurh es la versión rota de cualquier espectador. Podrías ser tú, si no hubieras superado aquel dolor. Chigurh es vulnerable. Chigurh necesita dormir. Chigurh puede estar mirándote.
Chigurh por Bardem
AJENO
«Intenté crear alguien que estaba en cierto modo como en un estado de letargo, ajeno a los sentimientos de otras personas e incluso a los suyos propios»
HUMANO
«Es una especie de monstruo humano. Coge el arma, va a matar, y es rápido y bueno en lo que hace, pero tiene problemas para conectar con la realidad»
TORCIDO
«Su desconexión se puede ver en la manera de hablar, las pausas que hace. Te puedes identificar porque es una persona normal a la que se le ha torcido algo»
APLICADO
«Para Anton Chigurh matar es parte de su trabajo, es su obligación. Él es como una especie de mensajero, no mata por motivos personales»
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Comentarios
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