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"Odio la idea de fuego purificador de las películas distópicas, me parece que la mayoría de ellas son fascistas". Otra cosa muy distinta es el fuego 'destructor' al que recurre el cineasta alemán Christian Petzold en El cielo rojo, una película que abandona momentáneamente su interés por las heridas y la culpa en la historia de su país, y se centra en el ensimismamiento con que vive la sociedad del mundo rico, ajena a todo lo que le rodea.
Película de verano que arranca como una comedia ácida y se va calentando con el fuego de la tragedia. El cielo rojo está ambientada en Alemania hoy, al borde del colapso climático, y en ella se muestra a cuatro jóvenes, entre ellos un escritor, en una casa de vacaciones junto al Báltico. Allí brotan en un tono ligero los romances, mientras que la naturaleza de la zona se ve cercada por los incendios veraniegos. Pero entre ellos, Leon, el escritor es un tipo con un ego descomunal, con cero empatía, tan ensimismado en sí mismo que es incapaz de entender la importancia de lo que le rodea ni de salir de su mundo.
Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín, la película está protagonizada por un fantástico Thomas Schubert y por la actriz Paula Beer, con la que vuelve a trabajar Petzold. El cielo rojo es la segunda película de su trilogía de los elementos, que comenzó con Ondina. Un amor para siempre.
Estamos tan ensimismados en nosotros mismos que olvidamos lo que es realmente importante. ¿Esto está afectando a las obras de arte, al cine de hoy?
Bueno, es la famosa auto referenciación del artista. Por desgracia, yo, como director, debo confesar que también he tenido experiencias horribles al haber pertenecido a esa burbuja y ese individualismo, que consiste en una especie de permanente auto optimización en la que nos sentimos culpables por tener cáncer, nos sentimos culpables por ponernos enfermos, nos sentimos culpables por tener sueño y querer dormir. Nunca es suficiente esa auto optimización. Y eso sí que es un problema no solo del arte y del cine, sino de la sociedad en general.
El personaje femenino de esta historia hace un trabajo sobre la representación del estremecimiento. ¿Usted aspira a representar el estremecimiento en sus películas?
La verdad, lo que me interesaba realmente era el hecho de que a lo largo de la historia las mujeres siempre se han mostrado y se han visto como objetos que cobran forma a través de la visión masculina. Me interesaba convertir estos objetos en sujetos, rescatar a Kim Novak de Vértigo.
Pero en sus películas siempre hay mujeres que no necesitan a los hombres ni su mirada para existir.
En esta película tenemos a Paula Beer, que interpreta a Nadia, que no necesita a los hombres. Es una mujer que vende helados con un vestido rojo y con la que todos los hombres quieren acostarse, cuando en realidad ella no necesita a los hombres de la película para nada.
Esta es la segunda parte de la trilogía que comenzó con 'Ondina', la trilogía de los elementos, y está dedicada al fuego, ¿como elemento destructor?
En este momento, el fuego que se está produciendo en todos nuestros bosques es solamente un elemento de destrucción, hemos perdido el control completamente. Los incendios vienen todos del capitalismo. Y el fuego que aparece en la película también es el de un joven que pierde el control completamente sobre él mismo.
Christian Petzold, cineasta: "Los incendios vienen todos del capitalismo"
Odio la idea de fuego purificador de las películas distópicas, esas historias en las que se está acabando el mundo y hay que luchar solo como individuo, me parece que la mayoría de ellas son fascistas.
En cierto modo, ¿eso no es parte del mundo del personaje de Leon, el escritor?
Sí, de toda la película y de él. Leon es un ridículo, se cree un artista, cuando en realidad solo está interpretando a un artista. Lo sé muy bien porque yo pasé por eso. Él cree que todas las cosas maravillosas que pasan entre las personas no son ya necesarias.
Con estas ideas hemos ido creando un nuevo mundo, un nuevo cine y un nuevo arte. Pero a mí, a todo el equipo de la película, nos gusta la vida que tenemos, ¿por qué existe ese deseo de limpiar el mundo con fuego? Creo que tiene que ver con el sistema capitalista, porque ante el mundo los capitalistas tienen posiciones distópicas.
El personaje también representa una manera de ver el trabajo, el trabajo productivo…
Bueno, el trabajo está desapareciendo de nuestras sociedades y la pregunta es qué pasa con un mundo en el que el trabajo no existe. Los otros tres personajes de la película tienen trabajo, pero no lo relacionan con su identidad, mientras que Leon es como un hombre del siglo XIX que quiere ser artista. Reunir esas dos visiones, la del XIX y la del XXI, daba muy bien para una comedia.
Le falta el aire para completar la trilogía.
De hecho, tengo el tratamiento escrito y ese tratamiento está basado en una novela, pero no he conseguido los derechos de la novela. ¡Qué bien! Porque no me apetecía nada rodarla.
Usted habitualmente ordena sus películas en trilogías, ¿por qué?
Hay dos razones por las que hago siempre trilogías. En primer lugar, es porque hoy en día en el cine se hacen muchas obras independientes, aisladas, y a mí me gusta lo seriado y, además, me parece que las películas, incluso cuando se hacen independientes, acaban siendo vecinas, teniendo una proximidad.
Al final hablamos del cine de alguien o de algo y es como toda una serie, ¿no? El neorrealismo es una serie, el cine español de los 60 es otra... Y yo no quiero hacer una película aislada. Creo que mis películas y todas las películas necesitan vecinas y vecinos.
Y la segunda razón tiene que ver con mi protestantismo. Tengo la sensación de que si termino una película y me ha salido bien, me tiraré a la bartola, pillaré hamaca y ya no me levantará nadie de ahí. En cambio, si la película ya estaba incluida en una trilogía, me digo que no me puedo relajar porque viene la siguiente película y la siguiente, y trabajo.
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