MADRID
Una historia de las que no se cuentan apenas en el cine, con dos protagonistas femeninas que hablan de mil cosas y entre ellas no están precisamente los hombres. Una delicada historia del amor de una madre y una hija en el momento en que ésta tiene que abandonar el nido. Una apuesta por la mujer y por su valentía de no dejarse vencer por la ausencia y empezar un nuevo ciclo de vida, independiente y libre, a pesar de los roles que le haya impuesto esta sociedad machista. Todo eso es Viaje al cuarto de una madre, el debut de la guionista y directora Celia Rico Clavellino, uno de los nombres de la nueva generación de mujeres del cine español.
“El cine más interesante de los últimos años está dirigido por mujeres”, sentencia esta cineasta, que afirma que “necesitamos más referentes femeninos en los que apoyarnos y que las nuevas generaciones puedan fijarse en muchas cineastas”. Dos mujeres son también sus personajes, interpretados por Lola Dueñas y Anna Castillo, con las que cuenta ese proceso de emancipación con el que reivindica a la mujer, por encima de la condición que adquiere con la maternidad. “Desde luego una mujer no es solo una madre, es una mujer”. La directora Celia Rico reflexiona en esta entrevista sobre la mujer y lo que implica la maternidad:
Hay muchas películas de padre-hijo, padre–hija, madre-hijo, pero poquísimas de madre-hija, sobre todo en un tono positivo…
Sí, buscando referentes he encontrado mucho más en literatura, en cine hay poquísimo. Y es verdad que las películas que tratan esta relación están enfocadas a los traumas y los conflictos. Yo tenía ganas de reflejar algo que es mucho más cercano a todas nosotras, cómo se maneja el amor en una relación y llevarlo a algo cotidiano. Creo que lo que viven los personajes es un momento común a todos.
Tampoco se habla mucho de las madres como mujeres, ¿quiere reivindicarlas con la película?
Sí, tampoco hay referentes en la ficción en los que verse reflejadas. No se habla de este tema ni del momento que vive esta mujer, cuando su hija se emancipa, que es muy importante en la vida. Tampoco se habla en el cine de la menopausia… de tantas cosas.
¿La película es una apuesta por las madres que vuelven a disfrutar de su libertad?
Claro. Su vida queda con la ausencia, es una vida más solitaria, parece muy duro y negativo, pero al final lo que acaba es dando alas a las dos, a la madre y a la hija. En ese momento, una mujer vuelve a pensar en ella misma y descubre que es más valiente y que tiene más deseos de los que pensaba.
¿Quiere decir que una mujer es antes mujer que madre?
Desde luego no es solo una madre, es una mujer. En esta sociedad nos definimos por los roles y a una mujer se la trata como madre aunque no quiera. Quería cuestionar un poco esos roles y pensar cómo nos situamos en ellos. Tenemos que hacer estos juegos de distancia, también con los hijos.
Ha convertido lo que el cine cuenta como tragedia en una celebración.
Me sale de manera natural. Nada de victimismo, nada de tragedia. No me interesan los grandes dramas porque la vida no es eso. No todos los días sucede una tragedia. ¡Hay tantas formas de afrontar el día a día! En las reacciones que tenemos cada día es donde reflejamos cómo somos y quiénes somos. No me siento nada reflejada en los victimismos de otras películas.
Dice que la película nació de una sensación física, ¿cómo fue?
Es la sensación de la mesa camilla. Una sensación física que asocio a la maternidad. Estamos unidas a la madre en el útero, es una sensación de protección, pero hay que salir y eso es algo que va más allá del parto. Vivimos un proceso físico de separarnos de nuestros padres. Y eso tiene mucho que ver con los espacios domésticos, con la casa, con los espacios de confort, donde estás tranquila y sientes seguridad.
En su opinión, cuando madre e hija se separan ¿sucede algo especial?
Es un arma de doble filo, hay que salir de ese espacio, es algo necesario, pero también nos frena. Vivian Gornick dice que si no salimos de casa, nos asfixiamos, pero si nos vamos demasiado lejos, nos falta el aire. No podemos hacer la vida dentro, pero lejos también es difícil.
¿Sería igual esta historia si fuera un padre y no una madre?
Creo que la relación más física es solo con la madre, tiene que ver con el cordón umbilical. El padre, aunque te protege y te abraza, no es lo mismo. Es una cosa muy común a las mujeres, es verdad que los hombres han hablado muy poco de este tema. Tiene mucho que ver con el vínculo de los cuidados y eso tradicionalmente ha sido responsabilidad de las madres.
¿Usted es la hija de esta película?
Tengo una relación muy especial con mi padre que, además, es mi profesor. Pero el elemento costura del personaje de Lola Dueñas es de mi madre y de las madres, es lo de vestir a los hijos, que también es siempre cosa de las madres.
Ha decidido contar la historia desde el punto de vista de las dos, ¿por qué?
Indagando en otras películas, me he dado cuenta de que el foco siempre está puesto en los hijos. Supongo que es más ilusionante por la vida que están por construir. Pero me parece rarísimo que nunca se hable de las personas que se quedan detrás. El proceso de emancipación lo viven las dos personas, ambas partes aprenden a vivir sin la otra persona. Los padres, en este caso la madre siente más el vacío y la ausencia y eso me parecía más complejo.
Usted forma parte de la nueva generación de mujeres cineastas…
Afortunadamente, porque ha costado. Aunque a mí no me ha costado especialmente, el techo de cristal existe, aunque ahora de una forma más sutil. Me pregunto qué hubiera sido de mi primera película si el guion tuviera otro tema y hubiera requerido un presupuesto más alto. Tengo dudas de si hubieran confiado en mí, una mujer. Los proyectos más interesantes, el cine más interesante de los últimos años está dirigido por mujeres, espero que no nos quedemos en una moda. Necesitamos más referentes femeninos en los que apoyarnos y que las nuevas generaciones puedan fijarse en muchas cineastas.
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