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Actualizado:Es uno de los muertos más vivos de la democracia, difunto sin lápida pero con epitafio: "¡Canta, Nani, canta! ¿Dónde está el oro?".
Santiago Corella entró el 12 de noviembre de 1983 en las dependencias de la Brigada Judicial de Madrid, en la Puerta del Sol, y tras una paliza de infarto salió con los pies por delante. Sin embargo, los policías que lo torturaron declararían en el juicio que huyó mientras buscaban en un descampado de Vicálvaro las armas con las que supuestamente había cometido un atraco.
Aunque los ejecutores del asalto a la joyería Payber, en el barrio de Lavapiés, serían arrestados tiempo después, el Nani fue detenido en su casa junto a su mujer y conducido a la Puerta del Sol, antigua sede de la temida Dirección General de Seguridad. Hasta allí también fueron trasladadas sus hermanas y un compañero de fechorías, Ángel Manzano, quien vio a su colega hecho una piltrafa, los pies que se arrastraban por el suelo cuando lo metían en el calabozo, ecce homo quinqui.
Si a él lo habían molido a hostias, podía imaginarse el trato recibido por Santiago Corella, cuyo estado no le hubiese permitido huir esposado, a campo través, una gélida noche de otoño.
El Nani fue el primer desaparecido de la democracia a manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Al menos, que se conozca, pues el juicio reveló la existencia de una mafia policial, formada por agentes de la brigada antiatracos de Madrid, compinchados con delincuentes que asaltaban joyerías para luego repartirse el botín. Los policías no dudaban en cepillarse a los maleantes cuando estos resultaban incómodos, bien porque eran los únicos testigos que podían delatarlos, bien porque así tocaba más dinero para cada uno.
Para sentar en el banquillo a los siete acusados, de los que resultarían condenados un comisario y dos inspectores a más de 29 años de cárcel, fue trascendental el trabajo de un juez instructor que desde el principio dudó de la versión policial y sorteó las presiones, así como de los dos tenaces abogados de la familia. También fueron valientes los periodistas que se hicieron eco del caso Nani, entre ellos Javier Valenzuela, quien recibió en El País a las hermanas del desaparecido, decididas a enfrentarse al poder para que se hiciese justicia.
Entre otros actores, un joyero santanderino, receptor de algunos botines, detalló el modus operandi de los acusados, aunque su testimonio fue desacreditado; el polémico Emilio Rodríguez Menéndez, cuyos ojos vieron el cuerpo sin vida en la Puerta del Sol, según el abogado defensor; o el controvertido aristócrata Jaime Messía Figueroa, quien confesó a un reportero de Interviú, sin saber que estaba siendo grabado, que se había encargado de "hacer desaparecer" el cadáver: "Solo hay una persona en el mundo que sabe dónde está, y soy yo".
¿Pero dónde está el Nani? Antes de responder, conviene ver los dos episodios de Pacto de Silencio (RTVE Play), dirigido por Ángela Gallardo y César Vallejo, quienes rehúyen el relato maniqueo y reconstruyen los hechos al estilo de Juan José Echevarría, periodista de El País y uno de los entrevistados en el documental: "Este es un caso en el que prácticamente todas las partes implicadas tenían cosas que ocultar. No solo los policías, los delincuentes también. Y tenían actuaciones que era mejor que no se conocieran".
El juicio por la desaparición de Santiago Corella
"Desde un primer momento, tuve claro seguir el hilo judicial, más que intentar establecer con todos ellos unas relaciones basadas en lo que me contasen. Porque lo que me iban a contar, en gran medida, era mentira", añade el reportero. Gallardo y Vallejo también evitaron distinguir entre buenos y malos, por lo que han articulado la serie a partir del sumario, de las imágenes del proceso y de las entrevistas que realizaron a los protagonistas, aunque ningún policía ha querido dar la cara.
"El documental surge cuando descubrimos que el juicio se grabó íntegramente y que el material de RTVE estaba muy bien conservado. Vimos su potencial, empezamos a investigar y contactamos con todos los implicados", explica Ángela Gallardo, quien señala que el juez instructor, Andrés Martínez Arrieta, recibió amenazas veladas porque hasta entonces "nunca se había cuestionado un atestado policial". Sin embargo, "los acusados tuvieron la mala suerte de que cayó en sus manos, porque la judicatura también procedía del franquismo", añade César Vallejo. "Si se hubiese hecho cargo del caso otro juzgado, no hubiese prosperado".
La directora y guionista de Pacto de Silencio valora el papel determinante de las hermanas de Santiago Corella: "Sin su lucha no se habría llegado absolutamente a nada. Son las que consiguen hablar con los medios de comunicación y convencer a un abogado para que aceptase el caso, después de que muchos otros lo rechazasen". Por ello, "el documental también es un reconocimiento a su valor y a su coraje, porque siendo familiares de un delincuente —o sea, nadie— consiguieron llevar a la Policía a juicio".
Ángela Gallardo recuerda que aún no se había producido una "depuración real" de las instituciones ni de las fuerzas de seguridad. "Era una Policía heredada del franquismo, acostumbrada a pegar y maltratar. A eso habría que sumar la aplicación de la ley antiterrorista a los delincuentes comunes, que permitía que existiesen las torturas, producto del aislamiento y la incomunicación, de la falta de un abogado y de la impunidad". La sentencia del caso será un aviso para navegantes, por lo que, según ella, a partir de entonces disminuyen ese tipo de prácticas.
César Vallejo ensalza el contrapoder que ejercía la prensa de la época, pese a que recibió presiones hasta del ministro de Interior, José Barrionuevo, quien ha declinado participar en la producción de RTVE Play. En ese sentido, la escritora y periodista Rosa Montero tiene fijada en su retina la mirada desafiante de los policías durante el juicio, esa "chulería de la gente que verdaderamente se ha sentido en la mayor impunidad", por lo que "daban mucho miedo". Según su colega Juan José Echevarría, "todos éramos conscientes de que estábamos descabalgando a unas personas que habían tenido mucho poder y que habían sido los reyes en la ciudad de Madrid, dentro de los cuerpos de seguridad; es decir, gente absolutamente intocable".
El caso Nani, punta del iceberg de la mafia policial
En un esfuerzo por no sobrepasar la frontera de la objetividad, el director y guionista afirma desde la equidistancia: "Es difícil juzgarlo desde el momento actual. De hecho, algunos policías pensaban que realmente lo estaban haciendo bien, como si prestasen un servicio a la sociedad, porque sacaban a delincuentes de las calles en una época con mucha criminalidad". Sin embargo, algunos aprovecharon para lucrarse, por lo que ahora intenta arrojar luz en la zona oscura del Cuerpo. "Es muy raro que solo estuviesen al tanto quienes fueron juzgados. Tenían que saberlo los 127 agentes que formaban parte de la brigada antiatracos, aunque eso no significa que todos integrasen la mafia policial".
César Vallejo cree que esos años deben ser sometidos a una revisión, porque todavía se desconocen algunos pasajes turbios: "Permanece sin resolver la desaparición del joyero Mariano Loriente, así como otros sucesos en los que estaban implicados algunos policías, como el atraco a la sucursal de Banesto de Madrid [el botín fue de 1.200 millones de pesetas, en joyas, oro y efectivo]". En el documental se relatan todos los casos que salpicaron a la mafia policial —algunos absueltos volverían a sentarse en el banquillo— y el macabro triángulo que se estableció entre Santander, Bilbao y Madrid. "Esos no son los años ochenta que nos habían contado".
Los autores de Pacto de Silencio han comenzado a montar un puzle de proporciones "gigantescas", si bien reconocen que con las piezas existentes es "imposible saber qué le sucedió a Santiago Corella y dónde está su cuerpo, excepto que confiesen las únicas personas que lo saben y reparen el daño causado a su familia", concluye Ángela Gallardo, cuya reconstrucción del caso Nani ofrece varias pistas: dos pantanos de Córdoba y una finca en la misma provincia perteneciente a Messía Figueroa; la presa de Guadalén, en Jaén; un descampado de Vicálvaro o un terreno cerca de Madrid.
Nacido en 1954 en Auñón (Guadalajara) y criado en la capital en el seno de una familia muy humilde, cuyo padre abandonó a sus siete hijos cuando eran unos críos, ahora se cumplen cuatro décadas de su desaparición, cuando aún no había alcanzado la treintena. La hipótesis de su huida a un país extranjero fue una cortina de humo, cuya sombra sigue proyectándose sobre el interrogante: ¿dónde está el Nani?
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