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MADRID.- “Mi generación tendrá que tomar el relevo de la actual. Es importante que entendamos qué sucedió”. La popular y jovencísima cantante Selena Gómez se refiere con estas palabras a la crisis económica. Ya sabemos ‘cuándo’ y, desde luego, ‘quiénes’, pero para que no se repita necesitamos conocer bien ‘cómo’. Y este es un trabajo al que ella misma contribuye en una escena que comparte con el economista conductual Richard Thaler en la película La gran apuesta, una de las candidatas favoritas de los Oscar que, efectivamente, funciona como divertido ‘manual de la crisis de la economía mundial’.
Material didáctico de primera, el filme –que ha recibido elogios sin control en EEUU– esconde, sin embargo, una pequeña falla. Disfrazada de historia de denuncia contra la delincuencia financiera y las prácticas criminales de los bancos, en realidad es la crónica de cómo los carroñeros más listos supieron aprovechar la codicia y necedad del sistema para sacar su mejor tajada. Esto es, sin duda, una muy buena historia, pero pierde mucho encanto cuando se descubre que, una vez más, Hollywood ha convertido a estos en triunfadores, mientras mira condescendiente por encima del hombro a los millones de ‘pobrecitos’ estafados del planeta.
El estallido de la burbuja inmobiliaria
Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt (Mejor Elenco del año por la National Boards of Review) se pusieron de acuerdo para bajar sus cachés y colaborar de ese modo a que se hiciera la película. Un filme en el que se han puesto insospechadamente a las órdenes de Adam McKay, conocido por ser el director de las comedias de Will Ferrer (Pasado de vueltas, Hermanos por pelotas…) y del que no se esperaría este cambio de registro. El resultado es una buena película, ágil, con guiños narrativos interesantes y, desde luego, unas estupendas interpretaciones. El conjunto se ha merecido cinco nominaciones a los Oscar. La gran apuesta aspira a las estatuillas de Mejor Película, Director, Guion Adaptado, Actor de Reparto (Bale) y Diseño de producción.
Otoño de 2008, la economía de EEUU se hundió arrastrando consigo a más de medio mundo. Para entonces, ya había quienes se habían percatado del riesgo de mantener la confianza en que los precios del sector inmobiliario seguirían subiendo y subiendo. De hecho, ocho años antes, unos cuantos personajes predijeron la burbuja del crédito y de la vivienda. También se dieron cuenta de que los bancos, el gobierno y los medios de comunicación se negaban a reconocer el colapso de la economía. Esta es la historia de esos tipos.
"El mercado inmobiliario se va a derrumbar"
Inspirada en el libro de Michael Lewis, Un sueño posible, sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria, la película sigue los pasos de los personajes reales que apostaron contra los bancos y ganaron. Christian Bale interpreta a Michael Burry, un neurocirujano amante del heavy metal que abandonó la Medicina y se convirtió en gestor financiero. Tras estudiar miles de préstamos individuales agrupados en bonos hipotecarios de calificación elevada, dio el campanazo apostando contra los créditos hipotecarios. “Todo el mercado inmobiliario está apuntalado sobre créditos basura, se va a derrumbar”.
Mientras tanto, otro gestor de fondos de gestión alternativa, Mark Baum, en manos de Steve Carell, inició su propia investigación. Llegó a idéntica conclusión. Apostó en los mismos términos y, a pesar de que en la película aparece como el tipo moralmente preocupado por la tragedia que todo esto iba a ocasionar a millones de personas del planeta, ganó, como Burry, muchos millones de dólares. El dinero robado cambiaba de mano.
El banquero de Wall Street Jared Vennett (Ryan Gosling), un par de gestores financieros de poco más de veinte años, interpretados por Finn Wittrock y John Magaro, y el banquero Ben Rickert al que pidieron ayuda, que en la ficción está encarnado por Brad Pitt, son el resto de personajes de esta historia.
"Lo obsceno y lo profano"
La gran apuesta, que ya ha recaudado más de 50 millones de dólares en taquilla, destapa las malas artes de banqueros, gestores y otros personajes del mundo financiero, descubre la trampa de los términos imposibles creados para que nadie los entienda, explica bastante bien la crisis y pone a caldo a ladrones y estafadores del sistema financiero. Aunque perdone y, mucho más, encumbre a los que supieron, aprovechando la codicia de todos estos, exprimir os últimos millones del gran fraude.
El Premio Nobel de Economía y Príncipe de Asturias, Paul Krugman, ha recomendado en el New York Times esta película, mencionando el mismo objetivo que Selena Gómez, la necesidad de que la gente sepa cómo ha ocurrido el cataclismo económico mundial. “Algunas personas quieren que el pasado se repita, y por eso pretenden asegurarse de que lo estamos recordando incorrectamente”.
Finalidad muy noble que, sin embargo, no redime del todo un proyecto que hace héroes a los especuladores que se forraron, aunque fuera a costa de los bancos, con los dólares estafados a millones de ciudadanos. Martin Scorsese, en su retrato de la delincuencia financiera que hizo a través del personaje de Jordan Belftor, El lobo de Wall Street, lo tenía éticamente mucho más claro. “Esta es una historia que gira en torno a lo profano, no a lo sagrado; a lo obsceno, no a la decencia. La obscenidad y la profanidad no se esconden, son parte de una cultura”.
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