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Lincoln Rhyme: Cazando al coleccionista de huesos se adentra de nuevo en un terreno y una historia que ya exploró el cine hace más de dos décadas y mantiene uno de los cambios más importantes hechos entonces con respecto a los libros al elegir a Russell Hornsby como protagonista.
El procedimental es un formato que funciona y gusta. Sentarse delante de la pantalla y disfrutar del caso de la semana guiados por una pareja de policías o un grupo de ellos a quienes se les coge cariño y cuyas peripecias personales y laborales hacen que a la larga se conviertan en uno más de la familia. Especialmente si su existencia se prolonga en el tiempo. Todo (o casi todo) el mundo tiene su título favorito. Ese con el que si se tropieza haciendo zapping acaba viéndose por muy repetido que sea el episodio en cuestión. Ahí estaban Castle y Beckett, Brennan y Booth, Grissom y sus chicos de CSI o los veteranos de Navy: Investigación criminal, por mencionar algunos de ellos.
AXN es la casa de algunas de las series policiales más conocidas y ahí es donde aterriza hoy Lincoln Rhyme, adaptación de las novelas de Jeffery Deaver. Si esta tiene la larga vida de las enumeradas antes o no, habrá que ver. Material del que tirar no le falta con 14 novelas salidas de la mente de un prolífico escritor que ya vio como su Coleccionista de huesos daba el salto a la pantalla en 1999 en formato película con Denzel Washington y Angelina Jolie en los papeles principales. Ahora el guante lo recogen Russell Hornsby y Arielle Kebbel. Ambos hacen suyos los personajes -la adaptación cinematográfica no es uno de los títulos más recordados de un abonado al Oscar como Washington- y juntos firman un piloto dentro de los cánones del género que no innova pero que da lo que se espera.
Lincoln Rhyme: Cazando al coleccionista de huesos plantea un caso concreto que se resuelve en ese primer episodio que supera por poco los 40 minutos de duración, uno más amplio que recorrerá toda la temporada -compuesta de 10 capítulos- y cumple con el requisito de presentar a unos personajes cargados de traumas pasados y presentes que lidian con ellos como buenamente pueden y se vuelcan en su trabajo para intentar encontrar una razón para levantarse cada mañana. El arranque apuesta por una primera escena brutal en cuanto a contenido y significado. Es el detonante de toda la trama. En cuestión de unos minutos pinta al personaje de Rhyme como un tipo seguro de sí mismo capaz de arriesgarse hasta el punto de intentar desactivar él solo una bomba sin más ayuda que su suerte y sus conocimientos y que acaba cayendo en una trampa que lo deja postrado en una cama sin poder mover más que, ligeramente, parte de una mano.
En su primer episodio la serie creada por Mark Bianculli y VJ Boyd juega con los tiempos tirando de flashbacks para trazar las líneas que unen al personaje de Rhyme y al coleccionista de huesos (Brian F. O’Byrne). El primero responde al arquetipo del agente sabelotodo que molesta a muchos con su actitud -“ya soy bueno, quiero ser el mejor”, dice en uno de esos viajes narrativos en el tiempo hacia atrás- y al que una vez condenado a la inmovilidad solo su agilidad mental y sus conocimientos profusos de casi todo lo ayudan a sobrellevar su situación. Cazar al conocido como Coleccionista de huesos es su prioridad. Al otro lado, ese asesino que se deja arrastrar por la teatralidad en sus crímenes y una puesta en escena planteada como un juego -asesinatos de tres en tres y pistas en el anterior para evitar el siguiente- en la que resulta evidente que hay algo de personal.
Y entre medias del uno y el otro, Amelia, una joven agente de policía que se gana la vida patrullando el metro de Nueva York desperdiciando su talento bajo tierra mientras el FBI rechaza su solicitud de ingreso. Al menos así era antes de cruzarse su camino con el del asesino más buscando por el departamento de policía de Nueva York. Es ella quien encuentra el cadáver que apunta al regreso del coleccionista y su arrojó llama la atención de esa leyenda del cuerpo que da título a la serie. Arrastra, claro, su propia losa: un pasado sin padres y una hermana.
Ese primer episodio, dirigido por Seth Gordon, pone sobre la mesa a los personajes, entre los que destacan los también agentes Eric Castillo (Ramses Jimenez) y Rick Sellitto (Michael Imperioli), y está planteado como una carrera contra el tiempo. La capacidad de deducción y de lectura de las pistas de Rhyme debe encajar, sin conocerse ni haber trabajado juntos antes, con la habilidad de Amelia para operar sobre el terreno. Ella le traslada a las escenas del crimen a las que él no puede desplazarse. No les queda otra que entenderse si quieren salvar la vida de las dos siguientes víctimas. Todo para acabar jugando la baza de que todo sea algo personal, que es el terreno en el que se mueve la serie y lo que que hace que salte la chispa.
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