córdoba
La decisión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de convertir el museo de Santa Sofía en mezquita ha convulsionado la escena cultural internacional y provocado reacciones de contrariedad en la Unesco, el máximo organismo de vigilancia del patrimonio mundial. Con la medida, el dirigente turco da un giro de tuerca más en la islamización del país y quiebra la tradición secularizadora emprendida por Ataturk en la primera mitad del siglo XX. Para sortear la presión internacional y la amenaza de la Unesco con retirar a Santa Sofía del listado del Patrimonio Mundial, el Gobierno de Ankara se ha apoyado en el caso de la Mezquita de Córdoba, consagrada al catolicismo en 1236 tras la conquista castellana de la antigua capital de Al Andalus. Pero el templo omeya y Santa Sofía no son el mismo caso. Aquí analizamos sus principales diferencias y alguna semejanza.
Tres diferencias
1. Templo frente a museo
Desde su construcción en el año 785 por Abderramán I, la Mezquita de Córdoba no ha dejado ni un día de usarse como templo. Hasta 1236 fue el oratorio musulmán principal de Al Andalus, aunque también se comportó como sede política, diplomática y hasta jurídica de todo el entramado de poder andalusí en los años del esplendor califal. Con la conquista de Córdoba por Fernando III, el templo fue consagrado al catolicismo, religión oficial del proto Estado. El edificio entonces sufrió pequeñas modificaciones para adaptarlo al rito cristiano. Pero no fue hasta el año 1523 en que el obispo Alonso Manrique ordenó la destrucción del corazón de la Mezquita para edificar una gran Catedral incrustada en su eje. La decisión provocó un cisma político con el Ayuntamiento de la ciudad, que tuvo que resolver el rey Carlos V, soberano del monumento.
Santa Sofía experimentó un camino inverso. Construida en el año 532 como basílica cristiana ortodoxa, en 1453, tras la caída de Constantinopla, fue convertida al islam. Hasta que en 1934 el presidente Ataturk decidió otorgarle un estatuto de museo en el marco del ambicioso programa de secularización y modernización de Turquía puesto ahora en jaque por Erdogan. Santa Sofía, por lo tanto, lleva casi un siglo desprovista de función confesional y dedicada exclusivamente al uso cultural para que millones de visitantes admiren su excepcional valor artístico y patrimonial. Este es uno de los elementos diferenciadores con el caso de la Mezquita de Córdoba.
Lo sorprendente es que el propio Erdogan defendió el modelo de musealización de Santa Sofía cuando visitó hace diez años la Mezquita de Córdoba. Entonces, y según el guía cordobés Luis Recio, el presidente turco reprobó el uso católico del templo andalusí porque distorsionaba la historia del monumento. Diez años después, parece haber cambiado de opinión. La reversión a mezquita de Santa Sofía ha abierto un intenso debate patrimonialista. "Lo veo como un paso atrás", lamenta José Miguel Puerta Vílchez, profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Granada y uno de los máximos expertos en Al Andalus. La decisión se ha tomado "sin consenso" en Turquía, según Puerta Vílchez, cuya sociedad, aunque es mayoritariamente musulmana, integra importantes sectores laicistas. El portavoz de la Plataforma Mezquita Catedral, Miguel Santiago, también usa la misma expresión para definir el gesto de Erdogan: "Retroceso". Pero advierte que el de Santa Sofía no es el mismo caso que el de la Mezquita de Córdoba. "Aquí nunca se ha interrumpido su uso como templo", subraya. "Es una diferencia fundamental". Y recuerda que la Plataforma jamás ha discutido su uso litúrgico como templo católico.
2. Dos espacios delimitados
La Mezquita de Córdoba integra dos espacios claramente diferenciados, al contrario que la basílica de Santa Sofía. El obispo Alonso Manrique desmontó 3.000 de los 24.000 metros cuadrados del templo musulmán para erigir su Catedral católica en el centro. Eso permitió que gran parte del bosque de columnas característico del oratorio islámico haya seguido intacto cinco siglos después. En términos espaciales, la parte cristiana y la musulmana se encuentran perfectamente delimitadas. Nada que ver con Santa Sofía, que cuenta con una estancia única. La singular fragmentación de la Mezquita de Córdoba ha posibilitado que, en la práctica, el edificio admita dos usos diferenciados: el litúrgico, en el crucero catedralicio; y el cultural, en el oratorio islámico. Aunque los obispos, cada vez con más intensidad, procuran invadir el bosque de columnas con iconografía católica y actos litúrgicos para evidenciar su dominio simbólico sobre todo el edificio ante la protesta de los grupos patrimonialistas.
La unicidad espacial de Santa Sofía, sin embargo, no tolera esa flexibilidad funcional. O se usa como museo o como templo de oración. Y esa es la controvertida opción activada por el presidente Erdogan, que impedirá que millones de visitantes de todo el mundo accedan como antes a uno de los testimonios artísticos más sorprendentes de la historia contemporánea.
3. Misa en la Mezquita
La Mezquita Catedral de Córdoba es un edificio simbiótico en sí mismo. Ha integrado con razonable naturalidad dos religiones y dos culturas arquitectónicas aparentemente divergentes. El ejemplo más palmario de ello es una frase popular de largo arraigo en la ciudad: "Voy a misa a la Mezquita". Y así ha sido durante siglos en una ciudad de mayoría católica rendida sin condiciones al fulgor universal de su Mezquita. Ese mestizaje cultural simbolizado en el monumento omeya forma parte del ADN histórico de Córdoba.
Algunas voces han reclamado de forma esporádica el uso ecuménico del templo también para musulmanes. El caso más notorio fue el protagonizado por Mansur Escudero, psiquiatra y musulmán converso, que en 2006 realizó un rezo islámico en la Puerta del Perdón para reivindicar la fraternidad interreligiosa. El simbólico acto fue mal recibido por el Obispado de Córdoba, que quiso ver en el gesto de Escudero la punta del iceberg de un plan calculado para recuperar la Mezquita en favor de los musulmanes. Sin embargo, la comunidad islámica de origen árabe establecida en la ciudad se apresuró a desmentir esa pretensión. La abundante iconografía católica en el edificio y la multitud de enterramientos bajo el subsuelo hacen inviable ya su utilización como templo musulmán. El desmentido sirvió de poco. La Iglesia ha seguido atizando el episodio de Mansur Escudero como arma arrojadiza contra la Plataforma Mezquita Catedral, cuya causa se centra en la defensa de la titularidad pública del monumento y nunca ha defendido el uso ecuménico del oratorio.
En Turquía, el debate sobre Santa Sofía destapa las tensiones entre islam y laicidad. Erdogan se ha propuesto revertir el programa secularizador de Ataturk ante la perplejidad de un sector de la sociedad entroncado con la Turquía moderna y europeísta. "El presidente hace un uso político de la religión", argumenta Puerta Vílchez, conocedor también de la convulsa realidad de Oriente Medio.
Y una semejanza
1. Dos visiones excluyentes
Lo que sí aúna en buena medida a Erdogan con los actuales administradores de la Mezquita de Córdoba es su visión excluyente de los dos monumentos. El presidente turco ha decidido de forma unilateral fulminar el estatuto de museo de Santa Sofía para imponer el dominio islámico por encima de sus valores multiculturales. Es un acto inequívoco de sometimiento de la identidad cristiana del monumento, cuyos signos artísticos serán relegados. De tal modo, que los espléndidos mosaicos y pinturas bizantinas con figuras humanas, que contravienen la liturgia islámica, serán tapados provisionalmente hasta que se concrete una solución definitiva. Todos esos frescos de valor artístico extraordinario ya fueron encalados durante los 500 años en que la basílica se destinó a mezquita y recuperados posteriormente en 1934 cuando se convirtió en museo. Este es precisamente el mayor punto de fricción con la Unesco, que ya ha advertido que Santa Sofía podría perder su condición de bien integrante del listado del Patrimonio Mundial, donde ingresó en 1985 como museo.
Los obispos de Córdoba también han tenido un largo historial de convivencia conflictiva con la Mezquita omeya. A la construcción de la Catedral en su interior, que representó una traumática ruptura arquitectónica en el siglo XVI, sucesivas intervenciones posteriores han ido colonizando el monumento y desvirtuando su identidad andalusí. Decenas de capillas cristianas fueron adosadas en su perímetro y numerosos altares y pegotes barrocos adornaron con los siglos el edificio con el objetivo de asimilarlo paulatinamente a un templo católico. El prodigioso Mihrab de Al Hakam II, icono universal de la Mezquita, fue tapado por una capilla y quedó oculto durante 450 años hasta que un obispo ilustrado lo rescató en el siglo XIX. Los nobles artesonados califales fueron sellados con bóvedas encamonadas y las dovelas rojiblancas características de los arcos de la Mezquita fueron encaladas en un intento de amputar su identidad primigenia. Fue un arquitecto del Estado quien recuperó a principios del XX gran parte de los signos perdidos del excepcional monumento.
Si todas estas actuaciones arbitrarias podrían ser explicables en el contexto de un tiempo histórico donde no existían normativas de protección patrimonial, difícilmente comprensible es la "voluntad de desnaturalización del monumento" por parte de los obispos en pleno siglo XXI, tal como ha denunciado sistemáticamente la Plataforma Mezquita Catedral y un buen número de especialistas en la materia. A principios de este milenio, el obispo eliminó el nombre de Mezquita de todos los trípticos y documentos oficiales para usar de forma excluyente el de Catedral de Córdoba. El relato histórico fue tergiversado, se minimizó la naturaleza islámica del mayor templo de Al Andalus y se redujo la gran Mezquita de Córdoba a una mera “intervención islámica en la Catedral”, lo que originó una amplia contestación ciudadana, que obligó finalmente al obispo a echar marcha atrás en su pretensión. Aún hoy el Cabildo catedralicio persiste en su intención de llenar el oratorio islámico de continuas exposiciones de arte sacro y planea trasladar las taquillas de la Mezquita al Palacio Episcopal, donde establecerá un centro de interpretación del monumento como parte de la historia cristiana de Córdoba.
Muchos expertos han expresado abiertamente su disconformidad con el modelo de gestión. "Lo fundamental es preservar el legado andalusí", advierte José Miguel Puerta Vílchez, "y que no se tergiverse la historia". "Es importante conservar la identidad de la Mezquita", resalta. Esa es también la posición de la Plataforma Mezquita Catedral. "Nosotros abogamos por el respeto a la identidad de la Mezquita y a lo que significa culturalmente", asegura su portavoz, Miguel Santiago. El colectivo ciudadano ha denunciado reiteradamente la "arbitraria gestión del monumento" y ha defendido la puesta en marcha de un Plan Director que ordene los usos litúrgico y cultural para evitar la amputación de los valores intangibles andalusíes reconocidos en la declaración de la Unesco de 1984.
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