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Arantxa Echevarría denuncia en 'Chinas' el paternalismo europeo y el racismo con el colectivo chino

La cineasta Arantxa Echevarría, durante el rodaje.
La cineasta Arantxa Echevarría, durante el rodaje. Dani Mayrit / AContracorriente Films

Eran las tres de la mañana. La cineasta Arantxa Echevarría, en pijama, intentaba coger una caja que había colado por la valla del bazar chino de su barrio, Lavapiés. Era una muñeca Monster High para Lucía, la niña de ocho años, hija del matrimonio que trabajaba allí. Como los padres no iban a hacerla regalo de reyes magos, decidió hacérselo ella. "A las 3:00 h de la mañana abro los ojos y '¿qué hago yo metiéndome en la cultura de otra familia? ¿pero de qué voy?' Buenista europea, que creo que voy a salvar la vida de alguien. Soy gilipollas. Me bajé en pijama al bazar y no llegué a coger la muñeca con un palo. La gente me miraba, el típico borracho… Y me fui a casa súper súper triste. Y me dio tanta vergüenza que jamás volví".
Años después ha vuelto para contar la historia de esa niña y de la comunidad china que vive en Madrid. Si antes dio voz a las mujeres gitanas en su espléndida opera prima, Carmen y Lola, ahora se la da en Chinas a la segunda generación de emigrantes chinas en España y a las niñas chinas adoptadas aquí. Con fotografía de Pilar Sánchez, la película, que se estrenó en el 71 Festival de San Sebastián y llega ahora a los cines, revela los problemas de identidad de estas niñas y adolescentes, denuncia el racismo al que se enfrentan, el machismo y la hipersexualidad entre los jóvenes, y reivindica una mayor convivencia "en vez de hablar tanto de integración".

¿Nunca volvió a aquel bazar?

Sí, cinco años después, pero ya no estaban. Pero volví a pensar en la visión de los europeos hacia otras culturas, el paternalismo… y pensé que esto era una historia y me puse a investigar

Una vez más habla de identidad en una película, ¿qué le interesa tanto de este problema?

Es algo que a mí siempre me ha preocupado bastante, el pertenecer a algo. No me siento que pertenezca a nada y es una sensación muy extraña, también por ser bollera, o sea no soy normal, no tengo esa normalidad que parece que mola tanto. La emigración, las segundas generaciones se sienten así.

Las segundas generaciones y las niñas adoptadas ¿no?

Claro. He hablado con muchas niñas adoptadas y es un viaje complicado. Los padres las meten en clases de chino y ellas lo que quieren es ser como sus otras amigas, llamarse Manuela y santas pascuas. Es un problema gordo, que suele surgir a los 16 o 17 años.

Una de las niñas protagonistas de la película.
Una de las niñas protagonistas de la película. AContracorriente Films

En España no nos relacionamos prácticamente con las personas que han venido de China, ni ellas con nosotros…

Yo creo que más que hablar de integración hay que hablar de convivencia. Y eso tiene dos caminos. Creo que con la película se entiende un poco que los chinos que vienen a España vienen a hacer dinero, a trabajar, y que no tienen tiempo ni de ir al colegio ni de estudiar ni de hacer amigos, que solamente están intentando conseguir un futuro a sus hijos. Y luego está el idioma… es complicadísimo, la grafía, todo, o sea, es como meterte en Marte de pronto. Y nosotros vamos de enrollados y de que tenemos un país multirracial donde si vemos que el rumano, que es muy listo y que su lengua se parece muchísimo a la nuestra, pensamos que qué majo. Pero para un chino hablar español es complicadísimo y tiene mucha vergüenza de hacerlo mal. Y parece que son agresivos porque hablan más alto y en realidad es como mi madre cuando se va a Londres y grita. Creo que es una cuestión de convivencia de los dos lados.

En 'Chinas' hace un retrato de una sociedad, la española, racista, machista, explotadora, ¿era una de las intenciones?

Sí, sí, porque para mí es un poco el reflejo de la sociedad. Somos racistas, somos homófobos... Lo de Rubiales está en todas partes. Creemos que vivimos en una sociedad estupenda donde la mujer ha conseguido todo y que ya no queda nada por hacer. Pero la realidad es que todavía nos queda mucho camino.

¿Por qué ni siquiera se mencionan en la película las mafias chinas?

No hay nada en la película de eso porque yo no he llegado a ello. En mi labor de investigación, no he llegado, pero seguro que hay, como en todas partes. Ha habido redadas y todo eso, pero yo no he llegado y he estado dos años dándole caña al tema. Además, aunque hubiera llegado, no sé si me habría interesado, porque yo quería hablar de del día a día y de meterte en la vida de una familia normal. No tenía sentido hablar de eso porque no me interesaba.

¿Lo que sí le interesa es denunciar el machismo y la hipersexualidad entre los jóvenes hoy?

Lo que dice la película de la juventud española es algo que está pasando. En la película se menciona el juego sexual de ‘El muelle’ y con eso quiero hablar también del rollo machista que hay ahora mismo. Cada vez es peor, el novio que tiene el móvil de la niña duplicado para saber dónde anda, que si tengo celos significa que te quiero, el juego del muelle… De lo de este juego (los chicos en círculo sin ropa interior, las chicas se van sentando sobre ellos forzando una penetración y el que primero eyacula, pierde) me enteré en la película, es algo que están jugando ahora las niñas porque creen que es empoderamiento, que ellas son las que manejan al tío porque ellos no les pueden tocar… ¿Pero, que está pasando? Y me puse a investigar, y embarazos, vaginitis, enfermedades sexuales… Vuelven a la mujer objeto y lo están practicando chavalas de 15 y 16 años. Yo me asusté muchísimo cuando lo supe.

Una secuencia de la película.
Una secuencia de la película. AContracorriente Films

El personaje de la adolescente china es muy diferente al del resto de compañeras y compañeros de instituto, ¿es, entonces, un problema de España?

Es que son muy distintos. Las pellas que hacía esta chica eran yéndose a la biblioteca, mientras que los españolas las liaban pardas. Es que la cultura china referente a la familia es complicada, es de respeto. Cuando hacía el casting, vi que todas las adolescentes están estudiando dos carreras a la vez, Ingeniería Espacial y otra, por ejemplo, están súper preparadas, porque los padres llevan esforzándose y dándolo todo por ellos y ellos se sienten en la obligación de responder así. Bueno y también que he querido retratar este tipo de adolescente. Por supuesto que hay de todo tipo, pero éste existe, que es el que me da miedo. Son los que van a las fiestas de Vox.

Tras la investigación y el rodaje de la película, ¿se le han caído ideas sobre la comunidad china que antes pensaba ciertas?

Completamente, sí, y he aprendido cosas nuevas que no sabía. Por ejemplo, no sabía lo de la violencia de los bazares. Son tiendas que están abiertas a todas horas y como muchos considera a los chinos como gente que les está quitando el trabajo, entran y roban. Hay ninguneo y desprecio, pero también hay mucha violencia física y es sobre todo por parte de adolescentes. Una señora en el casting me dijo: "A quien más miedo tengo es a las chavalas".

Estrena esta película y tiene a punto 'Políticamente incorrectos', ¿no?

Sí. Ya he terminado y estoy ahora en montaje. Es una comedia. Hago una película mía y una que me encargan para para poder seguir haciendo películas mías, que son más complicadas de montar y económicamente más difíciles.

Con guion de Olatz Arroyo, aunque sea un encargo, ¿ha sido fácil hacerla suya?

Sí, ha sido fácil porque he intentado ser más políticamente incorrecta que correcta. Me meto con la izquierda y con la derecha a partes iguales, pero cuesta porque la realidad supera todo el rato la ficción. Con barbaridades tales como las que están pasando hoy en política es que era fácil hacer una comedia. Es algo que hacen mucho los americanos y los ingleses y que aquí no se hace, tenemos como un pudor a hablar de política desde el cine, no se habla, pero luego no paramos de hablar de política todo el día. Cuando me ofrecieron esta comedia, pues me apetecía un montón, claro. Y reírnos un poquito de la derecha y de la izquierda.

Y ¿cómo va el proyecto de 'Infiltrada'?

La estoy escribiendo a dos manos, con Amelia Mora. Es la historia de la primera mujer de la policía que se infiltró en ETA. Estuvo casi diez años, empezó en la kale borroka y fue subiendo, y fue gracias a ella que consiguieron cargarse el comando Donosti cuando supuestamente había dejado las armas, pero era mentira, lo que estaban haciendo era volver a organizarse. Y esta mujer vivía metida en un piso con Kepa Echevarría y Sergio Polo, uno de los peores etarras que había en ese momento, un tío con delitos de sangre por todas partes. Una chavalilla que empezó con 22 y con 31 seguía ahí. Ahora está en paradero desconocido, sigue siendo policía, está casada y tiene dos hijos. Sí, consiguió desmantelar el comando, pero desde el anonimato y ganando lo que gana un Policía Nacional, 1.300 pavos, y te preguntas, pero ¿por qué ha hecho esto? Saber cuál es la motivación de hacer eso es un poco la peli. Está ya bastante cerrada, creo que rodamos en febrero.

Debutó en el largo con 50 años, con 'Carmen y Lola' y no ha parado…

La situación está cambiando, porque ahora hay muchísimas chicas y directoras de cine que podemos hacer películas, porque ha habido una ley maravillosa en el cine, que a alguna gente le parecerá horrorosa, que es la de discriminación positiva hacia las mujeres. Esta ley maravillosa nos ayudó. A mí no me llegó hasta que tuve 50 años. Bueno, y Carmen y Lola fue sin esa ley, fue querer sacar la película porque no quería morirme sin haber rodado un largo. Pero la hicimos y tuve la gran suerte de que funcionó. Yo he deseado rodar desde que tengo uso de razón, he rodado doce cortos, documentales... y ahora de pronto me llaman, me mandan guiones y estoy en el mercado. Y te aseguro que no voy a parar hasta que vea que no puedo. Porque es que es lo que más feliz me hace y llevo soñando con ello cincuenta años. No voy a parar, moriré rodando.

Mujer… ¿morir rodando?

Bueno, también es un poco el agobio que tenemos todas las mujeres. Cuando por fin has llegado, sientes que no lo puedes dejar pasar. Y si es una moda, y si dentro de dos años… Por eso creo que ahora estamos todas rodando como locas porque por fin tenemos esa puerta abierta. Y si las plataformas dejan de producir y solo se vuelven a hacer cien pelis al año, pues de cien pelis, ¿tú crees que van a ser cincuenta de mujeres y cincuenta de hombres? No lo creo. Aunque yo también lo veo cada vez más cercano y más real, pero y si de pronto se va, si hay un bajón en la industria…, los que van a trabajar son los hombres. Siempre tenemos algún drama de estos.

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