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Antoni Tàpies: de la máscara al calcetín

La Fundació Tàpies reabre hoy tras dos años de reformas

LÍDIA PENELO

Sin perder de vista la maqueta, ayer por la mañana el escultor Pere Casanova daba instrucciones a los trabajadores que terminaron de instalar Mitjó. La pieza con forma de calcetín agujereado que simboliza la reforma que ha mantenido cerrada la Fundació Tàpies. Después más de dos años de obras, hoy abre sus puertas con un acto institucional, y el viernes empezarán unas jornadas de puertas abiertas para que los visitantes se familiaricen con el nuevo espacio.

'Tras 20 años siendo un reto frustrado, ¡Por fin nos hemos quitado la espina y esta obra con forma de calcetín existe! Aunque no tenga 18 metros, para mí representa todas las creaciones de Tàpies. Él reivindica el ser humano humilde, con sus penas y sus alegrías. Y este calcetín resume todo eso', contó Casanova que ya realizó Núvol i Cadira, la escultura que corona la fachada de la Fundació.

Lo que en principio tenía que ser sólo una reforma arquitectónica, para adaptar el centro a las normativas de seguridad y hacerla accesible a las personas con movilidad reducida, ha ido más allá. Los arquitectos Iñaki Ábalos y Renata Sentkiewicz han creado una fundación más flexible y luminosa, características que riman con un cambio en el discurso expositivo.

'Espero que hayamos ganado espacios para relacionar las exposiciones con el estudio, espacios para el silencio', afirmó la directora de proyectos de la Tàpies, Laurence Rassel. Donde más se concreta ese deseo es en la última planta, dedicada a exposiciones temporales de distintos artistas. En ella se ha ubicado también, una parte del archivo del centro, un espacio para proyecciones y otro para talleres infantiles.

Priorizar la investigación entre disciplinas y formatos expositivos es uno de los retos de la nueva fundación. Por eso la exposición de reapertura es Tàpies. Lart i els seus llocs. Una antología de la producción pictórica que el artista ha realizado durante los últimos 20 años, que va acompañada de piezas que enseñan las raíces artísticas de Tàpies.

Algunas telas que el artista pintó en los años cuarenta, desde la órbita de Dau al Set, dialogan con piezas de los noventa. Un contrapunto que permite al espectador digerir, sin atragantarse, la evolución del pintor, desde sus orígenes hasta su presente.

'Lo bueno de Tàpies es que nunca esconde la materialidad'

'Lo bueno de Tàpies es que nunca esconde la materialidad, esto es un cuerpo en erección, con su ironía y su placer, con todo lo humano y lo trágico', argumentó Rassel contemplando Transfiguració (1994), una tela de gran formato que combina la pintura, el barniz y el collage. La fuerza y sinceridad que desprenden las obras más recientes golpean la retina del visitante, mientras baja las escaleras que llevan a la planta subterránea.

'Una colección a veces es una obsesión, pero Tàpies no es obsesivo, funciona por asociación', advirtió Rassel antes de entrar en el Nivel Menos 2, nombre con el que han bautizado al sótano. Entre piezas de Duchamp, máscaras africanas y objetos diversos, el visitante se envuelve en el entorno de Tàpies.

Parte de la biblioteca privada del artista, formada por antiguos volúmenes de Galileo, Agrippa y Llull, alimentan las preguntas de quién somos y adónde vamos. Cuestiones que Tàpies a sus 86 años continúa formulando y reflejando a través de su obra.

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