Ann Hui es una de las máximas representantes de la llamada 'nueva ola' del cine hongkonés. Tras un periodo dedicado al cine político, regresó a la televisión para reaparecer en la gran pantalla con historias intimistas, pero con un claro contenido social. Relatos y tono que siguen marcando hoy su trabajo. El deterioro físico, la enfermedad, la vejez, presentes en otros de sus filmes, vuelven a centrar su atención ahora, en Una vida sencilla, película que narra la hermosa relación entre un hombre y la mujer que le crió de niño y que ha seguido trabajando para él. Mucho cariño y una buena dosis de sentido del humor arropan a estos personajes, interpretados por Andy Lau, una de la estrellas del cine chino, y Deannie Yip, que se alzó con la prestigiosa Copa Volpi en Venecia por este trabajo.
'Tenemos que cuidar de nuestros ancianos', sentencia la directora y guionista, que en esta película muestra la legendaria tradición asiática de cuidar a sus mayores pero desde la óptica del hombre moderno y en el frenético mundo laboral de hoy. La historia de Roger y Ah Tao nace, de hecho, de la realidad de uno de los productores del filme, Roger Lee, y su relación con la mujer que le crió.
Dice que ha trabajado con lo que más le gusta, 'una historia real, un estilo documental, el humor, una entusiasta declaración de principios...' ¿De dónde sale la historia y por qué le interesa a usted?
Es la historia de la vida del productor de cine Roger Lee y de la mujer que le crió. Me interesé en esa historia porque siempre había querido hacer una película sobre la gente mayor, pero también sobre esas mujeres que trabajan para nosotros cuando somos niños. Curiosamente, los dos temas que me interesaban venían juntos en la misma historia, en esta historia.
¿El estilo documental aporta autenticidad y por ello lo prefiere?
Sí, así es. Es el estilo que me da autenticidad, por eso es el que prefiero.
¿Por qué tiene para usted tanta importancia el humor?
El buen humor siempre se aprecia, especialmente en una película que trata sobre un asunto tan serio, incluso lúgubre: la vejez y la muerte. Hace que la historia se acepte mucho mejor por parte del público.
Usted cuenta una historia de amor, pero también de deterioro y muerte, y lo hace en positivo. Recientemente Haneke ha contado una historia de deterioro y muerte justo desde el otro lado, ¿de qué manera pueden afectar al público ambas?
Cuando vi la película de Michael Haneke, por supuesto, me afectó y me dolió su retrato del amor representado de esa manera. Pero me he reconciliado con ello, porque cuando he reflexionado he encontrado que su observación es verdadera y justa. Es como aprender algo desagradable sobre ti mismo y eso es posible porque Haneke es un grandísimo director. No hay tal epifanía en mi película, en Una vida sencilla, desgraciadamente.
¿La declaración de principios que dice que hace con la película tiene que ver con el cuidado que debemos dar a los ancianos o...?
Ahora me pregunto: ¿hay una declaración de principios en mi película? Y espero que no. He intentado lo mejor que he podido representar las cosas como son sin que en ello influyan mis preferencias sobre los comportamientos.
¿Ésta es una película sobre el deber?
Pues, no. Creo que finalmente no es una película sobre el deber sino sobre el amor.
En Occidente se cree que Asia cuida mucho de sus ancianos, ¿ha cambiado eso ahora?
No demasiado. En Hong Kong la gente todavía cree que debe cuidarse de la gente mayor. Tenemos que cuidar de nuestros ancianos. Al menos eso es lo que yo percibo.
¿Por qué ha mezclado a actores profesionales con no profesionales? ¿Cómo ha sido el trabajo?
Era necesario para el tema de la película. Muchos de los internos en la residencia de la tercera edad eran tan viejos que no hubiera podido sustituirlos por extras, hubieran tenido que ser tan viejos que no hubieran podido venir a actuar. Tuvimos mucha suerte de que los internos accedieran a aparecer en la película, a que nos dejaran grabarlos. Eso le da muchísima autenticidad a la película.
¿Han improvisado los actores?
Algunas de las escenas, especialmente entre los dos personajes principales, fueron improvisadas, como la conversación que tienen en el parquecillo. No estábamos muy satisfechos con el resultado de ese diálogo después de unas cuantas tomas y decidimos reescribirla e improvisar brevemente antes de volver a rodarla.
Dice que tantos premios son un peligro ¿por qué?
¿He dicho yo eso? ja, ja, ja. Sí, porque no se puede comer de un premio ni se puede vivir de un premio. Los premios te hacen vanidoso y temeroso de enfrentarte a nuevos riesgos. Aún sí, prefiero ganarlos y después sufrirlos.
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