MADRID
"Fue un día profundamente alegre —muchos que ya éramos viejos no
recordábamos otro más alegre—, un día maravilloso en que la naturaleza
y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y
en los labios de los niños". Así describía Antonio Machado, en el ya bélico
14 de abril de 1937, lo sucedido en España apenas seis años antes.
La República había llegado y Alfonso XIII marchaba al exilio. El júbilo
inundaba las calles de las grandes ciudades y los pueblos más pequeños.
Al son de la conocida Marsellesa y los compases de un no tan popular
Himno de Riego, el advenimiento del nuevo régimen democrático
ilusionaba a unas masas enfervorecidas que no dudaron en celebrarlo en
las plazas.
Más allá de la estampa de una Puerta del Sol atestada de enorgullecidos
demócratas ya bien entrada la tarde del 14 de abril de 1931, la proclamación de la República había empezado mucho antes en latitudes lejanas y repartidas por toda la geografía española. Las elecciones municipales del día 12, entendidas socialmente como un plebiscito entre monarquía y república, apenas dieron 24 horas de prórroga a un jefe de Estado herido de muerte.
Esta es la historia de cómo la Guardia Civil retiró la primera tricolor izada en el país; la forma en la que Eibar pasó a la historia como el primer municipio que proclamó la República; la ilusión de Antonio Machado al ser el encargado de enarbolar la bandera en Segovia; y el modo en el que el salón de plenos de Sahagún, pueblo leonés, estuvo presidido durante su etapa franquista por una diploma republicano otorgado a raíz de los acontecimiento del 14 de abril.
Lo primero ocurrió en Vigo. Miles de ciudadanos esperaban noticias en la
casa consistorial de la ciudad. De noche, cuando el 14 de abril de 1931
tenía una hora de vida, algunos de ellos no se pudieron contener. Anticipándose a lo que más tarde sucedería legalmente, izaron la tricolor para clamor de los allí presentes. Tan solo ondeó 45 minutos en el edificio, el tiempo que la Guardia Civil tardó en retirarla a las 1:45 horas, cuentan en La Voz de Galicia. Las calles y los cafés, como casi siempre, también se adelantaron a la oficialidad: orquestas y simpatizantes entonaban el himno francés como saludo a la nueva república española.
El primer municipio republicano
En Eibar las cosas no eran muy diferentes, al menos en lo que a ilusión
popular se refiere en este municipio armero. Las elecciones arrojaron un
resultado nada ajustado: de los 19 concejales de la corporación, 18
pertenecían a la agrupación republicano-socialista. El restante formaba
parte del PNV. "Esto responde a la realidad social de un pueblo con un
gran pasado obrerista, con conciencia de clase y muy comprometido con
la defensa de los derechos laborales", explica Jesús Gutiérrez, historiador
especializado en República y Guerra Civil de la zona de Gipuzkoa.
El domingo, elecciones; lunes de rumores; y martes de exaltación. Así
fueron los tres días de pasión republicana que no dejaron a nadie
indiferente, tampoco en Eibar. "En la noche del día 13 al 14, todos los
concejales republicanos se despiertan porque han llegado noticias de que
algo muy importante va a pasar. Se preparan, pero no avisan al del PNV
porque no se fían de él. En el acto de proclamación, ellos entienden que
lo mismo sucede en toda España, por lo que se lleva a cabo con absoluta
normalidad. A las 6 de la mañana firman el acta y media hora después izan
la tricolor", se explaya el historiador.
La plaza central ya no pertenecía a Alfonso XIII, sino a la República
No se dieron cuenta de que habían sido los más aventajados hasta que llegaron los primeros trenes procedentes de San Sebastián y Bilbao, en
torno a las 8 de la mañana. "En realidad, todo parece indicar que el centro republicano de San Sebastián, con el que Eibar había estado en contacto el día anterior, les transmitió que fueran preparando la República, no proclamando", subraya Gutiérrez. El júbilo de primera hora de la mañana dejó paso al temor de la represión hasta que al medio día muchas capitales de provincia siguieron sus pasos. Todo terminó, o comenzó, a las 16:55 horas, cuando la brigada municipal de bomberos cambió la placa de la plaza central: ya no pertenecía a Alfonso XIII, sino a la República.
Las décadas de represión franquista que siguieron a la Guerra Civil no
minaron el recuerdo de un pueblo que siguió recordando su hazaña. Se
hizo durante la dictadura y la tradición llega hasta hoy: a las 6 de la
mañana, cohetes artificiales retumban en el cielo de la localidad
guipuzcoana cada 14 de abril.
La "Muy ejemplar ciudad" de Sahagún
Menos conocida es la historia de Sahagún, un pueblo al sur de León. Los
casi 5.000 habitantes que había empadronados en 1931 acudieron a las
urnas sin saber lo que les depararía el rápido cuento de votos que
realizaron. "La misma noche del 12 de abril, en el pueblo ya saben que la
agrupación republicana y socialista se ha hecho con siete concejales y los
monárquicos con cuatro", relata Jesús Castrillo, historiador de la
Universidad de León.
Benito Pamparacuatro fue el nombre propio que protagonizó los dos días siguientes. Él encabezaba la coalición ganadora, y ante el desconocimiento de cómo actuar, el día 13 lo dedicó a telefonear a ciudades como León, Palencia y Madrid.
Estuvo esperando acontecimientos, hasta que se vio en la potestad de
producirlos. Según el experto, "en la madrugada del día 14 se fue a por el
notario de la ciudad, formó a la corporación municipal y formalizó el
gobierno republicano en su localidad". Así, a eso de las 7:30 de la mañana, la bandera tricolor presidía la plaza de Sahagún, atestada de curiosos y
republicanos de celebración.
Pamparacuatro tuvo el mismo trágico final que miles de personas al estallar la Guerra
Años después, Pamparacuatro tuvo el mismo trágico final que miles de personas al estallar la Guerra. "Aunque dejó de ser alcalde en 1934, cuando triunfa el golpe el día 20 de julio de 1936 huye a un pueblo cercano. Unos falangistas lo delataron y los franquistas le ataron a un camión para exhibirlo por las calles del pueblo. No sabemos si terminó en el campo de concentración de San Marcos o le mataron directamente de un tiro en la cabeza. No hemos podido corroborar ninguna de las dos hipótesis, pero su cuerpo continúa desaparecido", determina Castrillo.
Su muerte no fue ni mucho menos el final de su legado. Curiosamente, el
diploma que le otorgó el Gobierno republicano de España por haber sido
una de las primeras localidades en instaurar el nuevo régimen en el que
denominaban a Sahagún como "Muy ejemplar ciudad", no desapareció del
Ayuntamiento cuando lo tomó el bando sublevado.
El experto aduce que la falta de materiales puede ser la respuesta al por
qué de aquello: "Cuando van a poner el retrato de Franco o José Antonio
Primo de Rivera, dan la vuelta al diploma y hace de fondo. Así sobrevive
en el salón de plenos hasta principios de los años 80, cuando se lleva al
depósito municipal. Más tarde llegan las fotos actualizadas del Rey Juan
Carlos, y en el momento en que van a enmarcarlas descubren el diploma".
De esta forma, el diploma otorgado por la República, y que también
ostentan Eibar y Jaca, fue escondido por la dictadura franquista y no salió
a la luz hasta el retorno de la monarquía.
Machado iza la tricolor en Segovia
Lo ocurrido en Segovia también da buena cuenta de hasta qué punto las
fuerzas vivas de la intelectualidad participaron de la llegada de la
República. Lo importante, aquí, no fue el qué (la tricolor), ni el cómo (tras
una manifestación desde la Casa del Pueblo de la ciudad hasta su Plaza
Mayor), ni el cuándo (ya bien entrado el 14 de abril). La cuestión es quién:
Antonio Machado, pues fue el poeta encargado de izar la nueva bandera,
junto a su amigo Antonio Ballesteros.
Antonio Machado fue el encargado de izar la nueva bandera
Tal y como relata Santiago Vega Sombría, profesor de Historia en Secundaria y en la Universidad Complutense de Madrid, la tradición intelectual en Segovia venía de antes, ya que el 14 de febrero se había celebrado en la ciudad un mitin con la participación de Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala, con Antonio Machado como anfitrión. Dos meses después, dicha tradición se mezclaría con el fervor de una prole que no se cansaba de bailar La Marsellesa al ritmo de la banda municipal.
El propio Machado continúa, y concluye de este modo, sus palabras del
principio: "Sobre esos seis años escribirán los historiadores del porvenir
muchos miles de páginas, algunas de las cuales, acaso, merecerán leerse.
Entre tanto, yo los resumiría con unas pocas palabras. Unos cuantos
hombres honrados, que llegaban al poder sin haberlo deseado, acaso sin
haberlo esperado siquiera, pero obedientes a la voluntad progresiva de la
nación, tuvieron la insólita y genial ocurrencia de legislar atenidos a
normas estrictamente morales, de gobernar en el sentido esencial de la
historia, que es el del porvenir. Para estos hombres eran sagradas las más
justas y legítimas aspiraciones del pueblo; contra ellas no se podía
gobernar, porque el satisfacerlas era precisamente la más honda razón de
ser de todo gobierno (…)".
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