Un equipo de investigadores estadounidenses ha renovado la esperanza en la acción de la vitamina C como agente anticanceroso, una propiedad que se ha discutido en la comunidad científica durante más de 30 años. Pero que nadie se apresure a aumentar el contenido de naranjas en su dieta: es sólo la vitamina C inyectada la que logra vencer la estricta regulación fisiológica de este compuesto y reducir a la mitad el crecimiento de los tumores en ratones.
En 1973, el químico Linus Pauling, doblemente laureado con el Nobel –de química y de la paz– demostró, en un ensayo clínico, que la vitamina C inhibía la proliferación tumoral. Sin embargo, estudios posteriores en la clínica Mayo de EEUU cuestionaron este efecto. Una diferencia fue el método de administración; Pauling tanteó las vías oral e intravenosa, mientras que en Mayo sólo se empleó la primera.
El nuevo estudio, publicado en PNAS, es obra de un equipo del Instituto Nacional de la Salud de EEUU que lleva varios años investigando esta acción terapéutica de la vitamina C. Mark Levine y sus colaboradores cuentan con un dato hoy sobradamente constatado: las vitaminas son nutrientes esenciales pero se emplean en cantidades muy bajas, por lo que el organismo mantiene un control riguroso de sus niveles. La administración oral, por muy abundante que sea, no logra elevar estas concentraciones al nivel que precisa un efecto farmacológico.
Para sortear esta barrera, el equipo de Levine ha inyectado la vitamina en ratones con cáncer del sistema nervioso, de páncreas o de ovario. El tratamiento no sólo frena el crecimiento del tumor, sino que suprime la metástasis.
El mecanismo de acción propuesto vuelve del revés la acción clásica de la vitamina C: mientras que habitualmente es un antioxidante, su acumulación alrededor de las células tumorales tiene un efecto oxidante; posiblemente, sugieren los autores, a través de una proteína intermediaria asociada a un metal. La oxidación libera peróxido de hidrógeno –agua oxigenada–, tóxico para el tumor pero no para las células normales a las dosis producidas.
Los autores concluyen que la vitamina C podría considerarse para quimioterapia cuando se han descartado otras opciones.
Muchos han querido ver en la vitamina C (ácido ascórbico) una panacea universal, capaz de curar desde un resfriado hasta el sida.
Puede ser tóxica en dosis altas, aunque para que sea mortal en humanos habría que consumir casi un kilo.
La naranja no es la fuente principal: grosella negra, guayaba, kiwi o broccoli tienen mucha más cantidad.
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