BARCELONA
Actualizado:La pandemia del coronavirus es visible y sus consecuencias han afectado de pleno a nuestra cotidianidad. Ahora bien, hay otras amenazas que, por el hecho de no verlas en nuestra casa, o por no quererlas ver, las hemos dejado en segundo plano. Así lo expone el presidente de la Comissió Catalana d'Ajuda al Refugiat (CCAR), Miguel Pajares, que publica el libro Refugiats Climàtics (Raig verd).
Señala que temporales como Filomena son un síntoma más del calentamiento global. Después de años con experiencia con el derecho de asilo y refugio, Pajares insiste en que la emergencia climática no ha marchado ni lo hará si no se toman acciones contundentes, y advierte que ya hay personas que empiezan a estar afectadas por este fenómeno: los migrantes climáticos.
El presidente de la CCAR los define como personas que migran principalmente, a pesar de que no tiene que ser necesariamente el único motivo, porque les ha desaparecido el hábitat –generalmente rural– donde vivían. "Por las sequías, la persistencia de lluvias cada vez más torrenciales y extemporáneas que destrozan los cultivos... hay un momento en el que tienen que marchar porque se están quedando sin hábitat", relata.
"Hay un momento el en que tienen que marchar porque se están quedando sin hábitat"
Ahora bien, contra el discurso "de la invasión migratoria" que defienden los partidos de extrema derecha, Pajares remarca que la mayoría de personas se desplazan a ciudades de su propio país. "Por cada persona que emigra ahora en el mundo, hay diez que dejan las zonas rurales y se van a los suburbios de las grandes ciudades", puntualiza.
¿Por qué refugiados climáticos?
El término que defiende Pajares viene de una reflexión política: su emigración es fruto de los impactos de la emergencia climática, y estos están provocados por la inacción climática de los gobiernos, mayoritariamente de los países ricos. De hecho, "gran parte de la población más vulnerable al cambio climático casi no ha contribuido a las emisiones del efecto invernadero", según denuncia el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
"Los gobiernos hace 30 años que hacen pactos climáticos pero los incumplen. Los migrantes climáticos son víctimas de la inacción política y esto los hace merecedores de la protección internacional", denuncia.
¿Pero cómo se respetarán los derechos de los refugiados climáticos, si ya no se respetan los de los refugiados contemplados en la convención de Ginebra? De hecho, y precisamente por eso, Pajares no apuesta por una reforma de la convención de Ginebra sobre refugiados para incluir a los climáticos, puesto que actualmente hay "demasiados gobiernos antiinmigración" y la reforma podría suponer una regresión de derechos.
Para el doctor en antropología social, la condición de refugiado para los migrantes climáticos se tiene que definir en las conferencias como las de la convención marco sobre el cambio climático de Naciones Unidas.
Tal como detalla Pajares, actualmente la mayoría de desplazamientos son internos: en el Sahel (África Occidental) los países más castigados son Mali o Burkina Faso, donde ha emigrado el 7% de la población, mientras que del resto de los países de África Occidental, los costeros principalmente, solo ha emigrado el 2%.
"No sabemos si parte de la migración que recibimos en Europa ha huido de los impactos climáticos"
Los habitantes del interior del Sahel van a las ciudades costeras, hecho que también pasa en la África Oriental. "Hay emigración climática, pero es emigración de corta distancia. No sabemos si parte de la migración que recibimos en Europa ha huido de los impactos climáticos porque en el Norte de África, Marruecos y Argelia la pérdida de terrenos de cultivo también está muy acelerada por el calentamiento global", reivindica.
Ahora bien, Pajares calcula que más adelante empezaremos a recibir refugiados climáticos que provendrán principalmente de las ciudades costeras, que son las que están recibiendo ahora las migraciones climáticas de su zona y que llegará un momento en el que tendrán que expulsar población.
Uno de los factores de su migración será el calor, que será insoportable en determinados meses del año; otro será la falta de agua potable; y por último, la subida del nivel del mar, que expulsará mucha gente de todas las zonas urbanas que se consideran inundables en las costas tropicales. "Será entonces cuando en el norte recibiremos mayores migraciones climáticas", anuncia.
A pesar de que no hay un cálculo preciso, Pajares estima que de aquí a cuatro décadas podría haber entre 175 y 300 millones de migrantes climáticos. "Esto supondrá que se habrá doblado la población migrante a escala mundial, dato que podemos gestionar, pero con mejores políticas migratorias", puntualiza.
Es por eso que el presidente de la CCAR considera urgente cambiar las políticas migratorias de los países ricos y apostar para hacer una gestión internacional de las migraciones. "Solo el 16% de los refugiados están en países ricos, el resto están en países pobres y allí no bloquean las fronteras como hacemos nosotros, ni dedican tantos recursos a políticas fronterizas", apunta.
"Si no lo cambiamos, acabaremos matando y disparando contra las barcas a las personas que huyen de sus países"
Por muchas organizaciones que velen por los derechos humanos, los gobiernos son los que deciden, bloquean las fronteras, y las instituciones internacionales no pueden hacer nada. Esto hay que revertirlo antes de que las migraciones sean más masivas, sino la solución será cruelmente deshumanizadora: "Si no lo cambiamos, acabaremos matando y disparando contra las barcas a las personas que huyen de sus países", lamenta.
La trampa de las grandes corporaciones
El autor subraya que la lucha de la emergencia climática no prosperará si las políticas públicas no se refuerzan ante el mercado y las grandes corporaciones. Desde medios del 2019, Pajares ha observado dos fenómenos: cada vez hay más gobiernos manifestándose para tener mejores políticas climáticas, pero también las multinacionales han declarado sus compromisos climáticos. "Incluso las petroleras, después de haberse gastado ingentes cantidades de dinero en negar el cambio climático", comenta irónico.
"Lo que están intentando es que los gobiernos no les impongan las políticas climáticas. No nos tenemos que fiar de las grandes corporaciones", alerta. Es por eso que insiste en desarrollar políticas públicas fuertes, así como la energía en las comunidades locales, y en poner límites a las grandes corporaciones y forzar que los combustibles fósiles se reduzcan inmediatamente.
La brecha de género
"Las mujeres (...) son las que sostienen los grupos familiares, y son las últimas en abandonar el barco"
Varias organizaciones, entre ellas Naciones Unidas, demuestran que la brecha de género es evidente en las consecuencias de la emergencia climática. "Las mujeres son las más vinculadas a la tierra, porque también son las más próximas al núcleo familiar. Son las que sostienen los grupos familiares, y son las últimas en abandonar el barco", relata Pajares. Esto provoca que las mujeres estén más tiempo en los hábitats que se están degradando, lo que incrementa el trabajo al que se ven sometidas.
A medida que los hábitats se degradan, el trabajo de sostenibilidad es más grande: la distancia para ir a buscar agua puede ser más larga, y esto hace que muchas niñas abandonen las escuelas precisamente para sumarse en estos trabajos que cada vez reclaman más esfuerzos. Y, cuando finalmente se produce este movimiento migratorio, son las mujeres las que cargan con el grupo familiar y las que lo hacen en peores condiciones. Además, cuando los desplazamientos son por fenómenos repentinos –inundación, huracán–, las mujeres también sufren violencia sexual.
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