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Los océanos reciben cada vez más residuos plásticos, que no son biodegradables sino que se están acumulando en enormes “islas de basura” en zonas del Pacífico, el Atlántico y el Índico, pero que también son visibles en cualquier playa y causan una mortalidad en el rango de los millones de individuos anuales solo entre las aves y mamíferos marinos. A grandes problemas, grandes remedios, y eso es lo que propone un proyecto que acaba de superar las primeras pruebas en una instalación experimental de Holanda.
Es un sistema pasivo que pretende desplegar larguísimas barreras flotantes en forma de V para recoger los residuos aprovechando las corrientes marinas y dirigirlos hacia una especie de embudo en el centro, donde se almacenarían hasta su recogida por barcos para su posterior reciclado. Aunque la solución permanente es que no se viertan más residuos plásticos en el mar, algo que todavía se ve muy lejano, este y otros proyectos, si llegaran a hacerse realidad, contribuirían a evitar que se agrave el problema.
El proyecto Ocean Cleanup Array, fruto de la imaginación y la determinación de Boyan Slat, un joven que ahora tiene 21 años, va cubriendo etapas, financiado por micromecenazgo y filántropos. Ha conseguido ya 15 millones de euros y espera desplegar el primer sistema piloto, de 2 kilómetros de longitud, en aguas japonesas en 2016. Las redes sociales son un elemento imprescindible en su éxito.
En las últimas semanas se han hecho pruebas de resistencia a vientos y corrientes con un modelo a escala 1:18 de un tramo de 360 metros de barrera en la piscina de Wageningen del Instituto de Investigaciones Marítimas de Holanda (MARIN). Las pruebas han sido positivas, según The Guardian. “La instalación es una de las mejores del mundo para hacer estos experimentos”, dice el ingeniero Mark Paalvast. “Puede mandar corrientes y olas desde muchos ángulos diferentes simultáneamente, y con diversas velocidades”. Se intentar así saber si en condiciones extremas del mar el invento sobrevivirá intacto.
Slat, holandés que dirige ahora un equipo de 100 ingenieros y técnicos, señala que el programa de pruebas está destinado sobre todo a obtener datos, no a validar el modelo. “Probamos para aprender, no solo para demostrar que tenemos razón”. El año pasado, Slat recibió el premio Campéon de la Tierra de Naciones Unidas y su proyecto ha sido acogido con interés por muchos expertos, si bien otros creen que no resultará factible o que no será tan eficaz como se anuncia. Sin embargo, lo que nadie niega es que hacen falta más proyectos como este para atacar un gran problema mundial y que alguien tiene que empezar la labor.
El tamaño de los recogedores de residuos se adaptaría al radio de cada una de las corrientes marinas circulares que concentran la basura en grandes manchas o islas de residuos, de forma que sean las corrientes las que lleven los trozos de plástico, como en un embudo, hacia la plataforma de procesamiento. Las barreras, ancladas con boyas submarinas, no llevan redes, por lo que solo actuarían sobre la superficie, aprovechando que el plástico flota, sin afectar a la vida marina.
Según sus optimistas promotores, en 2020 se instalaría el primer sistema en el Pacífico norte, de 100 kilómetros de longitud, donde está la mayor isla de basura del mundo, que ya es visible desde el espacio, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). En 10 años se podrían extraer la mitad de los residuos acumulados allí, que se venderían para reciclarlos, obteniendo así fondos para continuar el proceso. Los investigadores de este proyecto han hecho ya varias expediciones a las islas de basura, para evaluar su contenido y la viabilidad de la extracción.
Con este sistema no se arreglaría lo que posiblemente sea el mayor problema, los plásticos que se van desintegrando y hundiendo hasta alfombrar el fondo del mar en forma de diminutas partículas que permanecerán allí centenares de años tras contaminar la cadena alimentaria con sustancias peligrosas, pero se evitaría que su cantidad aumentara.
La limpieza de los océanos es un tema que captura la imaginación de millones de personas, como demuestra la gran respuesta social, en forma de financiación y de voluntarios, al proyecto Ocean Cleanup. Podría convertirse en el próximo objetivo de los millonarios que ahora están, por ejemplo, dedicando grandes cantidades de dinero a desarrollar el turismo espacial, sabiendo perfectamente que no lograrán recuperarlo en su vida. El objetivo no sería que un millonario dé servicios a sus colegas individuales, una pequeñísima minoría que estaría dispuesta a pagar mucho por dar un corto salto espacial o incluso ir a la Luna, sino hacer un gran servicio al bien común, en este caso la conservación de los océanos.
Mientras ese día llega, es preciso demostrar la viabilidad de proyectos como el de Slat, y todavía falta mucho por desarrollar en este concreto, pero el joven aspirante a ingeniero también está trabajando ya en interceptores de plásticos que se instalarían en los ríos para evitar su llegada al mar.
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