Yo no soy matemático”, dice Daniel Tammet en perfecto francés. Repite en varias ocasiones esta afirmación durante la conversación telefónica por una sencilla razón: las matemáticas no son más que el ejercicio de su imaginación. Para este escritor, procedente de una familia de nueve hermanos, los números representan todo su mundo.
De niño se identificaba con el 4 porque esa cifra para él significa tímido. “Me gustaba porque yo era así”, confiesa
Y le hablan tanto como lo hacen las letras. De niño se identificaba con el 4 porque esa cifra para él significa tímido. “Me gustaba porque yo era así”, confiesa Tammet, que también padece trastorno del espectro autista, aunque ahora “es muy poco visible”. En la actualidad, el escritor prefiere el 11, un número que le recuerda a su pareja, y que es sinónimo de belleza y cariño.
“Tengo una relación casi de amistad con todos estos números con los que comparto mi vida desde mi más tierna infancia”, apunta el autor. Aunque le suscitan las mismas emociones, sus amigos ‘los números’ en la actualidad ya no ocupan el mismo lugar. Ahora, Tammet vive en París, tiene una carrera como escritor, pareja y amigos, por lo que “ya no desempeñan el mismo papel”. Pero para él, las matemáticas son esenciales para entender cuestiones relativas a nuestra sociedad y al tiempo.
De niño se identificaba con el 4 porque esa cifra para él significa tímido. “Me gustaba porque yo era así”, confiesa
El libro La poesía de los números. Cómo las matemáticas iluminan mi vida –de la editorial Blackie Books– recoge una mezcla de referencias personales, sociales y filosóficas sin dejar de hablar de matemáticas. Pero no está escrito por un matemático o un científico. Tammet ha tenido un recorrido más literario: “Los que han seguido este mismo camino tienen miedo de hablar de matemáticas, y es una pena porque las matemáticas están por todas partes, son universales y son una parte integral de nuestra existencia”.
Como ya pensaban Tolstói y Shakespeare, fascinados por el poder y la magia que desprenden los números, el escritor británico considera que las matemáticas no se limitan a un ámbito puramente científico y abstracto, sino que también llegan a los artistas y escritores. En definitiva, a cualquiera que sea curioso.
“La palabra ‘árbol’ es de color rojo”
Sin embargo, para Tammet no ha sido fácil. Debido a su trastorno, de niño hablaba muy poco y cuando lo hacía, le costaba expresarse. “No era como los demás”, declara. El inglés era su idioma materno, pero a la vez no lo consideraba como el primero. “No tenía el sentimiento de pertenecer a esa lengua”. Hoy utiliza el francés como su idioma cotidiano.
Su contacto con las palabras ha sido aún más arduo. “Eran como un puzle que quería descifrar y descodificar para entenderlas”. Pero a esto se añadió el fenómeno de la sinestesia: Tammet ve las palabras y los números con colores, formas y texturas. “Esto me ayuda a aprender mejor”. Como cada palabra se expresa y tiene un sonido diferente en cada idioma, un mismo término puede tener colores distintos.
“Siempre intento encontrar una relación y un sentido a las palabras. Cada idioma es como un poema o un cuento”, afirma
Pongamos un ejemplo: la palabra ‘árbol', que en francés es ‘arbre’, es de color rojo –porque el sonido empieza por ‘a’–, pero en inglés ‘tree’ es de color naranja para el autor. En función del idioma, las palabras adoptan un color. “Siempre intento encontrar una relación y un sentido a las palabras. Cada idioma es como un poema o un cuento”, afirma Tammet quien habla cuatro idiomas de manera fluida y se defiende en otros seis, incluidos el esperanto.
“Siempre intento encontrar una relación y un sentido a las palabras. Cada idioma es como un poema o un cuento”, afirma
“Al nacer, creo que cada cerebro funciona como el mío para aprender la primera lengua. Más tarde estas capacidades se pierden al imponer una educación y una cultura”, subraya el autor, quien revela que el autismo le ha protegido de alguna manera.
"Cada idioma es como un poema o un cuento”
A pesar de ser su tercer libro –el primero se publicó hace 10 años– y de la “evidente” evolución de su vida en estos años, Tammet señala que sigue habiendo muchos prejuicios respecto a las personas con trastorno del espectro autista. “La gente piensa que no somos capaces de ser creativas y de tener buena memoria, ni siquiera de ser escritores o artistas”.
Su libro desmiente todos estos clichés. Muestra otro aspecto de sí mismo, de alguien que lee mucho y que viaja. “Ha sido una manera de recoger curiosidades respecto a nuestro mundo, y de mostrar en qué se diferencia de lo que yo veo”, indica el autor quien en el fondo se considera muy normal. “Me interesan los otros y el mundo exterior”.
Encarnar el infinito en más de cinco horas
Pero, en parte, se equivoca. Daniel posee una mente prodigiosa. Prueba de ello fue la experiencia de recitar 22.000 decimales del número Pi (3,14159...). Lo hizo en cinco horas y nueve minutos; y su estrategia fue considerar al número Pi como un poema universal en el que se refleja lo que siente por los números.
En su libro enfoca esta vivencia desde un punto de vista más literario: “Recitar los decimales de Pi no es contar números, sino narrar una historia”, comenta el autor, que en unas pocas horas encarnó el infinito que representa el número Pi.
"Pi es un número que sobrepasa todo nuestro entendimiento y las fronteras de nuestro universo"
“Aunque escribamos todos los decimales de Pi sobre un papel, nunca habrá suficiente espacio para todos. Es un número que sobrepasa todo nuestro entendimiento y las fronteras de nuestro universo”, añade el escritor, que logró memorizar los decimales a través de la emoción.
El secreto es que Tammet ve belleza en los números. No solo eso, también visualiza colores, formas, texturas, emociones y personalidades, y los convierte en una historia y les encuentra sentido. “No se trata de memorizar y aprender técnicas para recordar ‘tontamente’ estas combinaciones. Es una búsqueda hacia la comprensión y el sentido subjetivo”.
El autismo ha tenido algún efecto en el desarrollo de su cerebro. “Ha podido facilitarme unas conexiones neuronales y complicarme otras, pero a esto hay que añadir que de niño leía mucho. Encontraba en los libros un refugio cuando el mundo me parecía demasiado complejo o grande”, recuerda. Esto alimentó su imaginación y su curiosidad, pero también lo hicieron el amor por las cifras, las palabras y sus seres queridos.
La gente a veces se confunde y piensa que es frío y racional, como si fuera matemático. Pero “para nada es así”, zanja. A Daniel le mueven las emociones. De pequeño le costaba comunicar los sentimientos, pero hoy ya lo ha superado. Con su tercer libro, Tammet demuestra que no es necesario elegir entre el universo de los números y el de las letras porque ambos “nos pertenecen a todos”.
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