Si la prehistoria humana en África y Eurasia aún guarda grandes lagunas, no son nada en comparación con el desconocimiento de cómo y cuándo el Homo sapiens colonizó América. En el nuevo continente es posible que se oculten docenas de filones arqueológicos aún por descubrir. De otro modo, sería difícil entender cómo, si los primeros pobladores accedieron al continente por el istmo de Beringia (hoy Estrecho de Bering, entre Alaska y Siberia), su rastro más antiguo se encuentre en el extremo opuesto, 500 kilómetros al sur de Santiago de Chile, como confirman nuevos datos publicados hoy en Science.

El yacimiento chileno de Monte Verde causó gran revuelo en 1979, cuando la datación de los huesos hallados allí hizo proponer a su descubridor, el antropólogo de la Universidad Vanderbilt (EEUU) Tom Dillehay, que los humanos habitaban el lugar hace 14.000 años. La arqueología americana recibió el anuncio como una herejía; hasta entonces, todos los expertos aceptaban que los primeros habitantes del Nuevo Mundo fueron los cazadores de la cultura Clovis, que hace 13.000 años cruzaron el puente de tierra que unía Alaska con Siberia y se establecieron entre los actuales EEUU y México.

Tras casi dos décadas de debate, en 1997, un grupo de prominentes arqueólogos recopiló los datos, visitó Monte Verde y validó las conclusiones de Dillehay. El yacimiento chileno pasó a convertirse en el asentamiento humano conocido más antiguo de América, arrebatando este título a Clovis. Hoy, el consenso de los especialistas dicta que el paso de Beringia tuvo lugar hace 16.000 años y que los emigrantes viajaron rápidamente hacia el sur a lo largo del corredor del Pacífico.

El propio Dillehay, en colaboración con botánicos y geólogos de la Universidad Austral de Chile y de otras dos instituciones de EEUU, ha dado a conocer ahora los primeros datos nuevos de Monte Verde publicados desde hace diez años. En esta ocasión, los investigadores han analizado restos de algas que probablemente formaban parte de la dieta de aquellos pobladores y que, según el estudio, posiblemente empleaban también con fines medicinales. La datación de las nueve especies descubiertas confirma la edad del yacimiento: unos 14.000 años.

Un aspecto llamativo del caso es que Monte Verde no está en la costa. Formado por una docena de cabañas junto a un riachuelo tierra adentro, para recoger productos marinos sus 20 o 30 habitantes debían desplazarse 16 kilómetrosal suroeste, a la ría de Puerto Montt, o bien 80 kilómetros al este, a la costa pacífica. El nivel del mar era unos 60 metros inferior al actual.

Dillehay apunta que “los monteverdinos eran peinaplayas”, y que esta familiaridad con los recursos marinos apoya la hipótesis sobre su ruta migratoria. Pero otros restos indican que también cazaban animales del interior, como el gonfoterio –un pariente de los elefantes– y una especie extinguida de llama. Para Dillehay, esta trashumancia sugiere que“la migración pudo ser un proceso más lento y deliberado de lo que se creía”.

La sospecha de que en América del Norte debían existir asentamientos anteriores a Clovis fue una convicción para Luther Cressman, antropólogo, que ya en la década de 1930 descubrió, en una cueva de Oregón (EEUU), restos que desafiaban la ‘barrera de Clovis’. Sus ideas no llegaron a cuajar.

En este mismo lugar, el arqueólogo David Jenkins halló coprolitos humanos –heces fósiles– que conservaban restos de ADN. Su estudio, que se dio a conocer hace un mes y se publica también hoy en ‘Science’, les atribuye una edad de 14.300 años, aportando la primera prueba de humanos ‘pre-Clovis’ en Norteamérica.