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MADRID.- Ya no hay que forzar tanto la imaginación como hasta ahora para representar a los dinosaurios con plumas, esos cuyos fósiles empezaron a estudiarse hace ya décadas pero cuyo aspecto apenas se conocía. Por primera vez, se dispone de plumas de un dinosaurio, preservadas en ámbar, un sueño para los paleontólogos y todo un hito en el aumento del conocimiento de aquellos animales, parte de los cuales son antepasados de las aves actuales. Además, el dinosaurio parece ser un celurosaurio, un pequeño animal que andaba sobre dos patas y que está emparentado con los famosos “compis” de Parque Jurásico.
El tesoro paleontológico lo encontró, y no por azar, un científico chino en un mercado de Myanmar (antes Birmania), ya que el norte de ese país destaca por los ricos yacimientos de ámbar del cretácico con inclusiones de vertebrados de aquella época. El fragmento que identificó Lida Xing contiene un trozo de cola de 3,6 centímetros de longitud de un pequeño dinosaurio de hace 99 millones de años con sus plumas y en tres dimensiones, que es lo que más interesa a los investigadores.
“Este material consiste en una cola, con ocho vértebras, de un juvenil, rodeada de plumas conservadas en 3D y con detalle microscópico”, explica Ryan McKellar, de Canadá, que ha estudiado la muestra al microscopio y con escáner. La estructura de la cola es la que indica, con toda seguridad, que se trata de un dinosaurio terópodo y no de un ave prehistórica, explican los investigadores chinos y canadienses en la revista Current Biology.
El dinosaurio tenía plumas pero estas no le servían para volar, aunque quizás sí para planear
El color externo de los dinosaurios ha sido tradicionalmente uno de los aspectos a los que se le ha echado más imaginación porque no se dispone de información. En este caso, los pigmentos conservados indican que el color de la piel era castaño oscuro en la parte superior de la cola y más claro en la inferior. Además, en una parte expuesta de la cola en la superficie del trozo de ámbar se ha detectado hierro, resto de la sangre del dinosaurio que quedó atrapado en la resina.
Que algunos dinosaurios tuvieran plumas y que además fueran los antepasados de las aves actuales es algo que se ha confirmado en la paleontología en las últimas décadas, en gran parte debido a los espectaculares fósiles encontrados en China de hace 130 millones de años. Pero los fósiles suelen estar aplastados, por lo que es preciso reconstruir su forma original, incluida la de sus plumas, que aparecen como rastros en la piedra, explica el experto Thomas Holtz en la revista Science.
Ahora se pueden ver como eran de verdad y eso da información sobre la evolución de las plumas que no se había podido obtener de los fósiles. Lo que se observa es que las plumas son distintas de las de las aves actuales. El raquis o eje central es más débil, pero las barbas que parten de este y que se ramifican a su vez en bárbulas o barbillas son igual de complejas. Conclusión: el dinosaurio tenía plumas pero estas no le servían para volar, aunque quizás sí para planear. Eso apoya la hipótesis de que las plumas no surgieron en la evolución para el vuelo sino probablemente para dar calor o como reclamo en la reproducción.
“Desde la película Parque Jurásico, los paleontólogos hemos bromeado sobre encontrar dinosaurios en ámbar, porque contendrían mucha más información”, ha reconocido Holtz. “Ahora tenemos un pedazo de uno”.
Precisamente el estudio de un nuevo mamífero que vivió con los dinosaurios, y en Cuenca, ha merecido el premio internacional de investigación en paleontología Paleonturología 16. Es un pequeño animal hasta ahora desconocido que se encontró en el excepcional yacimiento del cretácico inferior de Las Hoyas. Se trata de un espécimen de 125 millones de años de antigüedad, que se ha clasificado como perteneciente a un nuevo género y a una nueva especie, Spinolestes xenarthrosus, nombre que hace referencia a su pelaje espinoso y al especial modo de articulación de sus vértebras dorsales, similar al de los desdentados modernos, informa Dinópolis, convocante del premio.
Los autores del estudio, que se publicó en Nature, son de varios países e instituciones, incluida la Universidad Autónoma de Madrid.
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