Mientras lee estas líneas, una enorme burbuja de materia solar se acerca al planeta. Proviene de una descomunal llamarada que salió del Sol el martes y que, tras viajar 150 millones de kilómetros, 'puede llegar hoy' a la Tierra, según Blai Sanahuja, jefe del grupo de tiempo espacial de la Universidad de Barcelona. Este tipo de explosiones libera entre 1.000 y 10.000 millones de toneladas de materia a altas temperaturas. La del martes viaja a unos 1.400 kilómetros por segundo, según los cálculos de la NASA, que advirtió de que se trata de una erupción cuyo nivel de radiación es el mínimo, es decir, que no debería causar daños en la Tierra.
Pero el anuncio ha vuelto a poner de relieve lo desnudos que están los terrícolas ante las raras pero posibles tormentas solares. Cuando las llamaradas del Sol, conocidas como fulguraciones, llegan en perfecta alineación con la Tierra, causan drásticos cambios en el escudo magnético que protege al planeta. Esto puede tumbar el sistema eléctrico de regiones enteras, dejar a los aviones comerciales sin radio, incendiar oleoductos e incluso frustrar las transacciones financieras. A pesar de los avances tecnológicos, el hombre apenas tiene capacidad de reacción ante estos eventos.
'Podemos predecir las peores tormentas media hora antes de que lleguen a la Tierra', reconoce Consuelo Cid, una de las responsables del grupo de tiempo espacial de la Universidad de Alcalá de Henares, que, junto al de Sanahuja, es el único que emite alertas ante estos fenómenos.
Aunque la mayoría de los mortales vive ajeno al tiempo espacial, este puede causar pérdidas de más de un billón de euros y causar estragos que tardarían diez años en repararse. Por esto, y porque el Sol está aumentando su actividad hacia un máximo que alcanzará en 2013, la ONU acaba de alzar la voz de alarma para exigir que se habilite un servicio de predicción global ante las tormentas solares. 'Ningún país tiene los recursos por sí solo, necesitamos observaciones de todo el globo', dijo la directora del programa de tiempo espacial del brazo meteorológico de la ONU, la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Lo hizo recientemente en un congreso en el que 189 países se comprometieron a coordinar un nuevo y mejorado servicio de alertas, informa Reuters.
'Podemos predecirlas media hora antes', dice una experta
Cuanto más avanza el ser humano hacia nuevas tecnologías, más expuesto está a estos fenómenos. La mayor tormenta solar de la que se tiene constancia sucedió el 1 de septiembre de 1859. Fue detectada con un telescopio por el astrónomo británico Richard Carrington, que quedó deslumbrado por una potente luz. Antes del amanecer del 2 de septiembre, 'los cielos se tiñeron con auroras rojas, verdes y moradas tan brillantes que cualquiera podía leer el periódico como a pleno día', según la NASA.
Aquella aurora la producían las partículas llegadas desde el Sol al chocar con la atmósfera. Su efecto también se sintió en el campo magnético que genera la Tierra a su alrededor y que influye en las corrientes eléctricas. Por ello, aquel 2 de septiembre, los sistemas de telégrafo les dieron calambres a sus operadores, sus rollos de papel se incendiaron y las transmisiones siguieron funcionando aún cuando se apagó el sistema. Si la misma tormenta sucediese hoy, cuando gran parte de las telecomunicaciones se basan en satélites expuestos a la radiación solar y medio mundo está atravesado por tendido eléctrico, las pérdidas serían de entre uno y dos billones de dólares (en torno a 1,5 billones de euros), según un estudio de la Academia de Ciencias Estadounidense citado por Reuters.
Ya ha habido amagos. En 1989, una tormenta solar tumbó la red eléctrica de Quebec (Canadá) en el aún gélido marzo. En 2003, otra tormenta tumbó 15 transformadores en Suráfrica, un país en el que se pensaba que no había riesgo elevado de sufrir daños por este tipo de eventos.
'Ningún país tiene los recursos por sí solo', asegura la ONU
'La aviación comercial está particularmente amenazada', explica a este diario Jerome Lafeuille, jefe de Observaciones Espaciales de la OMM. El campo magnético de la Tierra, que funciona como un escudo ante las tormentas solares, es mucho más débil en los polos, por donde puede adentrarse la llamarada. 'Cada vez hay más vuelos sobre los polos. El último año hubo 8.000. Aún no sabemos los efectos de la radiación en los tripulantes, pero sí que puede dejar a los aparatos sin radio. El sector necesita un sistema de alerta internacional que distribuya avisos con tiempo suficiente para redistribuir los vuelos', alerta Lafeuille.
Del mismo modo, las tormentas solares pueden desbaratar los satélites del sistema de posicionamiento líder en el mundo, el GPS estadounidense. Este sistema no sólo sirve de orientación a millones de usuarios, sino que también controla transacciones comerciales en las bolsas y los sistemas agrícolas automatizados, según Lafeuille. 'Esperamos tener un sistema de alerta más coordinado a principios de 2012', asegura.
Una tormenta como la de 1859 causaría daños por valor de un billón de dólares
Pero el problema no sólo es la coordinación. Los meteorólogos de hoy en día pueden acertar si lloverá a las tres de la tarde en la final de Roland Garros, pero en los años 30 apenas daban una. 'Respecto a la predicción del tiempo espacial, aún estamos en los años treinta', reconoce Sanahuja. Por ahora se sabe que las tormentas tardan en llegar a la Tierra 'entre uno y cinco días', señala. Cuando el campo magnético del Sol y el de la Tierra se alinean de forma inversa es cuando se producen las peores tormentas, puesto que el planeta actúa como un imán.
Las tormentas solares afectan sobre todo a los países más cerca de los polos, donde el campo magnético es menor. España está muy protegida gracias al eje del campo magnético. Los sistemas de pre-dicción meteorológica se basan en observaciones hechas con una gran red de satélites, pero para el tiempo espacial, los instrumentos de observación apenas llegan a la decena y se están quedando obsoletos, sin que tengan reemplazo en el caso del SOHO y el ACE, los que usan Sanahuja y Cid. Las predicciones se hacen 'con probabilidades respecto a sucesos pasados, el problema es que conocemos muy pocos', reconoce Cid. 'Hemos avanzado, pero queda un camino muy largo'.
1859 La gran tormenta
Hasta algunos habitantes de la Tierra se dieron cuenta el 2 de septiembre de 1859 de que algo anormal ocurría. Según recuerda la NASA en su web, en pocas horas, muchos cables del telégrafo sufrieron cortocircuitos, tanto en EEUU como en Europa, causando numerosos incendios. El Sol había escupido una gigantesca llamarada.
1989 Millones de pérdidas
En marzo de 1989, una modesta tormenta solar afectó a la red de la eléctrica Hydro-Québec, que quedó inutilizada durante nueve horas. La compañía posee decenas de presas hidroeléctricas y abastece la provincia de Quebec. Los daños y pérdidas sumaron cientos de millones de dólares en esas pocas horas, según señala la agencia espacial de EEUU.
1994 Sin televisión
En 1994, una tormenta solar provocó un mal funcionamiento de dos satélites de comunicación y dejó sin televisión y sin radio a algunas regiones de Canadá.
‘SOHO': 1995
El ‘SOHO' es la más antigua de las sondas espaciales enviadas para investigar el Sol. Es un proyecto conjunto de la ESA y la NASA, de cuyos datos todavía sigue nutriéndose el grupo de alertas de tormentas solares de la Universidad de Barcelona.
‘ACE': 1997
El satélite ‘ACE' también surge de la colaboración conjunta entre la ESA y la NASA, y en su caso proporciona información al otro grupo español de alertas, el de la Universidad de Alcalá de Henares. Su misión seguirá en marcha hasta 2024.
‘STEREO': 2006
El nombre del proyecto se debe a que consta de dos satélites idénticos, lanzados al espacio por la NASA hace un lustro. El uso de estas dos sondas permite obtener imágenes tridimensionales del comportamiento del Sol.
‘SDO': 2010
Lanzada por la NASA el año pasado, la sonda se encuentra en la actualidad en fase orbital. Estudiará los campos magnéticos solares y su influencia sobre la Tierra durante diez años a lo sumo.
‘Solar Orbiter': 2017
Este proyecto de la ESA centrará su estudio en la cara del Sol que no es visible desde la Tierra y en sus polos. En 2018, la NASA lanzará la ‘Solar Probe Plus', con la que coordinará sus trabajos.
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