El amor no tiene edad. O si no, que se lo pregunten a la pareja de tortugas gigantes del Yangtzé –la hembra tiene 80 años, el macho ronda los 100–, que vive estos días su primer romance en un estanque del zoo de Suzhou, a pocos kilómetros de Shanghai. Pero el objetivo principal de esta cita a ciegas, organizada por un equipo de biólogos americanos y chinos, no es que surja el amor, sino conseguir una cría para que salve a la especie, en grave peligro de extinción.
“Odio llamarlo un movimiento desesperado, pero así fue”, dice Rick Hudson, codirector de la Turtle Survival Alliance (TSA), una de las dos instituciones estadounidenses responsables de coordinar el traslado de la única tortuga hembra conocida de esta especie desde el zoo de Changsha, en la provincia china de Hunan, hasta Suzhou, a más de 700 kilómetros de distancia.
‘China Girl’
En China Girl, como se conoce cariñosamente a esta tortuga abandonada en Changsha hace más de 50 años por un circo itinerante, reside la última esperanza de salvar la especie. En el mundo quedan sólo cuatro ejemplares de Rafetus swinhoei –una tortuga gigante con un caparazón blando, como si fuera de cuero, y con un hocico parecido al de un cerdo– y tres son machos. Dos viven en un lago de Hanoi, en Vietnam, y el otro en Suzhou, la ciudad más cercana a Changsha, donde vive China Girl.
La tortuga fue descubierta en el año 2006, después de que las autoridades chinas ordenaran el rastreo exhaustivo por todos los zoos del país en busca de tortugas del Yangtzé. Ese mismo año habían muerto los dos últimos ejemplares hembra en el zoo de Pekín y Shanghai. Los encargados del zoo de Changsha se quedaron sorprendidos al averiguar que esa tortuga capaz de poner huevos, que tenían abandonada en un estanque, fuera tan valiosa. “La tratábamos como un animal cualquiera”, dijo el pasado diciembre Yan Xiahui, subdirector del zoológico, a The New York Times. Desde ese día, el estanque fue protegido con un vidrio a prueba de balas y una cámara de vigilancia monitorizaba todos los movimientos de la tortuga, para evitar que muriera antes de ser trasladada a Suzhou.
China Girl viajó a Suzhou el pasado 5 de mayo, bajo la supervisión de un equipo de expertos de la TSA y de la Wildlife Conservation Society (WCS) de Nueva York. Teniendo en cuenta la edad avanzada de la tortuga, se trataba de una operación arriesgada. “Un viaje tan largo puede resultar muy estresante para el animal”, explica el comunicado publicado por WCS. También alerta de que las investigaciones anteriores demuestran que los intentos de apareamiento por parte de los machos pueden resultar agresivos. En especial, si hace años que no se relacionan con otros de su misma especie. Los científicos descartaron la inseminación artificial porque las técnicas no están suficientemente desarrolladas y varias tortugas han muerto en el proceso. Así que había que intentarlo.
Noviazgo a paso de tortuga
El estanque del zoológico de Suzhou fue divido en tres secciones. El primer día, el macho fue colocado en un extremo, la hembra en otro, y el centro se dejó vacío. El segundo día, el macho fue desplazado hasta el centro y empezó a nadar hacia ella. Se husmearon a través de la reja que les separaba. Y al tercer día se retiró la reja para facilitar el contacto físico.
“El proceso de apareamiento inicial fue bien, pero aún es pronto para saber si ha dado fruto”, explica a Público Gerald Kuchling, biólogo austriaco encargado de supervisar el proceso reproductivo. Después de observar durante varios meses el ciclo reproductivo de China Girl, Kuchling concluyó que el mes de mayo era el momento óptimo para el apareamiento. “Esperamos que la hembra ponga huevos entre mediados y finales de junio”, dice Kuchling. Lamentablemente, no puede asegurar que sean fértiles ni que hayan sido fecundados.
La tortuga de caparazón blando del Yangtzé, cuyo hábitat natural son las grandes superficies de agua dulce del sur de China y del norte de Vietnam, es una de las especies en mayor riesgo de extinción, según la Lista Roja de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN). Su desaparición se asocia a la contaminación del agua por vertidos tóxicos procedentes de la agricultura y de las fábricas, así como a la alteración de su ecosistema a causa de la construcción de presas y otras infraestructuras. La ‘Rafetus swinhoei’ también ha sido tradicionalmente víctima de la caza y el consumo local, ya que el caparazón y los huesos son utilizados en la medicina tradicional.
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