Lo prometido es deuda: visto que el viernes no quedaron entradas, lo que hacía del Parc del Fòrum un infierno con superpoblación (35.000 almas vagando de un escenario a otro y alrededor de 100.000 personas a lo largo de los tres días), el sábado era obligado hacer parada en el Auditori. Van Dyke Parks, colaborador de Brian Wilson y los Byrds, visitaba Barcelona con un recital centrado en piezas de piano más allá del pop, sin orquesta, con citas al espíritu de Nueva Orleans y mensaje político del racismo al ecologismo (el tema Black Oil está inspirado en el Prestige, según dijo). En una esquina del anfiteatro estaba sentado J, de Los Planetas.
El Auditori se llenó con Camarón. La leyenda del tiempo 30 años después'
Pero la actuación de más éxito en el Auditori fue Camarón. La leyenda del tiempo 30 años después, un homenaje all-star a artista y obra tres décadas después, 'desde la alegría, no desde la nostalgia', como dijeron sus responsables, el guitarrista Juan Gómez Chicuelo y el cantaor Duquende. Una propuesta entre el flamenco y el jazz, que emocionaba a la audiencia conforme hacían aparición colaboradores como la bailaora Rafaela Carrasco, y, sobre todo, Kiko Veneno. 'Un día vino Camarón a mi casa, escuchó esta canción y desde entonces me ha alegrado la vida', dijo, para inmediatamente darle al Volando voy, volando vengo.
Y volando a la zona de escenarios. Había ganas de ver cómo ha digerido el éxito Florence + The Machine y si sus nuevos temas acentúan su condición de diva pop o le dan nuevos estados de euforia con una banda que no es en absoluto de acompañamiento. De entrada, el exceso de drama de Florence no desentonó en un show onírico, con ese aspecto de haberse saciado en un festín griego, entre su ropa y el arpa. Sus seguidores celebraron el histrionismo (hizo cantar Happy Birthday) y ella les regaló Dog days are over.
Dentro de los homenajes a los noventa, en el escenario principal, The Charlatans repasó su disco Some Friendly (1990). La otra mirada a la década fue en dirección opuesta a Madchester: Sunny Day Real State, hardcore hiperemocional desde Seattle, a flor de piel, que es como se veía a su público, ejemplar y endogámico, sentir aquello.
El exceso de drama de Florence no desentonó en un show onírico
Pet Shop Boys se repartió entre su último disco, Yes, y unos grandes éxitos para cualquier público imaginable: Go West, Always on my mind o It's a Sin. Aparatosos en el escenario, llegaron a dar pereza en las partes más tranquilas (Being Boring, parece un chiste, pero no lo es) y con unos bailarines que lo mismo hacían coreografías tontísimas disfrazados de edificios que escenificaban una pelea. La de Orbital fue la última gran actuación de la noche y del festival (también el último rastro noventero): consiguió estropear su propia electricidad al colar fragmentos de Bon Jovi y Berlinda Carlisle. Como si le hiciera falta.
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