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Tanques y tripis contra la guerra

El nuevo filme de George Clooney y la israelí ‘Lebanon' ofrecen dos miradas opuestas sobre los conflictos bélicos

CARLOS PRIETO

El director Grant Heslov (c) posa con el actor Ewan McGregor (i) y  George Clooney (derecha). EFE

Test rápido. Imagine que tiene usted que luchar en una guerra y le dan a elegir entre estas dos opciones: a) Pasarse todo el tiempo encerrado en un tanque. b) Pasarse todo el tiempo metiéndose LSD. Si no lo acaba de ver claro quizás debería ver estas dos películas antes de tomar una decisión: la israelí Lebanon, de Samuel Maoz, que compite por el León de Oro, y la estadounidense The Men who Stare at Goats, de Grant Heslov, protagonizada por George Clooney y proyectada fuera de competición.

Empecemos analizando los pros y los contras de la opción lisérgica propuesta por Clooney, que, por cierto, se pasó todo el día esquivando elegantemente un bombardeo de preguntas sobre si es heterosexual u homosexual (por algún motivo parece que a uno sólo le puede gustar la carne o el pescado, pero nunca las dos cosas).

El filme de Clooney es una astracanada sobre una unidad psíquica y paranormal del ejército estadounidense

El filme es una astracanada sobre una unidad psíquica y paranormal del ejército estadounidense que trata de aplicar las enseñanzas espirituales del hippismo a la guerra de Irak. En efecto, 'suena absurdo, aunque las ideas más descabelladas de la película ocurrieron de verdad', dijo el actor refiriéndose a los experimentos sobre drogas y control mental llevados a cabo en Vietnam y parodiados aquí.

'En plena crisis e involucrados en dos guerras habría que tener los poderes mentales de un Jedi para salir airoso', añadió Clooney en un intento por transferir a Obama los poderes mentales de su personaje en esta comedia excéntrica que no acaba de desmelenarse en su sátira de las guerras humanitarias. Es entretenida y divertida a ratos, sí, pero sus imágenes provocan el síndrome de la memoria de pez: a los cinco segundos de salir del cine ya se te ha olvidado lo que habías ido a ver. Ah, ya lo recuerdo: una peli fallida de los Coen.

Pero si la mirada de The Men... es psicodélica, la de Lebanon -segundo mejor filme visto hasta ahora en la competición oficial tras la milagrosa Lourdes- resulta oscurísima. Es una especie de lugar común decir que los filmes bélicos más claustrofóbicos son los que ocurren dentro de un submarino. Pues bien, eso ya se acabó: Lebanon, una historia contada en su totalidad desde dentro de un blindado israelí el primer día de la guerra del Líbano (1982), somete a los tres soldados del vehículo a tal presión en un espacio cerrado que, en comparación, el término 'interior de submarino' suena a 'dúplex con vistas a playa caribeña'.

Lebanon no es tanto una reflexión sobre la primera invasión israelí del Líbano como una recreación del frente de batalla como lugar destinado a dejar turulatos a los soldados

Cuando uno mira por un periscopio puede ver de todo: pececitos, algas y, vale, algún que otro torpedito de vez en cuando; pero es que cada vez que los soldados de Lebanon miran por el visor del tanque -su único contacto con el exterior aparte del transmisor que les da las órdenes- sólo ven muerte y destrucción. 'Es mi memoria sobre mi participación en esa guerra. Pero no trato tanto de ser fiel a la realidad como de transmitir mi experiencia emocional', contó ayer Samuel Maoz.

Pese a sus breves pinceladas alegóricas sobre la guerra contra el terrorismo, Lebanon no es tanto una reflexión sobre la primera invasión israelí del Líbano como una recreación del frente de batalla como lugar destinado a dejar turulatos a los soldados. Pero, ay, por buscarle un poco las cosquillas al filme, se podría comentar que en la rueda de prensa dio la sensación (puede que equivocada, habrá que corroborarla) de que Maoz se escaqueaba a la hora de aclarar las connotaciones políticas de su historia, un lapsus que hace que a uno le dé por preguntarse si Lebanon no pecará de los mismos defectos que otra reciente película israelí sobre las memorias de un soldado en el conflicto del Líbano, el multipremiado Vals con Bashir (Ari Folman, 2008): la reducción de los efectos sociales de la guerra a un trauma íntimo, lo que, desde luego, anularía su consideración (casi unámime en el caso de Vals con Bashir) de obras de alto voltaje político.

Con todo, el veredicto está claro: haga el favor de subirse al tanque y olvídese de los tripis por una temporada.

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