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Los Talleres Omega: artes aplicadas para intelectuales y elegantes

EFE

Creados en 1913 por Roger Fry, los Talleres Omega, que el londinense Instituto Courtauld redescubre ahora con una preciosa exposición, fueron un colectivo de artistas que se propuso combatir desde una estética radicalmente vanguardista el tedioso diseño de la Inglaterra eduardiana.

Pintor y crítico influyente, Fry quiso hacer de esos talleres un laboratorio de ideas innovadoras en materia de artes decorativas que, partiendo de la "espontaneidad y frescura" del trabajo artesano, satisficiese al mismo tiempo "las necesidades" y expresase los sentimientos del "hombre moderno y culto".

Frey había organizado en Londres en 1910 y 1912 dos exposiciones post-impresionistas con obras de Matisse, Picasso y Cézanne y, durante su estancia en la capital francesa para elegir esos cuadros, tuvo ocasión de visitar el taller Martine, estudio de artes decorativas montado por Paul Poiret en 1911.

Además de encontrar inspiración en ese taller parisino, Fry debió de fijarse en otros colectivos similares como los Wiener Werstatte, de Josef Hoffmann, fundados en Viena en 1903, el Werkbund muniqués de 1907, asociación de artistas, diseñadores e industriales, o la colonia de artistas de Darmstadt, en torno a Joseph Maria Olbrich.

"Es hora de introducir el espíritu de diversión en muebles y textiles", afirmaba Fry para explicar la nueva estética tras quejarse de "lo aburrida, estúpida y seria" que era la imperante hasta entonces en el campo de las artes aplicadas.

Y los artistas de su órbita, como Vanessa Bell, Duncan Grant, Wyndham Lewis, Henri Gaudier-Brzeska o Winifried Gill, muchos de ellos miembros del llamado grupo de Bloomsbury, cumplieron a la perfección aquella consigna.

En su tienda del número 33 de Fitzroy Square podían adquirirse lo mismo alfombras, biombos, muebles, portalámparas, bolsas, parasoles que diversas prendas de vestir, todo ello caracterizado siempre por un valiente tratamiento formal o cromático que recordaba, según los casos, el cubismo de Picasso, el pointillismo de Seurat o la abstracción lírica de Kandinsky.

Durante los seis años en que permanecieron abiertos -en parte coincidentes con la Primera Guerra Mundial, pues no cerraron hasta 1919-, los Talleres eran prácticamente el único lugar de Londres donde era posible comprar desde un manto "fauve" hasta una mesa "post-impresionista".

Su producción era necesariamente limitada y entre sus clientes estaban los intelectuales, elegantes o famosos del Londres la época: escritores como Virginia Woolf, George Bernard Shaw, H.G. Wells o W.B. Yeats, y personajes de la alta sociedad como Ottoline Morrell, o lady Maud Cunard, rica heredera norteamericana.

Esta última incluso dio su nombre, "Maud", a un diseño en tejido de lino que iba a utilizarse tanto para la decoración de interiores como para prendas de vestir, como la que llevó Roger Fry en 1918 a una fiesta de los Ballets Rusos en la capital británica.

Para la exposición de la Galería del Instituto Courtauld, comisionada por Alexandra Gerstein y que podrá verse hasta el 20 de septiembre, se han reunido objetos diversos salidos de aquellos Talleres -desde tejidos, cerámicas o pequeñas esculturas hasta muebles- así como los dibujos originales que sirvieron de modelo.

Parte de los dibujos, procedentes de la colección del Courtauld o del museo Victoria & Albert, también de Londres, son de atribución incierta ya que una de las exigencias de Roger Fry era que ninguno de los artistas firmase sus creaciones sino que utilizase sólo la última letra del alfabeto griego, que daba nombre a los talleres.

Entre las obras pese a todo identificadas llama la atención un grupo de figuritas de terracota que representan un gato: son creación del escultor francés Henri Gaudier-Brzeska, quien fue amigo del poeta norteamericano Ezra Pound y murió en 1915, a los 23 años, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Joaquín Rábago

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