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Los sueños de Philippe Grandrieux

El director francés presenta en Madrid 'Un lac', un filme insólito que muestra uno de los caminos más arriesgados del cine contemporáneo

SARA BRITO

El cine de Philippe Grandrieux parece un sueño: unas veces es violento en extremo (Sombre, 1999), otras conmueve de una manera inquietante (Un lac, 2008), pero siempre es físico y turbador, siempre avanza bajo el pálpito oscuro del deseo. 'Hago un tipo de cine que nos lleva a un estado en que no ponemos oposición a las emociones', remarcó en la sede de la Filmoteca española, el francés. 'La fuerza del cine está en hacernos habitar en un mundo como el soñador habita su sueño', ha dejado escrito el realizador que ha presentado sus trabajos (también sus videoinstalaciones) en la Tate Modern de Londres y en el Centro Pompidou de París.

Una fotografía oscura y claustrofóbica, un grano ultra denso -del que emergen los cuerpos-, y la tendencia hacia una abstracción que tiene en el centro al ser humano y sus emociones (también las más oscuras) son algunos de los sellos de identidad de uno de los directores más rupturistas de la cinematografía contemporánea.

Grandrieux es prácticamente un desconocido en España, al menos en el circuito comercial. Ninguna de sus tres películas se ha estrenado en salas, aunque sí se han podido ver en festivales como el de Gijón o el de Las Palmas, donde recibió hace dos meses el Premio a la Mejor Fotografía y el Premio del Jurado por su último largometraje Un lac (Un lago), también premiado en la última Mostra de Venecia. El director ha estado esta semana en Madrid, en el marco del ciclo 'Reencontres Internationales', para presentar precisamente Un lac, 'una película sobre el amor, que es también una tragedia'.

En efecto, la tensión de una amenaza recorre los 90 minutos de una película que tiene al cine ruso de vanguardia y a Murnau como sus referentes éticos y estéticos. Silenciosa hasta el punto de evocar un tiempo anterior a la palabra, Un lac retrata a una familia, y en particular la relación de un hermano y una hermana, que vive en una naturaleza extrema, aislante y cruel. A ese universo primitivo y cerrado llegará un extranjero (figura clásica del otro, tan presente en los westerns), que recolocará las piezas de un universo de códigos subterráneos.

La experiencia física que supone ver una película de Philippe Grandrieux empieza, para el director, en el rodaje. 'Manejar la cámara y dirigir actores es lo mismo para mí, necesito estar muy cerca de ellos, y paseando con la cámara voy dibujando la película'. Alentado por un trabajo minucioso con el sonido, sucede en un Lac donde quiso que la película 'inspirase y espirase'.

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