Por Paul Taylor
Veinte años después de la caída del Muro de Berlín, el sueño de Helmut Kohl de que una Alemania unificada llevaría a una Europa integrada a nivel político sigue siendo un proyecto incompleto.
La situación se apresta a quedar igual pese a que se espera la entrada en vigor del Tratado de Lisboa de la Unión Europea en un futuro cercano.
La Reunificación de Alemania posiblemente provocó el último gran paso hacia una integración europea, con el acuerdo clave de Maastricht en 1991 para establecer la unión monetaria y económica con una sola divisa y una política exterior y de seguridad comunes.
La resistencia de la escéptica Reino Unido y la renuencia de Francia a compartir más soberanía evitó que la UE avanzara en el sueño de Kohl de una unión política completa, similar al sistema federal de Gobierno en Alemania.
Después de Maastricht, la ampliación de la UE para recibir a miembros del ex bloque soviético fue un precedente para una integración más profunda. El bloque ha crecido de 12 a 27 naciones, abarcando casi todo el continente.
Mientras los gobiernos comunistas tambaleaban en el este de Europa en 1989, Kohl, canciller de Alemania Occidental, buscó aliviar las ansiedades de sus vecinos por la escalada de la reunificación al incluir en el proceso un sueño más amplio de unidad europea.
Durante un discurso clave al Parlamento en Bonn el 28 de noviembre de 1989, estableciendo un plan de 10 años para la unidad de Alemania, Kohl declaró: "Se están abriendo oportunidades para superar la división de Europa y por lo tanto también la de nuestra Madre Patria".
Kohl quería vincular la nueva Alemania a una Europa unida junto a la OTAN para evitar cualquier resurgimiento del nacionalismo. Argumentó que una unión monetaria y económica sería poco equilibrada a menos que Europa alcanzara la integración política al mismo nivel.
Kohl fue el último líder alemán en proclamar el idea de los estados unidos de Europa, una visión ahora confinada a un puñado de federalistas como el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt. Su sucesores, Gerhard Schröder y Angela Merkel han sido menos entusiastas sobre la UE, y más dispuestos que Kohl a defender los intereses nacionales alemanes.
Archivos recientemente desclasificados muestran que la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher y el ex presidente francés François Mitterrand estaban más preocupados por el lento ritmo de la unificación alemana que por la propuesta para una Europa integrada.
Los ex líderes se irritaron cuando el entonces presidente de la Comisión Europea Jacques Delors apoyó la idea de permitir a la democrática Alemania Oriental unirse a la Comunidad Europea.
Thatcher, quien temía el regreso de una Alemania más agresiva, estaba inmersa en una disputa doméstica por su hostilidad a la integración europea, que culminó con su renuncia forzada en diciembre de 1990.
RECEPCIÓN CON INTERESES
Tras los desencuentros diplomáticos iniciales, Mitterrand concluyó que su mejor curso era acoger la Alemania unificada y usar la oportunidad histórica para escapar del dominio del marco alemán avanzando en los planes para adoptar una divisa común.
Pero el líder francés nunca apoyó seriamente las ideas de Kohl de tomar las decisiones sobre política exterior con un voto por mayoría, ni de otorgar al Parlamento Europeo autoridad legislativa y de regulación.
Su ministro de Asuntos Exteriores, Roland Dumas, dijo que las instrucciones de Mitterrand indicaban que las negociaciones para el Tratado de Maastricht debían conceder el mínimo poder posible para la formación de una asamblea de la UE.
El Tratado de Maastricht inició una ola de rechazo a los "gobernantes de Bruselas", causando derrotas en referendos en varios países que han impedido hasta ahora los esfuerzos por reformar las instituciones de la UE.
El Tratado de Lisboa incluye pasos para una unión política más cercana, como la creación de un jefe de Política Exterior con mayor autoridad dentro del servicio diplomático de la UE y un presupuesto para el bloque de varios miles de millones de euros.
Pero los estados miembros mantendrán su poder de veto sobre las decisiones en defensa y política exterior, así como en asuntos de impuestos y presupuestos.
El tratado también establece un presidente a largo plazo para el Consejo Europeo de Líderes de la UE y un sistema de toma de decisiones que da mayor peso al tamaño de la población, una concesión a Alemania que Francia buscó evitar por última vez en 2000.
El Parlamento Europeo tendrá autoridad para tomar decisiones sobre un amplio rango de la legislación europea.
Pero la UE sigue estando a largo camino del sueño de integración federal de Kohl.
De hecho el propio Tribunal Constitucional de Alemania pareció poner límites sobre cualquier integración sustancial europea en un fallo sobre el Tratado de Lisboa este año.
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