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Sigue la magia en Las Ventas, hoy con un rotundo Perera por la Puerta Grande

EFE

Por segundo día consecutivo se ha vuelto a abrir la Puerta Grande de Las Ventas, hoy para un rotundo Miguel Ángel Perera, que cortó las dos orejas al quinto toro de la tarde por una faena dechado de perfección en técnica, valor e interpretación.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Núñez del Cuvillo, aceptablemente presentados, nobles y de buen juego con matices. Los dos primeros flojearon, manteniéndoles en pie un punto de casta consustancial a toda la corrida. También el sexto, con mucha calidad, adoleció de fuerzas. En manso fue bueno el cuarto. Y muy buenos, tercero y quinto. Para este quinto se pidió con mucha fuerza la vuelta en el arrastre. También fue muy ovacionado el tercero.

Manuel Jesús "El Cid": estocada ligeramente atravesada (silencio); y pinchazo hondo y estocada que asoma (gran ovación).

Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada (palmas); y estocada (dos orejas tras un aviso).

Alejandro Talavante: estocada corta trasera y descabello (una oreja); dos pinchazos y estocada (palmas tras un aviso).

En cuadrillas, "Alcalareño, hijo" saludó montera en mano en el cuarto.

La plaza tuvo lleno de "no hay billetes" en tarde espléndida.

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JOSÉ TOMÁS NO ESTÁ SÓLO

La apoteosis de dos faenas del último revolucionario del toreo, José Tomás, en la víspera, traducida en cuatro orejas, pesaba hoy como una losa en el ánimo de espectadores y toreros, sobre todo de aquellos, que acudían a la plaza lamentándose de antemano con un "no volverá a ocurrir. Es imposible".

Y vaya si ocurrió. Con Miguel Ángel Perera. La faena al quinto toro de la tarde de hoy fue algo memorable. José Tomás no está sólo. Ni mucho menos.

Se vio pronto. A pesar de la falta de lucimiento en el capote, la faena de muleta tomó altura nada más abrirla con dos pases cambiados por detrás ligados a otros tantos por delante. Y a partir de ahí, la más completa y hermosa majestuosidad torera, engarzando los muletazos de forma que el final de uno era el comienzo de otro, y viceversa.

Muy quieto el torero, prácticamente sin salirse de medio metro cuadrado, y a base de oportunos y efectivos "toques", el toro quedó imantado a su poderosa muleta. Deliciosa ligazón, a base de pases y pases sin solución de continuidad, todos por abajo, limpios y de extraordinaria profundidad. Primorosa conjunción entre un gran toro y un grandioso torero.

Lo fundamental sobre la base del primor, pues látigo de seda venía siendo la muleta de Perera, que acompañaba las embestidas con la cintura, "rompiéndose" en cada muletazo de trazo largo, larguísimo y muy sentido. Toreo ralentizado.

Y entre series, la inspiración de los remates, ora la trinchera, ora a una mano con desmayo, incluso los obligados de pecho. Emoción sin límites por el arte del toreo.

Pero todavía más allá de esa emoción por el arte se encendió la pasión, el éxtasis por la forma de identificarse el torero con su obra al olvidarse también del cuerpo. Lo dijo Juan Belmonte, precursor de lo que hoy expresan los toreros: "para torear grande hay que olvidarse del cuerpo". Como Perera cuando aguantó las miradas del toro mientras se le frenaba en dos o tres ocasiones, y resolviendo sin inmutarse en los cambios de mano, unas veces por delante, otras por detrás, y cerrando finalmente con los de pecho.

Hubo también "las alegrías" de unas ajustadísimas bernadinas. Todo el toreo de Perera, verdaderas esculturas, monumentos de bronce en movimiento.

Ayer se pensaba con José Tomás si podría repetirse. Hoy con Miguel Ángel Perera la duda es mayor.

No se trata de establecer comparaciones, pues sería restar méritos indistintamente. Y cada uno en su estilo ha demostrado que es el mejor. Así de claro.

Y en todo caso ambos tendrán que dilucidar el "número uno" a partir de ahora. La temporada es larga pero es importantísimo que se vean las caras cuanto antes y de forma continuada en el ruedo. Urge que tomen medidas las empresas para que ninguno de los dos se vaya a franquear (término marinero que significa alejarse) de la verdadera responsabilidad de la que han sido investidos por la más importante plaza del mundo, la monumental de Las Ventas de Madrid.

Hay que juntar a José Tomás y a Miguel Ángel Perera en el máximo de carteles. Y no valen estrategias de dinero, que pasan por anunciarse con dos toreros baratos que en definitiva sólo sirven de comparsas y "no molestan" como dicen los administradores-apoderados de las figuras. La gente va a demandar los nombres de Tomás y de Perera, y mucho más en competencia. El dinero de ambos estará sin duda en las taquillas, y en todo caso los abonos de las ferias tienen también con ellos un atractivo como nunca.

La rivalidad entre los dos grandes triunfadores de Madrid hay que fomentarla. Eso sería reforzar el futuro de "la Fiesta" y no el reciente viaje al parlamento europeo de Bruselas donde poco menos que ha ido el colectivo de profesionales taurinos a pedir perdón por su militancia en la más hermosa, culta, sincera y auténtica de todas las fiestas.

A las pruebas de hoy, y de ayer, hay que remitirse. La próxima vez, para rendir o convencer a Europa, con un vídeo de Tomás y otro de Perera será suficiente.

Aunque cuentan también los demás. Hoy no sería justo olvidar al Cid, que quiso mucho en su deslucido primero, y que cuajó una bonita faena al mansón cuarto.

También con Talavante habría que emplearse a fondo en elogios por la firmeza y sentimiento que derrochó en su primera faena, toreando muy quieto, limpio y ceñido. Cortó una oreja que vale su peso en oro.

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