Iba a conectar Talavera de la Reina, en Toledo, con Villanueva de la Serena, en Badajoz. Dos localidades a la vera de ríos de postín, el Tajo y el Guadiana, que más de ochenta años después del plan que concibió ese proyecto de ferrocarriles se preguntan, asombradas, qué se pensaba transportar en ese tren que discurriría entre territorios hoy marcados por la soledad. Nunca ningún viajero transitó por esas vías, pero hoy son muchos los que lo hacen por la vía verde que se ha acondicionado en su parte toledana: la de la Jara. Cincuenta y dos kilómetros de recorrido entre los Montes de Toledo y el macizo extremeño de las Villuercas, en medio de tierras vírgenes que nos llevan a caminar por las orillas del Tajo o las frondosidades de la Sierra de Altamira.
A lo largo de la ruta pasan por los ojos y los pies del caminante diversas estaciones de tren 'fantasma' que nunca despidieron ni recibieron a nadie, más de quince túneles y cinco viaductos. Entre ellos destaca el de Azután, sobre el Tajo. Nos encontramos ante un recorrido que, además, por su baja dificultad, es asequible para personas de toda edad y condición física, incluidos quienes se ven obligados a desplazarse en silla de ruedas. La única recomendación: linterna o luces en la bici y provisiones, pues la mayor dificultad del itinerario será encontrar un lugar en el que abastecerse de agua y comida.
El recorrido puede iniciarse en el mismo andén de una de las solitarias estaciones que lo jalonan: la de Calera y Chozas, paso obligado para los trenes que se dirigen desde Madrid hacia Extremadura y Portugal, y que por aquí pasan sin detenerse. En la caminata encontraremos densos bosques mediterráneos y deberíamos, si somos previsores, aprovisionarnos de agua en la Fuente de la Garrapata, uno de los pocos 'oasis' de la Jara. Tampoco proliferan por aquí los pueblos: Aldenueva, en torno al kilómetro 17 desde el punto de partida, es el único que encontraremos junto a la vía, así que no sobraría realizar alguna compra de bebida y comida para continuar con el recorrido.
A partir del Apeadero de Pilas, en el kilómetro 25 de la ruta, comienza la profusión de túneles y viaductos que marcarán el resto del camino. La Estación de Santa Quiteria, a más de seiscientos metros de altitud, es en la actualidad una singular granja ganadera que pone punto y final al recorrido.
Si queremos quedarnos más tiempo por la zona y hacer compras, admirar su patrimonio monumental o, simplemente, conversar un rato con quienes la habitan, las opciones son múltiples: Talavera de la Reina, conocida sobre todo por su cerámica, aunque también con un importante conjunto patrimonial; Oropesa, con un interesante castillo y casco antiguo; Lagartera, que nos trae las reminiscencias de la artesanía tradicional de bordados y labores, o la Ciudad de los Vascos, en la que admirar los restos de una antigua localidad musulmana: restos de murallas, torreones defensivos, baños y cementerios de la alcazaba componen este singular conjunto.
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