El majestuoso oso pardo cantábrico ha habitado desde tiempos ancestrales la senda que hoy lleva su nombre. Y aunque ahora sea una especie en serio peligro de extinción, no cuesta trabajo entender por qué durante siglos esta zona del centro de Asturias constituyó un refugio seguro para la especie: estamos ante territorios de angostos desfiladeros y frondosos bosques en los que alejarse del bullicio cotidiano.
Al oso lo sustituyó, en 1884, el tren de vía estrecha que acercaba el mineral al centro de Asturias, en una época en que las explotaciones mineras constituían las principales fuentes de ingreso de los valles de Proaza, Quirós, Santo Adriano y Teverga, conocidos como 'valles del Oso'. Tras su paralización en 1964 y su posterior acondicionamiento en 1996, ese trazado ferroviario se ha convertido en un exitoso sendero verde, la Senda del Oso, que discurre precisamente por lo que fue la plataforma del ferrocarril minero. Su disposición presenta la forma de una Y invertida, que ha recuperado 27 kilómetros de los 40 del trazado ferroviario original. Un recorrido sin ningún repecho especialmente pronunciado, característica que lo hace especialmente adecuado para una excursión en familia a través de los valles de los ríos Teverga, Quirós y Trubia.
Los ciclistas y peatones han sustituido a las viejas máquinas de vapor, y donde antes se buscaba trasladar hierro y carbón, ahora se persigue un objetivo menos utilitario: admirar paisajes de gran belleza natural a lo largo de seis o siete horas (si el recorrido se hace a pie) o entre tres y cuatro si optamos por la bici. La Senda del Oso es mixta (peatonal y cicloturista), por lo que se recomienda circular por ella con precaución y dotados de sistemas acústicos de señal. Conocer más sobre ella y sobre el oso pardo en la Cordillera Cantábrica es posible en la Casa del Oso de Proaza, que cuenta con una exposición permanente sobre esta especie y una sala de audiovisuales, además de ser la sede oficial de la Fundación Oso de Asturias.
A lo largo del recorrido salen al paso la riqueza y variedad del paisaje, en el que se combinan las cumbres de la cordillera Cantábrica con el ancho valle del río Trubia, los bosques y praderías, en un territorio en el que sobreviven algunos de los escasos ejemplares de oso ibérico que todavía se pueden admirar en la Península. Entre ellos, destacan dos nombres propios: los de Paca y Tola, una pareja de oseznas que después de que en 1989 fueran rescatadas de un furtivo que mató a su madre han vivido en la zona en régimen de semilibertad.
Junto a la naturaleza se encuentran elementos etnográficos que nos recuerdan el pasado tradicional ganadero de este lugar: hórreos, molinos, brañas... Merecen también una mención los restos arqueológicos presentes en la zona, desde dólmenes y castros hasta monasterios, palacios y torres.
www.osodeasturias.es
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