El escritor Santiago Roncagliolo llegó a España hace 14 años, pero aún no se siente español. Tampoco es peruano, país en el que nació, ni mexicano, a pesar de haber residido gran parte de su vida allí. Su condición biográfica le permite sentirse 'extranjero en todas partes' y 'tomar distancia' para observar con la cercanía adecuada el desarrollo de los acontecimientos.
Según ha explicado este martes durante una entrevista, tras un tiempo sin escribir sobre su país natal, ahora regresa a Perú, a su propia historia, en la novela La pena máxima (Alfaguara) motivado por una razón principal: el nacimiento hace tres años de su hijo. 'Soy padre de un catalán, tengo que explicarle quién soy yo y quién es él'.
Durante años, Rocangliolo escribió libros 'muy peruanos y muy políticos', algo que tuvo como consecuencia que la gente le empezara a tratar como un político. 'Das charlas con más expresidentes que escritores y te piden respuestas para todo', ha afirmado. Ahora, regresa a aquella temática y recurre a un personaje que ya apareció en Abril rojo que volvió a llamar a la puerta de su subconsciente: Félix Chacaltana, un asistente del Poder Judicial que, sin quererlo, se convierte en investigador de crímenes políticos ocurridos en las dictaduras militares de Argentina y Perú.
'Traté de evitarlo. El éxito de Abril rojo fue espectacular y casi excesivo —20 traducciones, Premio Alfaguara e Independent Prize of Foreign Fiction—. Automáticamente te encasillas y la gente espera que hagas lo mismo, pero a mí me gusta tener libertad creativa. Sin embargo, Chacaltana me obligó. Apareció y me dijo: 'Vamos a ser honestos: ¿En abril del 78 quién estaba allí, tú o yo?'.
Roncagliolo considera que los mejores narradores son los periodistas radiofónicos deportivos, quienes tienen la capacidad de 'hacer vibrar' al oyente con algo que este no puede ver. Él quería conseguirlo y por ello teje las historias de este libro con el ritmo trepidante de los partidos de fútbol del Mundial de Argentina de 1978, que aparece como telón de fondo de este relato.
Para el escritor, un partido se convirtió además un 'buen escenario para un thriller': 'Si quieres matar a alguien, deberías hacerlo un domingo durante un partido, nadie se va a enterar y si se enteran no les va a importar', señala. De hecho, Roncagliolo afirma que el mundial del 78 fue usado por la dictadura 'para vender la imagen de un país pacífico, deportivo, de derechos humanos y de hermandad entre los pueblos, mientras torturaban a gente a pocos metros de estadio'.
Además del contraste y de la paradoja, el autor de La pena máxima también recurrió a este gran evento deportivo porque para los peruanos fue 'especialmente importante'. Según cuenta, su país pensaba que iba a ganar y finalmente perdió 6-0, lo que provocó multitud de leyendas, como aquella que cuenta cómo Videla bajo a saludar al equipo contrario. 'Si te saluda vas a jugar mal, estarás muerto de miedo', indica.
A su juicio, el fútbol es un 'teatro político', donde se escenifica lo que las personas son y quién es 'el enemigo'. 'Nos identificamos tanto que hablamos en primera persona, cuando solo estamos ante pantalla con cerveza, se encarna la identidad', añade.
La suya es la del Atlético, un equipo al que decidió seguir cuando llegó a Madrid —primera ciudad española en la que residió— tras ver una 'campaña publicitaria de perdedores' con la que se sintió identificado al instante, ya que él no tenía trabajo ni papeles y convivía en un piso con otras cinco personas. En ella, el protagonista mentía a su familia acerca de su idílica vida en la capital española y de su idílico equipo de fútbol. Su eslógan era 'hay razones que solo el corazón comprende', lo que Roncagliolo y sus amigos encarnaban en ese momento de sus vidas.
Según confiesa, verá el partido entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid el próximo sábado comiéndose 'las uñas' y pide 'un poco de sensibilidad' al equipo enemigo, quien, según indica, ya cuenta con decenas de copas en su currículum. 'Aunque fuese mejor el Real Madrid, sería muy ruin arruinar la copa al Atlético', concluye Roncagliolo, consciente de que en la vida solo hay tres temas universales: 'Amor, muerte y fútbol'.
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