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La radicalidad se vuelve clásica

El dibujante, músico y director de clips Robert Longo expone en Madrid ‘Intimate immensity’, una crítica a la ceguera de EEUU

ISABEL REPISO

Las obras que Robert Longo (Brooklyn, 1953) presenta en la galería Soledad Lorenzo –Intimate immensity, hasta el 7 de junio– se ubican entre la serenidad y la inquietud. ¿Sus niños duermen o yacen muertos? “He intentado retratar ese punto entre medias. Esta serie surgió cuando mi hijo menor entraba en la adolescencia, así que de alguna forma es un modo de decir adiós a la infancia de Joseph”.


Conociendo su militancia política, sería ingenuo eludir que sus imágenes son un reflejo de la hibernación en la que se encuentra su país. “Soy muy consciente de lo que está haciendo EEUU”, admite en relación a la guerra de Irak. No tiene por qué decirlo, lo demostró con hechos al donar una obra para recaudar fondos en favor de la campaña de Barack Obama. “Ese hombre es la verdadera oportunidad de cambio para nosotros”, afirma. Y, volviendo a sus obras, admite que “tienen ese punto de metáfora. Estoy avergonzado, descontento… ¡enfadado! Me preocupa en qué circunstancias vivirán mis hijos”, recalca. “Mi arte se sitúa entre lo personal y lo social. Al crearla, me siento como sintonizando una vieja radio, buscando ese punto justo”, explica.


Negrura y rock
El estudio de este neoyorquino parece una carbonería de locos. Un equipo de cuatro jóvenes le ayuda en la ejecución de sus cuadros, que pinta con carboncillo y la música a todo volumen. “Empiezo el día con rock instrumental, sigo con jazz y termino con reggae”. ¿Algo más? “Cuando todos se van me da por tocar la guitarra”, confiesa. Le pega. Su pasión por la música le llevó a crear la banda Menthol y a conocer a la que hoy es su mujer, la cantante y actriz alemana Barbara Sukowa. La muestra Intimate immensity contiene tres guiños a pintores que el neoyorquino considera “maestros”: Goya, Brancusi y Pollock. ¿Tal vez una forma de autocanonizarse? “No me comparo con ellos; son mis héroes”, confiesa desde la humildad. “Dibujar sus obras es una manera de homenajear a mis ancestros.Son narradores de la Historia del Arte”, añade.

Algo más allá del ego
Robert Longo se ha aproximado a las artes desde el dibujo, el cine y la música, lo que le proporciona una amplia panorámica y le hace opinar sin pelos en la lengua: “El arte te hace creer que hay algo más que tu ego. En este momento hay tanta mierda en el arte... ¡No puedo esperar para ir al Prado!”, exclama tras sus gafas de pasta.

No cambiamos de tema. ¿Para qué si Longo se muestra más honesto que nunca? “Hablar del arte es algo muy complicado porque las palabras lo destruyen”. Tal vez por eso prefiere hacerlo a explicarlo, aunque reconoce que sus obras “son un intento por entender los misterios de la vida”. Una aproximación que suena a precepto religioso. “De hecho, el arte es una gran religión, sólo que nadie ha sido asesinado en su nombre”, define con una sonrisa.  

Su evolución como artista también invita a reflexionar. Desde que saltara al estrellato a raíz de sus yuppies contorsionados han pasado dos décadas. “A medida que envejezco creo que la radicalidad consiste en volverse clásico”, desvela. ¿Alguna lección aprendida? “El dibujo es algo muy opuesto a pintar. En el primero vas de la luz a la oscuridad, todo lo contrario que en la pintura”. Por el peso, nadie diría que su producción se basa en el dibujo. “Una pieza de éstas –indica señalando a sus inmensas cabezas– resulta tan pesada como una escultura”. El papel sobre el que pinta (con tres tipos de carbón diferente) está montado en pesadas hojas de aluminio... por mucho que las cabezas de sus niños evoquen ligereza.

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