El balcón del Tiétar, el municipio cucharero o el pueblo cuyos vecinos se niegan a recordar su pasado de tumbas sin flores para mirar al futuro. Son distintas maneras de mencionar Pedro Bernardo (Ávila, 1.099 habitantes), un pintoresco municipio de la sierra de Gredos que el pasado jueves vivió un alzamiento popular contra la ley de la memoria histórica. Apoyados por el párroco local, un grupo de vecinos exaltados impidió a unos operarios retirar una placa de la fachada de la iglesia que recuerda a los caídos del bando nacional en la Guerra Civil con el símbolo de la Falange Española y el siguiente mensaje: “José Antonio Primo de Rivera ¡Presente!”.
“No quiero tener placas fascistas en mi pueblo”, pide la concejal socialistaLa orden fue aprobada hace cinco meses por el pleno municipal con la oposición de los cuatro concejales del PP. La teniente de alcalde, Isabel Fernández (PSOE), propuso la retirada del símbolo que recuerda desde los años 40 a los 17 caídos del bando de los vencedores y que olvida a la vez a los 23 republicanos perdidos varias fosas comunes aún sin localizar.
El abuelo de Fernández es uno de los desaparecidos del bando de los perdedores. Murió en septiembre de 1936, fusilado por su militancia socialista. El pueblo, gobernado en 1936 por Izquierda Republicana, cayó pronto en manos de los golpistas, que avanzaron con la guardia mora desde Arenas de San Pedro. Pedro Bernardo contaba entonces con el triple de habitantes que ahora. Era un municipio industrial famoso por fabricar cucharas. De ahí, el apelativo cucharero. Los incendios que arrasaron sus bosques en las últimas décadas han reducido su población a poco más de mil personas.
Las silenciosas y empinadas calles estaban ayer vacías. Ni rastro de los veteranos corrillos que el jueves comentaban las órdenes lanzadas en misa por el joven párroco local. El cura, obsesionado con mantener la placa, ha recurrido a todo tipo de interpretaciones legales para impedir que su iglesia se quede sin el reconocimiento a los héroes de Franco. Sus argumentos son repetidos, sobre todo por ancianas, como si fuera una oración. “La ley no se ha desarrollado”, “no existe ensalzamiento de la dictadura”, “los adornos de la fachada no se pueden quitar de un edificio singular” y sobre todo, “la iglesia es un edificio privado”.
En la casa parroquial
El sonido de la puerta de la casa parroquial levanta una persiana del edificio de enfrente: “El sacerdote no está, no va a abrir”, grita una vecina. Sin embargo, el cura abre con recelo. El padre Luis Carlos apenas lleva dos años en el pueblo pero su discurso es enfervorecido. En media hora muestra todo tipo de documentos que justifican la conservación de la placa, pero se niega a que su opinión sea transcrita en este periódico. Sus feligresas se encargan por él de dejar al descubierto su obsesión por conservar el vestigio franquista.
“La iglesia es un edificio privado”, se excusa una feligresaLa concejal socialista es la única progresista en el Consistorio. Su apoyo es clave para gobernar el pueblo que cuenta con cuatro concejales del PP y otros tantos independientes, salidos de una escisión de los populares. Condicionó su apoyo al grupo que le permitiera retirar la placa: “Hay muchas cosas que hacer en el pueblo, pero a mí lo que me importa es lo de la placa”.
Promesa incumplida
El PP le prometió retirarla y les apoyó. A los dos meses la promesa fue incumplida, provocó una moción de censura y la alcaldía fue a manos de los independientes. El pueblo no se lo perdona y cada vecino que se cruza con ella en el pueblo serrano le evita el saludo. “Me han agredido y han talado los árboles de mi finca, pero yo no quiero tener placas fascistas en mi pueblo. Aquí soy una extraña”, analiza.
Los vecinos colocaron el jueves un coche debajo del dichoso rectángulo que ensucia la fachada de la iglesia de más de 400 años. Tratan así de evitar que arranquen la piedra. Fernández ha dado 10 días de plazo al arzobispado de Ávila para que cumpla con la ley. “Me han dicho que lo harán de buena fe, si no cumplen, la retiramos nosotros”, advierte. El jueves pasado el líder del PP local, Alberto Sánchez, llegó a pedir su detención.
Los vecinos, en un 70% de más de 60 años, evitan la polémica. “Me da igual, pero prefiero que la dejen, ha estado siempre ahí”, resume Mercedes Gil, vecina de la plaza de la iglesia que en cuanto oye hablar de la placa emprende el camino de vuelta a casa.
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