El príncipe Ernesto Augusto de Hannover, esposo de Carolina de Mónaco, compareció hoy ante un tribunal alemán para defender su honor en la revisión del proceso en el que fue condenado por la paliza que presuntamente propinó al dueño de una ruidosa discoteca en Kenia, en 2000.
En los últimos años, el príncipe ha mantenido múltiples pleitos contra la publicación de fotos de su vida privada, al igual que su esposa, o por ataques contra representantes de medios de comunicación en algún arrebato de mal humor, pero hasta ahora siempre había estado representado por sus abogados.
En esta ocasión, se presentó sonriente ante la Audiencia de Hildesheim (norte del país), convencido de que logrará hacer imponer su tesis de que dio un par de bofetones al propietario de la discoteca, pero no le dejó mal herido como sostuvo éste.
El príncipe fue condenado en 2004, tras varios recursos, al pago de una multa de 445.000 euros por la agresión que sufrió Josef Brunlehner, el dueño del local, que tuvo que ser ingresado en un hospital de Mombasa tras la agresión.
El incidente ocurrió durante unas vacaciones familiares de Ernesto Augusto de Hannover en la isla de Lamu, en Kenia, al sentirse importunado por el ruido procedente del local lo que, en su opinión, molestaba a todos los residentes de ese idílico y elitista lugar de descanso.
Según la versión de Brunlehner en el primer juicio, el príncipe apareció en su establecimiento capitaneando un grupo de vecinos y le propinó una paliza armado con un puño de hierro.
Tanto entonces como ahora, el príncipe sólo admitió haberle dado un par de bofetones y tras múltiples gestiones judiciales logró que se revisara el caso al aportar nuevos testigos, según los cuales el propietario de la discoteca exageró sus lesiones.
La audiencia de Hildesheim ha admitido el caso, en el que declarará como testigo Carolina de Mónaco el 23 de julio próximo.
Las imágenes de Brunlehner ensangrentado y doliente en Mombasa dieron en su momento la vuelta al mundo, pero ahora la audiencia deberá esclarecer si se trató de una escenificación.
El caso levantó en su momento gran revuelo y abundó en la mala reputación del príncipe, quien en otras ocasiones reaccionó a paragüazos contra fotógrafos y de quien, además, se conocen varios incidentes de agresiones bajo los efectos supuestamente del alcohol.
El incidente de Kenia generó una retahíla de subcapítulos judiciales, el penúltimo de los cuales la querella interpuesta por el propio príncipe contra su defensor de entonces, al que despidió después de que el letrado afirmara, a modo de atenuante, que el príncipe actuó bajo los efectos del alcohol.
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