El partido Popular considera que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, llega al ecuador de la legislatura "agotado" y habiendo demostrado su "incapacidad", y ya ve a su líder, Mariano Rajoy, con un pie en la Moncloa, un objetivo que, en su entorno, apuntan que ya depende, sobre todo, de él mismo.

El análisis del PP tras dos años "fallidos" se asienta en una idea de la que luego se deriva otra: la crisis ha derrotado a Zapatero por su "nefasta gestión" y de ello, argumentan a Efe varios dirigentes, se aprovecha el presidente de los populares porque siempre ha tenido claro lo que la crisis exige hacer.

De esta segunda idea se deducen tres expresiones, según señala a el responsable de Comunicación del partido, Esteban González Pons: "la gente está harta", "la gente pide cambio" y "Zapatero no volverá a La Moncloa".

Con el presidente del Gobierno "cuesta abajo", en opinión de otra fuente, el PP se ha dedicado a presentar y explicar su alternativa, y a someter a debate y votación en el Congreso algunos de sus aspectos, casi siempre rechazados.

Sin aparecer en los medios abrumadoramente, reservándose para las citas importantes, como los debates económicos en el Parlamento o las contiendas electorales, Rajoy ha procurado inculcar en la opinión pública lo que haría si fuera presidente, y la conclusión la ha dicho él mismo varias veces: "lo contrario de lo que hace el Gobierno".

Mezclados los ingredientes, salen encuestas que otorgan la victoria electoral al líder del PP.

El camino ha tenido obstáculos: tras el tumultuoso congreso de Valencia que Rajoy, único candidato, ganó con más del 82 por ciento de los votos, los populares se enfrentaron a la escisión de UPN en Navarra, a supuestos casos de espionaje en la Comunidad de Madrid entre integrantes del mismo partido, y sobre todo, al Gürtel.

Las presuntas conexiones de algunos dirigentes con la trama corrupta que dirigía Francisco Correa han supuesto un quebradero de cabeza no sólo a Rajoy, sino a todo el partido, especialmente en el papel que en esa red pudo desempeñar el ex tesorero Luis Bárcenas.

El responsable de las finanzas del PP dimitió al fin porque el Tribunal Supremo decidió investigarle.

También fue complicado y tenso gestionar la supuesta implicación del ex secretario general del partido en la Comunidad Valenciana Ricardo Costa, quien también se vio obligado a dejar el cargo ante las presiones de la dirección nacional. Luego fue suspendido de militancia.

Por si fuera poco, las batallas internas entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón afloraron a finales del año pasado a raíz de la disputa por designar al presidente de Caja Madrid.

A excepción del caso Gürtel, todos los demás frentes de batalla se han apagado, y la lección que extraen las fuentes, pasado el tiempo, es clara: el PP está más fuerte que el PSOE.

Pons afirma al respecto: "Hay dirigentes políticos que guardan secretos de los sumarios para sacarlos contra el PP y perjudicarle, pero eso lo que hace es perjudicar al Gobierno".

Con este estado de ánimo, y siempre con el retrovisor apuntando al precedente de la victoria electoral en Galicia, afrontan los populares lo que el propio Pons denomina "calendario electoral": los comicios catalanes de este año y los autonómicos y locales del próximo marcarán la tendencia de ese cambio de inquilino en La Moncloa.

En las palabras del dirigente valenciano, así como de las de los otros consultados, no figuran escenarios como el de la moción de censura.

Llegados al ecuador, el Gobierno busca con los partidos un pacto que ayude a superar la crisis.

Para Pons, el Ejecutivo "finge que quiere pactos", pero en verdad "copia las medidas de otros grupos", incluido el PP.

El diputado Álvaro Nadal, integrante del equipo negociador de los populares, opina que el Gobierno está "en plena estrategia de supervivencia", pues no cree que se plantee "reajustes serios ahora que ha aflojado la presión de los mercados financieros".

Para el que es asesor económico de Rajoy, ni Zapatero ni su equipo "ha preparado a la sociedad" para tales reajustes y terminará pagando su "política infantil" frente a la crisis.