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Las políticas neoliberales condenan a búlgaros y rumanos al destierro

Las privatizaciones de los sectores estratégicos estatales y de las antiguas fábricas, que comenzaron en los noventa, desembocaron en un paro masivo. Hoy, los salarios de supervivencia y los altos precios fuerzan a sus ciudadanos a emigr

CORINA TULBURE

'Allí hemos vivido veinte años de choques sin terapia', señala con ironía Daniel, un joven historiador rumano afincado en Barcelona desde 2004. 'Los comienzos no son fáciles en ningún lugar. Inicié mi carrera laboral en 2004, en una pizzería de Barcelona, donde trabajé de camarero. Luego salté a un hotel, como recepcionista, hasta el año 2007, cuando conseguí los papeles. Mientras tanto cursé un máster en Historia. Ahora trabajo en el campo de la traducción. Y sigo con una vieja obsesión, la fotografía. Retrato la vida de personas desahuciadas. En Rumanía, desde hace años, tener un trabajo no es sinónimo de una vida decente.'

Al igual que Daniel, en las últimas décadas miles de rumanos y búlgaros han visto como hacer la maleta se convertía en la única solución a las políticas aplicadas en sus países. Las privatizaciones de los sectores estratégicos estatales y de las antiguas fábricas, practicadas en Bulgaria y Rumanía desde los años noventa, han desembocado en un paro masivo que, además, llegó acompañado de la liberalización de los precios, las facilidades legislativas para la libertad de movimiento del capital extranjero y el consiguiente descenso del nivel de vida de los habitantes.

El escritor y antropólogo Miguel Pajares, autor de diversos estudios sobre los inmigrantes de Europa del Este, baraja varias cifras: 'La emigración neta de búlgaros entre 1989 y 2000, los primeros años de las privatizaciones, se estima en torno a las 600.000 personas. De Rumanía, en las últimas dos décadas emigraron más de dos millones de personas. Todo el proceso de privatización fue acompañado de la pérdida de un enorme número de puestos de trabajo. En Rumanía, entre 1990 y 1994 se destruyeron 1.716.000 empleos. Sólo en el año 1997 se destruyeron alrededor de 500.000. En ese año se produjo la mayor reestructuración de las grandes empresas del Estado'.

La fórmula de los últimos veinte años (privatizar, despedir y reconducir beneficios) sigue funcionando incluso a fecha de hoy: 'Hace poco se han anunciado los resultados obtenidos por la compañía de petróleo OMV-Petrom. Un beneficio histórico: más de 900 millones de euros. La misma compañía ha despedido a 10.000 empleados. La Administración no se atreve a aumentar los impuestos sobre el petróleo y el gas, a pesar de que Rumanía es uno de los pocos estados de la Unión Europea que dispone de estos recursos. El Estado no es capaz ni de subir estos impuestos, ni de cuidar a sus desempleados. Las privatizaciones echaron a la calle a millones de trabajadores. Los beneficios fueron óptimos, sobre todo para las privatizaciones estratégicas con socios de Europa Occidental, y de los costes sociales de estas privatizaciones no ha hablado nadie', relata Costi Rogozanu, periodista de la plataforma CriticAtac.

Esta situación ha llevado a que, durante la última década, la llamada generación del sacrificio tomara rumbo a Occidente.

'La filosofía de la emigración es: ¿por qué trabajar aquí? ¿Para seguir en la miseria? Mejor intentar sobrevivir en la miseria occidental; parece más limpia', explica Rogozanu.

Los trabajadores rumanos y búlgaros, sin embargo, no han encontrado el camino hacia Occidente tan despejado como en su día lo vieron los inversores que se trasladaron a Rumanía y Bulgaria. Hasta el 1 de enero de este año, la Unión Europea no ha eliminado las restricciones para que rumanos y búlgaros accedan al mercado laboral, mientras que varios políticos europeos siguen apelando al populismo y alertan contra una  'invasión' de inmigrantes pobres del Este. No obstante, la mayoría de los que parten rumbo a Occidente huyen de los pírricos sueldos pagados en sus países a la mano de obra cualificada, salarios que han despertado el interés de los inversores.

Miguel Pajares, que realizó en 2004 un estudio de campo en el sur de Rumanía, cuenta a Público que, entre los casos más escandalosos, encontró en la localidad de Zimnicea 'a empleados de una empresa del textil de capital italiano que trabajaban entre 10 y 12 horas diarias recibiendo un salario de unos 50 euros al mes. En la jornada laboral solo contaban con 15 minutos de descanso para una comida. La mayor parte eran mujeres. ¿Cómo vivían, si los precios, sobre todo en las ciudades, eran similares a los que en ese momento había en España?'

Según las estadísticas de Eurostat, en el tercer semestre del 2013, Rumanía experimentó uno de los mayores crecimientos económicos de la Unión Europea, con un aumento trimestral del PIB de un 1,6%. Sin embargo, el coeficiente de Gini, que mide los niveles de desigualdad, se disparó en el país hasta alcanzar el 33,2%; y el 22,6% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Un 19,1% de los trabajadores rumanos y un 7,4% de los búlgaros son working poor: no pueden costearse la supervivencia aunque tengan un empleo. Y un 44% de la población búlgara, así como un 29,9% de la rumana, padece pobreza severa.

'¿Por qué nos encontramos con esta situación? Porque el dios de cualquier gobernante rumano es el inversor. Para el inversor se ha realizado la reforma laboral y se le han ofrecido todo tipo de facilidades. El empleado rumano del sector privado casi dejó de poseer derechos laborales. La reforma laboral la dictó una asociación de inversores. El Gobierno neoliberal anterior asimiló y promovió en el Parlamento esta ley sin debate previo. Se facilitó el despido y se presionaron a la baja los salarios, que ya eran bajos', cuenta Rogozanu.

En noviembre de 2013 los médicos rumanos salieron a la calle para pedir un aumento en sus salarios. El sueldo medio de un médico en Rumanía ronda los 440 euros mensuales. Según el Instituto Nacional de Estadística del país, el sueldo medio en Rumanía se situaba alrededor de los 370 euros en octubre de 2013, y el mínimo en menos de 200 euros. En Bulgaria el sueldo mínimo es de 170 euros.

Este nivel de salarios, que no cubre las necesidades básicas, ha empujado a más de 14.000 médicos rumanos a dejar su país, con Francia y Alemania como principales destinos. La politóloga Victoria Stoiciu, directora de programas en la fundación Friedrich Ebert de Rumanía, explica a Público que 'la política de los sueldos bajos ha sido asumida por todos los Gobiernos de Rumanía desde 1989, independientemente de su color político. La razón principal para mantener esta política es mantener la competitividad del país, concretada en la mano de obra barata. No podemos aumentar los salarios porque ahuyentamos a los inversores extranjeros y nos quedamos sin empleo: esta es la filosofía de esta desastrosa política salarial que sitúa Rumanía en competencia con estados de Asia o de África, a pesar de que el coste de la vida es similar al de los demás estados europeos'.

En Bulgaria, la situación no dista de la realidad rumana. La antropóloga Neda Deneva, que investiga la migración de trabajadores búlgaros a España, cuenta que los fenómenos son similares a lo ocurrido en Rumanía: 'La privatización, la desindustrialización y la falta de oferta de trabajo en la agricultura hicieron que un alto porcentaje de la población se quedara sin trabajo o que fueran trabajadores pobres, con pocas oportunidades para tirar adelante'.

Emigrar se convirtió en la primera solución para los trabajadores. Además, las presiones de las grandes compañías y del capital autóctono determinaron la flexibilización de la legislación laboral y, en consecuencia, la pérdida de derechos de los trabajadores y el recorte de los costes sociales. 'En Rumanía, el Estado está cautivo del capital privado (empresas nacionales y multinacionales) y los políticos mismos a menudo forman parte de la categoría de hombres de negocios, con lo cual tienen su interés privado y egoísta en mantener los sueldos a la baja', puntualiza Stoiciu. 

A pesar de los bajos salarios de la población, los precios en Rumanía se han ido ajustando a los estándares europeos, sobre todo en el caso de la energía y el gas. Esta subida ha afectado aún más a los bolsillos de los ciudadanos. Los intereses comerciales han hecho que, hoy en día, los precios en ciudades como Bucarest o Sofía puedan equipararse a los de cualquier capital europea. Así, la migración interna de los trabajadores en la Unión Europea responde principalmente a la desigualdad entre los países que la conforman y a la falta de voluntad política por reconstruir el proyecto europeo.

'Se trata de un problema estructural del sistema económico capitalista y del modo en que funciona la UE: una Unión para los intereses de las compañías y no de los trabajadores. Mientras la presión de los políticos nacionales y de la Unión no se encamine a una transformación institucional de la UE, que sea para los ciudadanos y no para el capital, asistiremos a escenarios con espantapájaros de cartón, sin ver el elefante que tenemos dentro', comenta Stoiciu.

Nicu, un ingeniero jubilado de Iasi, ciudad del norte de Rumanía, cuya jubilación no alcanza los 400 euros, recuerda las primeras protestas de la década de los noventa y se muestra indignado con el rumbo que ha tomado su país: 'Queríamos libertad. Ahora tenemos la libertad de protestar en las plazas y, tras las protestas, ¿qué pasa al día siguiente? El poder es sordo, no nos escucha, como si no existiéramos. ¿Qué hemos ganado? Centros comerciales, sueldos de supervivencia y crisis tras crisis. La solución para muchos fue irse del país. No era este el cambio que queríamos en 1989'.

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