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Política y homosexualidad, los tabúes de Eurovisión en Belgrado

EFE

Mientras los precios se disparan en Belgrado con motivo del turismo eurovisivo, la organización del Festival advierte de algunos de los peligros que puede provocar el choque cultural y disuade a los visitantes de abordar temas políticos y mostrar afecto entre personas del mismo sexo.

Belgrado asume estos días con orgullo el papel de anfitriona del popular Festival Europeo de la Canción, prepara sus calles y habilita sus mejores recintos para acoger a los concursantes y a la prensa.

El estadio Arena de Belgrado, un espectacular escenario que se adapta con rapidez a las diferentes puestas en escena, representa, a través de la metáfora de los dos ríos de la ciudad, el Danubio y el Sava, el lema de su edición: "Confluencia de sonidos".

Este sentido de convergencia no conecta, precisamente, con la reciente independencia de Kosovo el pasado febrero, que hasta el último momento mantuvo abierta la posibilidad de repetir el festival en Helsinki por miedo a conflictos durante la celebración de algo tan festivo como Eurovisión.

Por ello, en un "comunicado inicial de seguridad" que la organización ha enviado a los medios presentes en la capital serbia, se advierte de que "Eurovisión no es un evento político".

"Les sugerimos evitar discusiones políticas y cuestiones relacionadas especialmente con las elecciones generales que han tenido lugar y otros asuntos políticos como Kosovo y Metohija, ya que son temas delicados ahora mismo en Serbia".

Por su lado, los hoteles, aunque disparan los precios, ponen sus mejores servicios a disposición de visitantes y periodistas y seleccionan ellos mismos las líneas de taxi para evitar abusos en las tarifas.

La organización del certamen, en cambio, se apresura a alertar de que "hay que tener cuidado con los coches y los taxis. Use el cinturón de seguridad, que podrá ayudarle a evitar resultar herido".

Pero, quizá lo más llamativo, tras las protestas surgidas por parte de los sectores más retrógrados de Belgrado, es la medida cautelar que recomienda al público homosexual, tradicionalmente seguidor del certamen.

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