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Un Nobel por un préstamo

El bangladeshí defiende que el crédito es un 'derecho del ser humano'

B. CARREÑO

Muchos seres humanos en la historia han tenido una idea, lo que parecía una gran idea, que no siempre se ha utilizado de la mejor manera ni con los resultados esperados. Muhammad Yunus (1940, Chittagong, Bangladesh) tuvo la suya a mediados de los setenta, cuando una fuerte hambruna azotaba el país y él se había convertido ya en un prestigioso profesor de economía en la Universidad de Dhaka (la capital del país). Yunus fue con un grupo de sus alumnos a visitar pueblos, en una suerte de trabajo de campo, y en Jobra, una de las aldeas más pobres del país, estableció un primer micropréstamo, en aquel momento de su propio bolsillo, con un grupo de mujeres sin recursos.

Yunus, de familia acomodada cuyo padre joyero siempre había insistido en la educación de sus 14 hijos (solo nueve habían sobrevivido), tuvo la oportunidad de completar su formación en economía en 1969 cuando fue becado por la Fundación Fulbright y logró su doctorado en Económicas en la Universidad de Vandelbirt (Tennessee, EEUU). Como él mismo reconoce, su madre fue uno de los personajes que marcó de forma más trascendental su vida y de ahí su decisión de poner a las mujeres como destinatarias principales de los créditos. En un país musulmán, la decisión del economista causó un gran revuelo, pero su creencia de que las mujeres están más pendientes en las necesidades de la familia ha calado en gran parte de las organizaciones de desarrollo, que centran sus esfuerzos en la madre como cabeza de familia.

'El crédito es un derecho del ser humano', proclamó el ganador del Nobel de la Paz en 2006, y bajo esta premisa y la convicción de que el acceso al crédito podría ayudar a los pobres en su camino a la prosperidad, Yunus organizó un Banco de la Aldea (la traducción de Grameen Bank), que ha terminado siendo un emporio de empresas que proveen de todo tipo de servicios a los sin recursos, desde telefonía hasta alimentación. A diferencia de los proyectos de cooperación, Grameen sí tiene ánimo de lucro, algo que Yunus defiende como vía para continuar captando más financiación.

La posibilidad de entrar en política y las continuas críticas de Yunus al actual Gobierno bangladeshí lo pusieron a finales del pasado año en el disparadero. Después de buscar distintas fórmulas para echarle de la presidencia de Grameen, el supervisor pone su edad (70 años) como razón para abandonar forzosamente su cargo.

 

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