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MADRID.- Tiene tan sólo diez años, mide 1,39 metros, pesa 34 kilos y está esperando un bebé. Es de Paraguay, no ha transcendido su nombre, pero podría llamarse Belén, María o Inés, y ser paraguaya, peruana o chilena. Las estadísticas hablan por sí solas. No es la primera ni la única de la región en se encuentra en esta drástica situación. Y va a tenerlo, está obligada a ello. Su país considera “viable” su embarazo, a pesar de ser menor y su estado sea fruto de las violaciones reiteradas de su padrastro.
Hace unas semanas el mundo se escandalizaba con la noticia. El drama de esta paraguaya de diez años no acaba con un embarazo no deseado, sino que empieza con la imposición de un Estado que le obliga a su corta edad a ser madre a la fuerza, pese a las diversas complicaciones físicas y psíquicas que ésto conlleva. América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo con mayor tasa de embarazos de adolescentes, sólo superada por África subsahariana y generalmente estos embarazados llegan a término, cambiando por completo la vida de las menores que se ven obligadas a dejar de estudiar y vivir una vida no acorde a su edad.
“De por sí el hecho de obligar a una mujer –y más si ha sido violada- a tener ese hijo es algo terrible. Pero ya si hablamos de una niña es mucho peor. Hace que el duelo no se cierre, la víctima no se deshace del trauma de su violación”, cuenta a Público la psicóloga especialista en sexología, Paula Martínez García. Nadie nace sabiendo ser madre, pero, como apunta Martínez García, “una niña de 10 años no es siquiera una adolescente, a esa edad no se está capacitada para desarrollar el rol de madre”, algo que en muchas ocasiones puede derivar en reacciones inesperadas de la menor, desde cuadros severos de depresión hasta rechazo directo a su hijo.
Y es que son simplemente niñas. Menores que a la fuerza se saltan toda una etapa evolutiva. Pasan de niña a mujer de golpe y porrazo, sin transición ni vuelta atrás. Son madres antes de madurar, antes de sentir por primera vez, de desarrollarse o de tener su primer novio.“Son pequeñas que pasan de jugar con las muñecas a tener un bebé. No saben quiénes son. Tienen un rol que se les ha impuesto, no que han elegido”, apunta la psicóloga.
América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo con mayor tasa de embarazos de adolescentes, sólo superada por África subsahariana
Cada año cientos de niñas dan a luz en latinoamérica fruto haber sido abusadas sexualmente. Cuando estos embarazos no son causa de abusos, las causas frecuentes son la falta de educación sexual y el llamado “contagio social”, hace que proliferen casos similares por todo el continente. “Además de que un hijo les cambia la vida, estas menores al tener relaciones tan tempranas y pertenecer a países en los que enfermedades de transmisión sexual como el virus de Papiloma Humano (que afecta a más de un 70% de la población femenina en América a Latina) están muy extendidas, están expuestas a padecerlas de manera crónica más tiempo, ya que las contraen antes”, lamenta la especialista.
La gran mayoría de los países de América Latina tienen políticas muy restrictivas en cuanto a la interrupción voluntaria del embarazo. Los fuertes valores católicos rigen unas leyes que muchas veces datan de épocas dictatoriales, como la de Chile. Pero, ¿qué ocurre cuándo quién está embarazada es una menor indefensa de tan solo diez años? La respuesta es nada, sencillamente nada. Así lo dejó claro el Gobierno de Paraguay, sentenciando que ve “viable” un embarazo así y descartando totalmente la posibilidad de una posible interrupción del mismo.
Riesgos físicos
“Un embarazo a esas edades conlleva todo tipo de complicaciones. Aunque quizás fisiologicamente puedan estar preparadas para dar a luz, físicamente no lo están. Cuánta menos edad, los problemas se multiplican, al igual en el caso de mujeres mayores”, asegura a este periódico el ginecólogo granadino Antonio Muñoz García, asegurando que, al tratarse de embarazos de alto riesgo, la posibilidad de que éste no llegue a término es probable en muchos casos y normalmente se les suele practicar cesárea.
"Una niña de 10 años no tiene ni la estructura ósea ni anatómica idónea para ser madre. Lo que suele ocurrir es que los cambios hormonales hacen que evolucionen físicamente de manera exagerada, el cuerpo se les transforma, retienen mucho líquido y ello hace que ellas mismas no se reconozcan, algo que les trae problemas de tipo psicológico", asegura Muñoz, jefe de ginecología de un hospital de la capital granadina.
Son madres antes de madurar, desarrollarse o tener su primer novio.“Son pequeñas que pasan de jugar con las muñecas a tener un bebé. No saben quiénes son. Tienen un rol que se les ha impuesto, no que han elegido”
Aunque no se puede generalizar, este tipo de casos tan extremos suelen ser más habituales en las zonas más deprimidas y alejadas de los núcleos urbanos por lo que el seguimiento de estos embarazados es difícil. “Normalmente a estos casos los empezamos a seguir ya tarde, porque generalmente las menores tardan en saber su estado, o incluso muchas veces lo niegan. Por lo que son embarazos mal controlados, en ambientes poco favorables. Yo he tenido casos de niñas que llegan con 5 meses de embarazado, muy avanzados. No se les suele hacer un seguimiento correcto del embarazo, ni las analíticas necesarias”.
El problema de la falta de seguimiento que apunta el especialista muchas veces dificulta aún más las cosas. En 2010 una menor de origen rumano dio a luz en la localidad gaditana de Jerez de la Frontera. La pequeña contaba también con tan solo once años de edad cuando llegó a España embarazada y al parecer su estado era fruto de relaciones consentidas con otro menor. El caso pilló a las autoridades de la Junta de Andalucía desprevenidas porque descubrieron el caso cuando la menor, acompañada por sus progenitores, llegó al hospital de la Jerez para dar a luz, sin haber acudido nunca a revisión ginecológica alguna. El bebé nació prematuro, un rasgo, como apunta el ginecólogo, habitual en madres primerizas de esas edades.
Otros casos en América Latina
Sólo en Paraguay, en 2014, 684 menores entre 10 y 14 años dieron a luz en el país sudamericano. A las pocas semanas de que el mediático caso saliera a la luz pública, las autoridades del país fueron alertadas de un nuevo caso de abuso a una menor en la región de Itapúa. La pequeña, también de diez años, estaba también embarazada. Esta vez de su propio padre.
A principios de 2015 las autoridades de Guatemala rescataron, debido a las continuas denuncias de los vecinos, a tres hermanos víctimas de malos tratos. La mayor, de diez años estaba en su séptimo mes de embarazo. El patrón se repetía una vez más, una niña que sufre continuos abusos sexuales por parte de la pareja sentimental de su madre y acaba encinta.
En 2013, Belén contaba con once años de edad cuando se quedó embarazada de su padrastro que también abusaba de ella. Al tiempo salió el caso de María de trece, en la misma situación. La dramática situación de éstas dos chicas chilenas reabrió el debate en un país que cuenta con una de las leyes más restrictivas respecto al aborto. Su caso causó conmoción en Chile, no se les permitió abortar a pesar de una enorme campaña que realizaron organizaciones civiles.
Ante los casos, organizaciones como Admistía Internacional pusieron el grito en el cielo pidiendo que, ante todo, se defendiera el derecho a la vida y la integridad de la menor, ya que se trata de “embarazos de alto riesgo”. La ONU, denunció el pasado martes que el Gobierno Paraguayo ha “fracasado en su responsabilidad de actuar con la debida diligencia” para proteger a la menor.
Según la OMS en AméricaLatina se practican 3,7 millones de abortos no legales al año que causan en el 17% de los casos la muerte de las mujeres que se lo practican.
La mayor parte de las legislaciones latinoamericanas son contrarias a la interrupción voluntaria del embarazo. Sólo está despenalizado plenamente en Cuba, Puerto Rico y Guyana. Existen casos extremos como el de El Salvador en el que se las criminaliza y condena a más de 40 años de cárcel. Le siguen Chile (que a pesar de los esfuerzos de la actual presidenta Michel Bachelet, siguen rigiéndose por la ley impuesta por el dictador Augusto Pinochet a finales de los 70) y Honduras. En países como Uruguay existe, como en España, una ley de plazos.
Leyes tan restrictivas provocan la proliferación de abortos clandestinos. Según la OMS en América Latina se practican 3,7 millones de abortos no legales al año que causan en el 17% de los casos la muerte de las mujeres que se lo practican. Si a estas situaciones le sumamos la corta edad de estos casos, hace que, en los países en los que la prohibición es total, el suicidio sea en el 57% de los casos la principal causa de muerte.
“No se ven ni como niñas pero tampoco como mujeres , sufren una crisis de identidad brutal. Son personas a las que nunca se las protege, porque el Estado les está dando la espalda, la sociedad también y estarán siempre en el papel de víctimas” asegura Paula Martínez refiriéndose a la “violencia estatal”, ejercida hacia las mujeres, muy común en países en los que el aborto no está regulado.
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