El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, regresa hoy a Israel tras una visita de cinco días a Washington en la que ha finiquitado el proceso de paz con los palestinos.
El discurso ayer del primer ministro israelí ante el Congreso estadounidense puso fin a las pocas posibilidades que existían de regresar a las negociaciones y reavivar un diálogo que duró apenas tres semanas y se mantiene en punto muerto desde el pasado septiembre.
"El proceso de paz estaba en coma y Netanyahu le desconectó ayer la respiración artificial", dijo a Efe un miembro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que pidió anonimato.
Según él, "hay un antes y un después del discurso: ahora es extremadamente difícil pensar en dos Estados".
En su alocución, aplaudida por una Cámara de mayoría republicana comprometida sin fisuras con Israel, Netanyahu cerró las puertas a todas las demandas palestinas, incluidas aquellas compartidas desde hace décadas por la comunidad internacional y anteriores gobiernos israelíes, y dibujó una propuesta de paz irrealizable, que ningún líder palestino podría jamás firmar.
Una Palestina sin Jerusalén (este), con un territorio reducido por la transferencia a Israel de todos los grandes bloques de asentamientos, desmilitarizada y sin un fin de la ocupación ni control de sus fronteras, puesto que continuaría "a largo plazo" la presencia militar israelí a lo largo del Valle del Jordán.
Los refugiados palestinos no regresarán a territorio israelí y no se les reconocerá su derecho al retorno, amparado por la legislación internacional y las resoluciones de Naciones Unidas.
Ante la opción de una Palestina con tremendas limitaciones, explica la fuente de la OLP, la mayoría de los palestinos preferirían la solución de un solo Estado: pasar a formar parte del Estado judío y que se les reconozcan derechos civiles en igualdad de condiciones que a la población israelí.
Netanyahu dio la puntilla al diálogo de paz al rechazar reanudarlo mientras el presidente palestino, Mahmud Abás, mantenga su pacto de gobierno con el movimiento islamista Hamás, al que calificó de ser "la versión palestina de Al Qaeda".
Hamás, sin embargo, no sería nunca parte de la negociación, no sólo porque se niegue a aceptarla (que lo hace), sino sobre todo porque el Ejecutivo palestino de unidad del que formará parte no es el interlocutor en las negociaciones, sino que lo es la OLP, donde los islamistas no tienen representación.
"El proceso de paz de Netanyahu, si así se puede llamar a la colección de términos irreales que presentó al Congreso el jueves, lleva directamente al entierro del proceso de paz israelo-palestino, a una crisis internacional y a la declaración en la ONU del Estado palestino", aseguraba hoy en el diario "Haaretz" el periodista Akiva Eldar.
Comparte su opinión el columnista Ben Caspit, del diario "Maariv", que afirma que "el discurso no tendrá como resultado la paz (¿la guerra? Puede ser)".
"Netanyahu sabe bien que las condiciones que sentó ayer para un proceso de paz son totalmente lo contrario de un arranque, que no hay ningún palestino en el mundo que vaya a aceptarlos, que no hay ningún Estado árabe en el mundo que los apoyaría, que no hay una sola persona en Europa que los tomaría en serio y que solo harán enfadarse a Barack Obama", afirma Caspit.
También el rotativo conservador "Yediot Aharonot" recoge la opinión de que el discurso del dirigente israelí "fue un paso muy pequeño en términos del proceso de paz. No habrá negociaciones y, por supuesto, no habrá paz", asevera su analista Sima Kadmon.
Netanyahu se mostró dispuesto a hacer concesiones para lograr la paz pero "todas las contingencias y noes" que impuso "hacen de la posibilidad una imposibilidad, de la oportunidad una no oportunidad", en opinión de esa articulista, que entiende que "de nuevo, se ha dado un portazo a la posibilidad de volver a las negociaciones".
Para los palestinos, el alegato del primer ministro israelí cierra definitivamente el camino a una solución negociada al conflicto que ensombrece y desestabiliza Oriente Medio desde hace más de seis décadas.
En palabras del veterano negociador Nabil Shaat, el planteamiento esbozado ayer por Netanyahu y aplaudido por el Parlamento del país más poderoso del mundo, "es una declaración de guerra, no de paz".
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