En un gran bloque de hormigón plantado en medio del paraje natural de Los Barruecos, en Cáceres, se sumerge un coche setentoso, desvencijado, de hormigón. Descansa en este paisaje granítico desde que el artista alemán Wolf Vostell (1932-1998) lo eligió como la primera obra del Museo Vostell Malpartida, un proyecto que surge del diálogo entre el artista y el campesino. Era 1976, y la inauguración de la extraña pieza atrajo a artistas, historiadores y vecinos de la zona, que desde entonces comenzaron a familiarizarse con la palabra happening. Hoy, Voaex o Viaje de (H)ormigón por la Alta Extremadura así se llama esta obra impresiona porque se integra sin más estridencias en el paisaje.
Wolf Vostell, considerado el padre del Happening europeo y cofundador de Fluxus, movimiento que integraba la música, lo audiovisual y la literatura en obras que manifestaban su inconformismo ante el arte como mercancía, encontró en Los Barruecos un espacio sin límites, un gran museo móvil, cambiante, donde los recovecos entre las rocas podían convertirse en salas de exposición. Allí podía desarrollar su idea de 'antiarte', sacando las obras de las vitrinas y del circuito comercial para 'medirse de una manera básica con los procesos de la naturaleza'.
Su empresa fue obstinada y romántica. El artista alemán, casado con una extremeña, conectó al instante con el paraje, declarado Monumento Natural, donde decía haber 'hallado el espíritu profundo de la verdad y la autenticidad'. Defendió en este rincón perdido de Extremadura sus ideas y su concepto de 'museo de artistas, para artistas y para el pueblo'.
Las autoridades cedieron ese espacio, donde se encontraba el antiguo y derruido Lavadero de Lanas, del siglo XVIII, que Vostell rehabilitó y convirtió en sede del museo, alternando los espacios al aire libre con las salas del edificio. Hoy alberga piezas del artista, la colección Fluxus Gino Di Maggio 250 obras realizadas por 31 artistas de finales de los cincuenta y los sesenta que conectaron con el Happening y el Fluxus, y una sala dedicada a artistas conceptuales españoles, portugueses y polacos. También acoge cada año el Ciclo de Música Contemporánea. Además, en consecuencia con la filosofía de Wolf Vostell, el arte cede espacio a la tradición en un aula didáctica que explica, a través de dibujos, fotografías y elementos multimedia, la actividad de la trashumancia y la industria de la lana.
Vostell definió el paisaje de Los Barruecos como 'obra de arte de la naturaleza'. Es fácil entender por qué. Entre gigantes bloques graníticos como tótems, tapizados por musgo y líquen, y coronados por nidos de cigüeñas, surgen aguas embalsadas donde habitan ánades y nutrias. Mucho antes de que Vostell dejara allí su huella, lo hicieron los romanos. Y antes que ellos, el hombre prehistórico. En los alrederores del paraje se encuentran restos de una villa romana y pinturas rupestres. Cerca, en la dehesa de La Hijadilla, descansa un dolmen que, como las instalaciones de Vostell, recuerda que el hombre también es parte de la naturaleza.
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